doce

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Estando en aquella plaza con helados en sus manos, justo en el lugar donde habían pasado su primer día juntos, donde el sol parecía ser igual de cálido que ese día, Chan se encontraba mirándolo con la esperanza de que recordara algo, cualquier cosa por más minúscula e insignificante que fuera.

Felix que se encontraba probando su helado por segunda o bueno, para él primera vez, abre los ojos tal y como ese día y mira a Chan con impresión por lo bien que sabía, regalandole una linda sonrisa, en ese momento el rubio no supo hacer nada más que sonreír igual que él casi cerrando los ojos de lo lindo que se sentía.

Acompañado de esa sensación de pequeñez al no saber qué hacer, el miedo que sentía crecer era tan real como pensar en que el pequeño nunca lograría decir su nombre como lo hacía antes, y es que el problema que crecía en su interior eran esos sentimientos que no paraban de crecer por más que se negara, Chan no podía evitar enamorarse de Felix.

El único ser que lo había hecho sentir realmente extraño a su corta edad, donde sólo sonrisas inundaban sus sueños, y llevando su mano a la mejilla derecha del contrario, con algo de miedo acarició dulcemente el área con su dedo pulgar y esa reacción que recibió lo hizo perder por completo la cabeza.

Felix que había estado concentrado en su helado y en lo delicioso que era, cerró los ojos al sentir el contacto de la suave y cálida piel del contrario, apoyando su rostro en su mano, y aún con los ojos cerrados el pequeño respiro profundo pero liviano, sintiéndose en completa calma.

Como si no lograra escuchar nada más en el mundo, y luego de unos segundos de curación abrió sus ojos muy lentamente, encontrándose con la sonrisa más sincera de su acompañante que lo miraba con ojos que transmitían el amor más puro, pero que para Felix era casi incomprensible en ese momento, pero que lo hizo sentir tan cálido como recibir los rayos del sol.

Y volviendo a estabilizar su cabeza sintió la mano de Chan alejarse de su mejilla, aquel que le hizo un gesto para que terminara su helado que comenzaba a derretirse.

Para el chico que no tenía nada, que no sabía lo que era tener un hogar, un amigo, ni sentir afecto alguno, no sabía lo que era sufrir, ni mucho menos lo que era llorar, vivía ese día recibiendo tanto afecto de Chan sin saberlo, lo cual hacía que el corazón del muchacho de cabellos rubios se sintiera lo suficientemente triste para querer suspirar por el resto de la tarde.

Y caminando de regreso a casa Chan se sentía derrotado, no había conseguido nada por más que lo intentó, el chico a su lado seguía viéndose vacío por dentro.

Felix que por su lado seguía fielmente al rubio, porque simplemente no conocía a nadie más, no tenía a donde ir, y aunque no comprendía las razones por las que ese chico lo cuidaba, estar con él era divertido y lo hacía sentir bien. Felix caminaba pendiente en los árboles a su alrededor y el sol bajando con lentitud en el horizonte.

Al entrar a la habitación Chan volvió a salir de ella, Felix que se encontró con privacidad se cambió la ropa y esperó a que su compañero volviera, quedándose parado en la espera de ver los risos rubios aparecer y cuando lo hicieron, los ojos de confusión que recibió lo hicieron sentir extraño.

—¿Ese es mi pijama?—Preguntó Chan aún sabiendo que la respuesta era sí, pero es que ver a Felix parado justo frente a la cama con las manos tomadas y las piernas juntas, con esos pantalones que le quedaban gigantes, y ni hablar de la camisa que en realidad parecía un vestido en él, lo hacían ver lo suficientemente adorable para preguntar lo obvio.

Evitó querer soltar esa pequeña carcajada de su garganta y avanzando hacia él no pudo evitar desordenar esos cabellos blancos, regalándole una sonrisa divertida, no podía molestarse con él, Felix no tenía la culpa de nada. Para el momento en que ambos estaban acostados en la cama, Felix miraba detenidamente su rostro mientras Chan miraba el techo sumergido en sus pensamientos.

SWEET DREAMS | chanlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora