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ALEXANDER.

Luego de dejar a Susan en el departamento salí a hacer unas cuantas compras, no podía dejarla tampoco así, había un supermercado cerca, sólo tenía que comprar unos cuantos víveres y dejarle en el lugar, con el dinero que le dejé se podía valer mientras, al menos eso esperaba.

Dentro del supermercado vi un enorme oso de peluche, era casi del tamaño de Nathalie, lo compre para ella, iba a hacer la charla más amena, le explicaría por qué había actuado así, sólo esperaba que no estuviera enojada.

Dejé todas las compras en el departamento y salí rumbo a casa, en el camino compré un litro de helado, sabía cuánto le gustaba el helado, los regalos no eran para comprarla, pero me servirían para calmar las aguas.

Al llegar a casa la busque en cada estancia del nuestro hogar, pero no la encontré, baje a buscar a la nana en la cocina y no estaba tampoco. Supuse que habían salido juntas, a veces iban a hacer las compras las dos.

Serví el spaghetti que había en una olla y me senté en la isla a comerlo, a un lado vi un papelito con la letra me Nathalie.

"Hotel Plaza habitación 321"

¿A quién podría ver en un hotel?, no le preste mucha atención a eso y termine de almorzar tranquilo, deje el plato en su lugar y subí para dejar los regalos de Nathalie en la cama.

Le daría una enorme sorpresa hoy, mientras acomodaba todo llame a un servicio de alquiler de cabañas, era un lugar hermoso a casi dos horas de la ciudad, sin ningún medio de comunicación, seríamos sólo ella y yo perdidos entre la naturaleza.

Me la llevaría uno o dos días, sentía que ella necesitaba despejar su mente, estaba muy pálida los últimos días y podría decir que había bajado un poco de peso de nuevo.

Me tiré en el sofá y caí dormido de inmediato. Desperté sobresaltado, ya casi oscurecía, salí a buscar a Nathalie por toda la casa, pero aún no llegaba.

Llegando a la cocina me encontré con nana, iba con algunas bolsas para llevé a los basureros, rápidamente tomé las bolsas para ayudarle.

—Nana, ¿Nathalie fue a la habitación? — me miro sorprendida.

— Pensé que estaba descansando en la habitación joven, aunque usted le debe una gran disculpa, si pudiera tiraría sus orejas por ser tan.... jum — sonreí.

— Tranquila nana, ya me deshice de Susan, no volverá más aquí —

— Ya era hora — mi miro entrecerrando los ojos, — Ahora tiras la basura, ya la tienes ahí — se dio vuelta volviendo a la cocina.

Salí dejando las bolsas en su lugar y fruncí el ceño al percatarme que el auto de Nathalie estaba en casa, ¿será que ya había llegado y no la busque bien? Caminé alrededor de toda la casa, en la zona de la piscina, en el despacho, en su estudio de arte, pero no encontré nada, estaba a punto de darme por rendido, pero recordé la nota de la cocina.

Corrí hasta allá y vi de nuevo el número de la habitación, no tenía un buen presentimiento acerca de eso, pero iría a buscarla, tal vez estuviera en el lugar.

Mientras conducía tome mi celular para llamarla, pero su teléfono estaba muerto, excelente, lance el teléfono al asiento del copiloto y seguí mi camino, tenía que encontrarla.

Al llegar a la recepción decidí preguntar antes de subir, tal vez sólo era un error.

— Buenas señorita, mi socio me citó en la habitación 321, ¿podría decirme si ya se encuentra en el lugar? —

— Déjeme revisar — se quedó mirando su computadora un rato. — El señor Williams ya está en la habitación, por favor pase — ¿Williams? no conocía a nadie con ese apellido. ¡Maldición!

Subí con los nervios a flor de piel, no sabía qué me iba a encontrar en esa habitación, toqué la puerta con nervios y la abrió la persona que menos quería encontrar en ese lugar.

—Alexander...— estaba sorprendida, la mire detalladamente, su cabello suelto y sólo llevaba encima una camiseta de hombre, mi corazón se rompió.

— Lo prometiste — susurre más para mí, pero sé que ella escucho.

— Alexander, no sé qué estás pensando, pero puedo explicarte todo — se veía nerviosa, Maldición, yo confíe ciegamente en ella.

— ¿Quién toca enana? — la voz de un hombre me hizo levantar la mirada, no se veía a nadie hasta que en mi rango de visión apareció el mismo hombre con el que me choqué en el hospital. ¡Demonios!

— Alexander, él es — no la deje terminar de hablar que me tiré sobre el tipo a darle golpes, Maldición, me sentía humillado, no podía pasarme de nuevo.

— Alex basta— Nathalie me hablaba a la espalda mientras intentaba alejarme del tipo, la empuje un poco para alejarla y vi que cayó sentada.

De inmediato sentí un golpe en mi rostro, el tipo me había golpeado y corrió hacia Nathalie para ayudarla a levantar.

— Eres un infeliz, como la golpeas no ves que esta —

— Basta, ya basta — Grito Nathalie con voz quebrada.

— Alexander puedo explicarte — no quise escuchar nada, sólo me levanté y me fui del lugar.

— Alexander espera, escúchame — la vi venir hacia mí y tropezar, quería volver para ayudarla, pero mi orgullo no me dejaba. En el momento que subí al ascensor di vía libre a mis lágrimas.

Subí al auto y golpeé varias veces el volante, no podía ser, no lo podía creer, Nathalie no era capaz, me lo prometió, ella lo prometió.

Tenía que escucharla, Tal vez no era lo que yo pensaba, iba a hablar con ella, la escucharía y arreglaríamos todo, eran solo malentendidos, solo eso, eso quería creer, eso me decía a mí mismo para no deprimirme más, iba a tomarme unos días, iba a calmar mi mente.

Encendí el auto y conduje, fui a un almacén, compré unas mudas de ropa, compré víveres y me fui. Unos días en las cabañas me ayudarían a calmarme.

Frene en un mirador, saque mis cigarrillos de la guantera del auto, hacía mucho tiempo que no fumaba, pero esta vez no pude evitarlo, estuve mas de media hora en el lugar y me fume casi tres cigarrillos, cada vez que cerraba mis ojos la imagen de ella vistiendo la camiseta de hombre llegaba a mi mente y me destruía más.

Un rato después seguí mi camino hacia las cabañas, me repetía a mí mismo que era un malentendido, sólo un malentendido.

Al llegar al lugar me encontré con un hombre, me dio todas las indicaciones del lugar, no había electricidad ni antenas de señal telefónica, era perfecto. Me instalé en el lugar, encendí fuego en la chimenea y bebí.

Toda la noche pensé en Nathalie, a veces amar dolía, dolía tanto, pero por ella era capaz de aguantar todo el dolor del mundo, la amaba y nadie me iba a ganar su amor.

Sr. Le RouxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora