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Era una mañana muy tranquila en las Islas Hirvientes, de hecho ya era muy habitual tener este tipo de amaneceres desde hacía mucho tiempo.
En una casa situada a las afueras del pueblo que fue famosa durante la época del Emperador Belos, una joven estaba descansando, tenía el pelo hecho un verdadero desastre de color castaño, aunque constantemente se lo teñia de color morado o verde, que era su favorito, tenía la tez morena y sus ojos también eran de un bello color marrón. La joven era famosa en las Islas Hirvientes por ser una bruja única ya que era mestiza, la hija de la unión entre una bruja y un humano, algo que jamás había pasado.
Mientras la joven dormía, la puerta de su habitación se abrió lentamente y apenas hizo un poco de ruido que no pudo despertar a la chica y por la puerta se metieron tres pequeñas figuras, el trío se acercó lentamente hacia ella y sin hacer ruido, las diminutas figuras saltaron sobre la cama, haciendo que la bruja pegara un enorme grito, después de todo, a nadie le gusta que lo despierten así y menos en la mañana.
- ¡Despierta mamá!
- ¡Son las 9 de la mañana mami!
- ¡Se te hará tarde!
- ¡Santa Madre! ¿Niños? - La bruja comenzó a desperesarse - ¡Wuaaah! ¡Por mi madre! ¡Es tarde!
La bruja saltó de la cama, tomó una toalla y entró al baño para tomar una ducha.
- ¡Aliathra, cielo! ¿Puedes ir preparando el desayuno?
- Claro ma. - Le respondió la mayor de los niños, sus orejas eran puntiagudas, de ojos dorados y cabello castaño.
- Tyrion, ¿Puedes llamarle a tu padre si puede cuidarlos hoy por favor?
- Claro mamá - Le respondió un niño de piel morena, con las mismas características de su hermana mayor a excepción de que sus ojos eran cafés.
- Isabela, ¿Puedes buscar el tinte verde de mamá?
- Sí mami - la niña que llevaba cargando una pequeña nutria de peluche se metió bajo la cama y comenzó a sacar un montón de cachivaches, mientras buscaba el tinte de su mamá.
Los minutos pasaron y la pequeña niña finalmente había encontrado la botella de tinte tras sacar una gran montaña de basura, se acercó a la puerta del baño y le pasó la botella, después procedió a bajar junto a sus hermanos para desayunar.
Aliathra había preparado Hot Cakes, con una guarnición de huevo de grifo y miel de abeja de fuego. Unos momentos después, su madre llegó a la cocina y antes de que pudiera servirse, su hijo llegó con una cara decaída.
- ¿Que pasó hijo?
- Papá olvidó que debía cuidarnos y se encuentra fuera de las islas.
Al escuchar eso, la cara de la bruja se puso de un rojo muy intenso, estaba furiosa.
- ¡Ese maldito idiota! ¡Primero pide el divorcio, después evade su parte del acuerdo y ahora se escapa para no cuidarlos! ¡Aaaahhhh!
- ¿Ahora que? ¿Nos llevarás al trabajo?
- Lo siento niños, si no tuviera tanto trabajo los llevaría, tendré que pedirle a alguien más para que los cuide. - Les dijo su madre un tanto apenada.
- ¿A quien le pedirás ayuda? ¿A la tía Willow?
- No, está ocupada con el aquelarre de plantas y vendrá con nosotros en la tarde, Augustus tiene una cita con Skara.
- ¿Los tíos Emira y Edric? - Preguntó Aliathra.
- ¡SÍ!
- ¡Vamos con ellos por favor! ¡Siempre hacemos cosas divertidas!
- Se que les gusta pasar tiempo con ellos, pero también tienen trabajo en el aquelarre de ilusionistas.
- Pero nos acompañaran después, ¿no?
- Nunca lo han hecho, los veremos al rato, estoy totalmente segura.
- ¿Entonces?
La bruja se llevó las manos a la cabeza, se le acababan las opciones, podría haberle pedido ayuda a Eda, pero estaba casada con Raine y ya no vivían en Huesosburgo, aparentemente estaban viajando a través de todo el cuerpo del Titán, aprendiendo tanta magia salvaje como podían. Pero además, Eda no la había visitado hacía años y menos en este día, que era sumamente doloroso para ella. Sólo le quedaba una opción y aunque era la persona más indicada para cuidar a los niños, no la había considerado debido a que vivía en el Reino Humano.
- Niños, tomen algunas cosas que necesiten, los llevaré con su abuela.
- ¡SÍ! ¡Iremos al reino Humano!
El desayuno pasó sin mayores problemas y una vez que terminaron y limpiaron el desastre del cuarto de su mamá, se prepararon para irse. Mientras los niños tomaban lo necesario para pasar el día con su abuela, la bruja tomó su túnica de color blanco, un sombrero y su taliamigo. Después de haberse arreglado, tomó un maletín y salió de su casa, donde sus hijos ya la estaban esperando.
- ¿Están listos?
Los niños asintieron y la bruja extrajo de uno de los bolsillos de su túnica, una llave color café, con un enorme ojo dorado en el centro. La bruja presionó el botón y el maletín se convirtió en una puerta, esta se abrió y reveló una luz muy intensa, los pequeños se miraron muy emocionados y cruzaron la puerta, seguidos de su madre.
Al otro lado, vieron un bosque que a diferencia de los de las Islas Hirvientes, los árboles eran de follaje verde y había pájaros que en vez de entonar horribles chillidos, lanzaban hermosos cantos.
Se notaba que a los niños les gustaba cruzar ese portal, ya que los dos menores estaban jugueteando en el pasto y Aliathra estaba tomándose selfies.
- Niños, tenemos que irnos, espero por el Titán que su abuela esté en casa.
Aliathra guardó su teléfono y tomó las  manos de sus hermanos para seguir a su mamá que se empezó a internar en el bosque en vez de tomar el camino que la llevaría a la ciudad humana.
Tras unos quince minutos, vieron la casa, antaño sirvió como puente entre las Islas Hirvientes y el reino Humano, pero ahora, era el hogar de una bruja que había renunciado a su vida en las Islas para vivir ahí, lo más alejada posible de la magia.
La bruja llegó hasta el arco de la puerta, se quitó su sombrero, tocó la campana y esperó.
Tras un minuto, una figura empezó a acercarse a la puerta y un ojo de iris dorada se asomó a través de la cortina que cubría el vidrio de la puerta e inmediatamente se abrió. De ahí salió una mujer alta, parecía tener un poco más de cuarenta años, de piel blanca, esbelta, ojos dorados, alta, delgada y con una cabellera café que le llegaba hasta la cintura. Al ver a la bruja, le dedicó una amble y tierna sonrisa.
- Hola mamá.
- ¡Azura!
- ¡Abuelita Amity!
- ¡Niños! ¡Qué gusto verlos! 
- Hola abuela.
- ¡Aliathra! Qué hermosa te ves.
- Gracias, abuela.
- Pasen, por favor adelante.
Amity abrió la puerta y los niños entraron a la casa seguidos por su hermana mayor.
- ¿Cómo estás hija?
- Bien mamá, ¿tú has estado bien? No he sabido nada de ti en casi un mes.
- Lo siento hija, pero mi trabajo en la biblioteca de la ciudad me tiene muy ocupada.
- Recuerda que no debes llamar la atención, tú condición te delatara.
- No debes preocuparte por mi, creí que vendrías hasta el atardecer.
- Era la idea, pero el papá de los niños no los puede cuidar, ¿Podrías hacerlo tú?
- Claro, no debes preocuparte.
- Te lo agradezco mamá, iremos a verla todos juntos al rato ¿de acuerdo?
- Me parece bien Azura, ten un buen día cielo, me encargaré de los chicos.
- Te amo mamá, gracias por ayudarme.
- De nada cielo, ahora apresurate o llegarás tarde.
Azura le dio a su madre un beso en la mejilla de despedida, abrió el portal de vuelta a las Islas Hirvientes y lo cruzó mientras se cerraba dejando el reino humano.




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