Dean aceptó la tregua de su madre biológica, dejaría de trabajar para Killcide, pero tampoco trabajaría para los villanos. Se dedicaría únicamente a conocer a su familia biológica. Sintió, por primera vez en mucho tiempo, emoción e ilusión por lo que pasaría.
Su madre le presentó tíos, abuelos, primos y mucha gente más. Pero, lamentablemente, Dean no se logró sentir en casa. Esas personas lo miraban o con miedo, o con rencor; claro, él había sido el culpable de que reinara la anarquía en el territorio villano. Solo había pasado algunos días en la gran casa familiar, y ya comenzaba a sentirse incómodo, no era como lo había imaginado.
Por ejemplo, en un almuerzo, junto a toda la familia reunida:
—No puedo creerlo, más desgracias para nuestra familia –había comentado un hombre mayor que sería su abuelo—, el causante de todas nuestras desdichas es familiar nuestro.
Dean no iba a dejar pasar esa acusación.
—¿Qué? –comentó en voz alta, para que todos oyeran-. Miren, los causantes de su caída son solamente ustedes. Debieron haber pensado mejor antes de crear una sociedad que deja en la calle a muchas personas. Killcide solo es una de esas personas, pero hay más, por eso hay gente que lo apoya, en cierta forma está buscando mejorar su mundo. ¿Qué hacés vos para mejorar el mundo?
El hombre lo miró sorprendido y levantó una ceja.
—Veo que hay mucho trabajo que hacer, si quieres ser parte de esta familia alguien debe enseñarte modales.
—Papá, por favor –intervino Maya, conciliadora.
—¿Qué? –replicó el hombre—. Es verdad. Solo estoy diciendo los hechos.
Dean dejó escapar una risita burlona, y pensaba retirarse, pero su ahora abuelo lo tomó del brazo:
—¿Me estás desafiando, mocoso?
—Claro que no –le respondió Dean—, sería muy aburrido, ya que puedo acabar con vos muy fácilmente.
—¿Eso es una amenaza? –inquirió el hombre.
—No, solo estoy diciendo los hechos.
Dean se soltó del agarre de su abuelo con brusquedad. Salió al jardín, no tenían permitido salir afuera de la casa, por miedo a lo que estaba ocurriendo en las calles. Eso no le gustaba, aunque entendía las razones, siempre le gustó sentirse libre, y lo más cercano que tenía a respirar aire puro era recorriendo los amplios jardines.
Se sentó en unas escaleras, ¿había hecho bien? Esta gente no era su familia, lo miraban y lo trataban como a un extraño, sobre todo ese abuelo, seguramente se había animado a decir lo que pensaban todos. Nadie había interrumpido al hombre, solo Maya.
El resto de la familia lo trataba con respeto, sí, pero no con la calidez que hubiera esperado de una familia, sino con una prudente distancia. ¿Había hecho bien en dejar a Killcide? Ya no sabía. Probablemente ya era hora de marcharse de allí, buscar nuevos rumbos, no tenía caso quedarse en un lugar donde no era bienvenido. Y en eso meditaba con una mano en la cabeza despeinándole el cabello, cuando dos niños pequeños aparecieron a su lado.
—¿Es Dean? –susurraban entre ellos.
—Creo que sí. ¿Te aseguraste de que nadie nos siguió?
—Sí, nadie va a regañarnos, no te preocupes.
—¿Y si lo molestamos? ¿Y si Dean se enoja y nos lastima? Ya viste que es muy poderoso.
—No tengas miedo, ven –la niña tomó de la mano al niño y juntos se acercaron a Dean, que los había escuchado cuchichear.
—Hola, tú eres Dean, ¿verdad?
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Dean
Aksi"Eres un arma. Y las armas no toman decisiones" -General Rash. La vida de Dean comienza en paz en el pueblo de Araucis, pero esta tranquilidad se interrumpirá rápidamente: su vida cambiará de forma muy drástica con el desarrollo de sus increíbles ha...