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Perdón los errores, faltas de ortografía, o si algo no se entiende, no he revisado el capítulo :')

El frío invernal hacía temblar al pequeño.

Ya era once de enero, el día anterior habían llegado de su viaje y, como no, llegó agotado.

Además, a diferencia de ese sitio, shibuya era un lugar frío, estuvieron un mes de vacaciones en okinawa, por lo que se acostumbró al calor y se olvidó completamente de que estaban en pleno invierno.

Le hubiese gustado dormir con baji, pero obviamente si el pelinegro se hubiese quedado con él, teniendo en cuenta que estarían completamente solos, no dormirían, por lo que cada uno durmió en su respectiva casa.

Se retorció del frío mientras tiritaba, desordenando las sábanas.

Bostezó y volteó su cara hacia el reloj que había en la mesita de noche, eran las diez de la mañana.

Se levantó de la cama para dirigirse a cerrar la ventana del todo, acabaría resfriándose si no.

Escuchó como su teléfono empezaba a sonar, se acercó al escritorio y lo agarró para atender la llamada.

Era baji.

—hola, baji— dijo, en un tono alegre.

—hola peque— respondió, con el mismo tono —¿que tal? ¿has dormido bien?.

—si... pero me hubiese gustado dormir contigo— hizo un puchero, a pesar de que baji no lo viese.

Se acercó a su cama y volvió a sentarse en ella.

—ya, a mi también... bueno, lo que iba a decirte.

—¿si?

—¿nos vemos luego? Me apetece ir a dar una vuelta contigo, dentro de poco volvemos a empezar las clases.

—está bien... ¿vienes a las once y media a la puerta de mi casa?

—allí estaré, hasta luego amor, te quiero— dijo tiernamente, haciendo que el menor se sonrojase.

—adiós... yo también te quiero...— respondió, en un tono tímido que hacía que el pelinegro muriese de dulzura.

Y colgó la llamada.

Todavía tenía bastante tiempo, salió de su habitación y se dirigió a la cocina para prepararse café.

Al llegar al salón, vio dos maletas negras y una bolsa de color rojo granate en la entrada, pero no eran suyas.

—buenos días, chifuyu— escuchó detrás de él.

La voz era conocida, demasiado para su gusto.

Se giró rápidamente, encontrándose con una mujer bajita, de cabellos marrones claros y ondulados que llegaban hasta su hombro y unos ojos azules verdosos idénticos a los suyos.

Aiko Matsuno, su madre.

Chifuyu no pudo evitar sonreír con felicidad y abalanzarse sobre la mujer, a la cual sacaba una cabeza.

Hacía que no veía a su madre bastante tiempo, tuvo que marcharse por un viaje de trabajo y se suponía que no volvía hasta marzo.

—¡Mamá!— exclamó mientras la abrazaba fuertemente.

—hola mi amor— respondió su madre, acariciando su cabeza y sonriendo.

Pasados unos segundos, se separó de ella, agarrándola todavía los hombros y sonriéndole.

—¿que tal en Hokkaido? ¿No volvías en marzo?

Aiko estuvo trabajando en Hokkaido desde septiembre, y la forma más rápida de llegar a shibuya para ver a chifuyu era ir en tren y estaba a unas cuatro horas, por lo que solo iba un fin de semana al mes.

Nuestra otra vida (baji x chifuyu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora