Capítulo 7: El señor Miller.

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Estaba ahí, estático, imponiéndome pánico al tenerlo tan cerca. Esta vez, fuera de mis sueños, lucía mucho más tenebroso y terrorífico. Me sentí tan vulnerable, tan perdida, tan diminuta ante la inmensidad de su malicia y peligrosidad que desprendía su persona.

Apenas podía ver su rostro, lo tenía bien cubierto, escondiendo su identidad bajo esa capucha negra manchada de barro y sangre. Solo dejaba al descubierto sus ojos llenos de perversidad, tan oscuros como su alma homicida.

Estos permanecían posados en mí, mirándome de forma muy fija, analizando cada parte de mi cuerpo, mostrándose alerta y dispuesto a atacarme en cualquier momento; como león rugiente contemplando a su próxima presa, calculando sus posibilidades de atacar y trazando en su mente un plan secreto de estrategias que le sirvieran para ejecutar otro de sus desgarradores asesinatos.

A pesar de tener su pierna severamente herida, mantenía una postura firme e imponente, desprendiendo peligro en todo su ser y el cuchillo que sostenía en su mano derecha le agregaba esa pizca de locura a su persona, como si fuera capaz de hacer cualquier cosa, y en efecto, ese tipo frente a mí era capaz de hacer lo que fuera, era un asesino, un homicida, un psicópata muy peligroso con ganas de matar a cualquiera que se cruzara en su camino, solo por puro placer.

El guante de cuero que solía cubrir su mano, estaba lleno de sangre del animal que mató unos minutos antes, sostenía la herramienta filosa desde el cabo de madera, la lámina de metal permanecía apuntando hacia el suelo, y de esta caían pequeñas gotas rojas como amenaza de que mi final podía ser igual que el de Bobby, o el resto de sus víctimas.

No pude evitar sentir pánico al verme en esa situación y de alguna manera sentí que yo sería la próxima en la lista de homicidios de aquel tipo con capucha frente a mí.

La piel se me erizó de miedo al ver como daba un paso hacia mi dirección, sus botas robustas estaban llenas de lodo, proporcionándoles más peso del que ya tenían y haciendo crujir la madera del suelo, su pierna herida ni siquiera cojeó al caminar, era como si no sintiera nada, como si no le doliera, pero eso era imposible, para cualquier persona de carne y hueso esa herida sería algo mortal, yo en su lugar estaría colmada de molestia, probablemente tirada en el suelo, retorciéndome de dolor.

Su figura robusta se acercó con paso imponente y el cuchillo en su mano solo empeoraba mi pánico. Tuve el impulso de atacarlo, buscar cualquier cosa que lo dañara y tener algo de tiempo de escapar, pero no había nada cerca que pudiera utilizar en mi defensa. Y a causa de mis nervios descontrolados entré en un ataque de pánico, mi cuerpo comenzó a temblar de manera desproporcionada y mi corazón taladraba en mi pecho amenazando con salirse de este en cualquier momento.

Ya lo tenía a pocos centímetros de distancia cuando nuestros rostros fueron iluminados por una luz que provenía desde el exterior de la casa, ambos fuimos encandilados y tomé ese momento como una oportunidad de escapar que el destino me dio por su completa misericordia ante tantos años de mala suerte.

-¡Ayu... -Estuve a punto de gritar de manera desesperada, tomando impulso para correr y escapar por la puerta principal, con la esperanza de que alguien viniera a socorrerme. Pero mis oportunidades se esfumaron cuando el encapuchado opacó mi voz colocando su mano sobre mi boca de manera agresiva, el guante que la cubría tenía un olor asqueroso a hierro, supongo que por los restos de sangre de sus víctimas.

Se abalanzó sobre mí, para dejarnos caer en el suelo y ocultarnos ante la persona que se encontraba afuera. Por su gran peso caímos en picada sobre el suelo y mi espalda se sintió adolorida al sentir la dureza de la madera al recibirnos.

-¡Hey! -Se escuchó desde el exterior, era alguien, alguien estaba en el porche de la entrada apuntando con su linterna y la luz atravesaba el cristal de las ventanas con dificultad. - ¡Tienes un segundo para salir o me veré obligado a entrar, tú decides!

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