Cena

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Jimy me ayudó cuando terminó y fuimos al cuarto donde nos bañamos, mi cuerpo estaba adolorido, sobre todo mi parte trasera así que al tallarme no pude evitar sacar una que otra mueca de dolor.

Jimy: ¿Estás listo?

Ank: No y no creo estarlo

Jimy: Nadie lo está, nadie está y menos para lo que viene

Ank: ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

Jimy: No lo sé, una vez que entras a esta casa te olvidas del tiempo, del día, el mes, el año y de la hora

Ank: Así que no sabes y yo tampoco lo sabré

Salimos los dos después de esa pequeña charla, siguiendo a Jimy, ambos estábamos desnudos, seguía sin acostumbrarme a esto.

Pronto llegamos al comedor donde el amo se encontraba sentado en la silla con la mesa llena de alimento como si fuera a dar un banquete, Jimy se arrodilló o como él amo dice, mostró sus respetos lo cual lo hice yo también.

Jimy: Amo

Señor: Demoraron pero pasen, la comida está servida

Creí que nos sentaríamos junto a él pero Jimy me hizo una seña para que me colocará del lado derecho del amo, ahí fue cuando pude ver un plato Ondo igual al de las mascotas con agua y otro vacío pero pronto tuvo comida ya que el amo aventó un trozo de carne en esta.

Señor: Pueden comer

Miré al otro lado a Jimy el cual se agachó poniéndose de rodillas con las manos sobre su espalda y comenzó a comer directamente del plato como si de un perro se tratase.

Señor: Vamos Ank fuiste un chico bueno, come que luego vendrá el postre

Ank: No

Señor: ¿Disculpa?

Ank: Yo no comeré así, somos personas no perros y este trato no es humano

Saque agallas ¿De dónde? No lo sé pero pronto se esfumaron cuando el amo se levantó y pego una cachetada en mi mejilla izquierda la cual me dejó aturdido, después me tomo de la oreja haciéndome sentir un dolor terrible.

Señor: Mi querido Jimy ¿Esté trato te parece injusto?

Jimy: No amo, usted es muy generoso y bondadoso con nosotros

Señor: ¿Ves maldita escoria? Aprende tu lugar, en este lugar no eres un humano, eres un perro, mi perro, mi mascota que obedece mis órdenes y no tiene voluntad propia

Dicho esto me arrojo al suelo, lleve mi mano a mi oreja, dolía demaciado, las lágrimas no se hicieron esperar y cuando él se acercó a mi yo intenté retroceder aunque la pared no me dejó lograr mi cometido.

Él me tomo de los cabellos y me saco a rastras del comedor llevando hasta la planta alta sin importarle si me golpeaba con las escaleras.

Abrió la puerta la cual tenía una cama matrimonial en el centro y en una esquina había dos cojines grandes que parecían ser camas para perros.

Ahí fue donde me dejó encadenado a la pared, dejando poca cadena, la suficiente para acostarme sin ahorcarme pero nada más, y tenía que poner mi cabeza del lado izquierdo o de lo contrario si me ahorraría.

Señor: Reflexiona tu comportamiento, porque hoy te quedarás sin cenar por tu culpa

El amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora