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En cuanto acaba el himno, nos ponen bajo custodia.

Un grupo de agentes de la paz nos acompaña hasta la puerta principal del Edificio de Justicia. Quizás algún tributo intentase escapar en el pasado, aunque yo nunca lo he visto.

Una vez dentro, me conducen a una sala y me dejan sola. Es el sitio más lujoso en el que he estado, tiene gruesas alfombras de pelo, y sofá y sillones de una tela cara. Cuando me siento en el sofá, no puedo evitar acariciar la tela una y otra vez; me ayuda a calmarme mientras intento prepararme para la hora que me espera. Ése es el tiempo que se les concede a los tributos para despedirse de sus seres queridos. No puedo dejarme llevar y salir de esta habitación con los ojos hinchados y la nariz roja; no me puedo permitir llorar, porque habrá más cámaras en la estación de tren.

Mi hermano y mi padre entran, lo primero que hace mi padre es abrazarme y llenarme de besos mientras, mi hermano está detrás,  con los ojos acuosos, cuando le sonrió como puedo él no aguanta y llora abrazándome diciendo que debería haber sido él en vez de yo. Yo le sonrió a mi hermano y a padre y les digo que voy a ganar, que lo recuerden, por que no voy a dejarles sufrir más de lo que ya hemos sufrido. Mi padre en ningún momento llora, nunca le hemos visto llorar, el lleva el dolor de otra manera, pero sus ojos lo reflejan de manera que no lo hacen las lágrimas.

Aparece el agente de la paz para decirnos que se ha acabado el tiempo, nos abrazamos tan fuerte que duele. El agente les ordena que se marchen y cierra la puerta.

La estación de tren está cerca del Edificio de Justicia, Haymitch y yo subimos al tren antes de que lleguen a la estación los tributos de este año, yo me voy a mi vagón directamente, me siento en la cama mirando la puerta, recordando mi primera vez en subir a este tren.

Me ducho y me cambio el vestido que guardo con cuidado por unos pantalones cómodos, con una camisa de manga corta, mis botas y vuelvo a guardar el cuchillo en mi bota como siempre (cuando en el Capitolio no me obligan a dejarlo atrás).

Cuando llego al vagón comedor escucho a Effie preguntar por mi y que los tributos respondiesen que no me habían visto.

—Ya estoy aquí Effie.

—Escelente, querida.

—Supongo que Haimich estará descansando, después del espectáculo.

—Sí, así es, siéntate Lily —me siento en la silla vacía entre Effie y Peeta.

La cena sigue su curso: una espesa sopa de zanahorias, ensalada verde, chuletas de cordero y puré de patatas, queso y fruta, y una tarta de chocolate. Effie se pasa toda la comida recordándoles a los tributos que tienen que dejar espacio, porque quedan más cosas, pero ellos no la hacen caso, porque nunca habrán visto una comida así, tan buena y abundante, después de todo, vienen del distrito más pobre.

—Por lo menos tenéis buenos modales —dice Effie, mientras terminamos el segundo plato— La pareja del año pasado se lo comía todo con las manos, como un par de salvajes. Consiguieron revolverme las tripas.

La pareja del año pasado eran dos chicos de la Veta que nunca en su vida habían tenido suficiente para comer. Primero nunca habían visto tanta comida en su vida, yo tampoco y mira que mi familia por parte paterna (sin contar a mi padre) eran de la zona comercial; y segundo por que querían poder disfrutar de comer todo lo que pudiesen mientras podían vivir.

En ese momento Katniss se pone a comer con las manos y luego se limpia con el mantel. Le sonrió cuando ella mira hacia mi, he entendido el porqué de su acto, después de todo, yo les tuve que entrenar para luego verles morir.

Vamos a otro compartimento para ver el resumen de las cosechas de todo Panem. Intentan ir celebrándolas a lo largo del día, de modo que alguien pueda verlas todas en directo, aunque sólo la gente del Capitolio podría hacerlo, ya que ellos son los únicos que no tienen que ir a las cosechas.

Vemos las demás ceremonias una a una, los nombres, los que se ofrecen voluntarios y los que no, que abundan más. Examinamos las caras de los chicos contra los que competirán y me quedo con algunas: un chico monstruoso que se apresura a presentarse voluntario en el Distrito 2; una chica de brillante cabello rojo y cara astuta en el Distrito 5; un chico cojo en el Distrito 10; y, lo más inquietante, una chica de doce años en el Distrito 11. Tiene piel y ojos oscuros, pero, aparte de eso, me recuerdaa mi solo que más valiente en la ceremonia, ya que yo me quede paralizada y ella subió por si sola. Sin embargo, cuando sube al escenario y piden voluntarios, sólo se oye el viento que silba entre los decrépitos edificios que la rodean; nadie está dispuesto a ocupar su lugar.

Por último, aparece el Distrito 12: el momento de la elección de Prim y Katniss corriendo a presentarse voluntaria. Se nota perfectamente la desesperación en su voz cuando pone a Prim detrás de ella. Veo al chico de antes quitándosela de encima y a ella subiendo al escenario. Los comentaristas no saben bien qué decir sobre la actitud del público, su negativa a aplaudir y el saludo silencioso. Uno dice que el Distrito 12 siempre ha estado un poco subdesarrollado, pero que las costumbres locales pueden resultar encantadoras. Como si estuviese ensayado, Haymitch se cae y todos dejan escapar un gruñido cómico. Después sacan el nombre de Peeta y él ocupa su lugar en silencio, se dan la mano, ponen otra vez el himno y termina el programa.

Effie está disgustada por el estado de su peluca.

—Vuestro mentor tiene mucho que aprender sobre la presentación y el comportamiento en la televisión.

—Estaba borracho —responde Peeta, riéndose de forma inesperada— Se emborracha todos los años.

—Todos los días —añade Katniss, sin poder reprimir una sonrisita.

—Tiene sus razones, y si uno de vosotros dos sobrevive, entenderéis a ese hombre. —les dije defendiendo a Haymitch puesto que soy la única que entiende por lo que ha pasado.

Effie hace que parezca como si Haymitch tuviese malos modales que pudieran corregirse con unos cuantos consejos suyos.

—Sí, qué raro que os parezca tan divertido a los dos. Ya sabéis que vuestro mentor es el contacto con el mundo exterior en estos juegos, el que os aconsejará, os conseguirá patrocinadores y organizará la entrega de cualquier regalo. ¡Haymitch puede suponeros la diferencia entre la vida y la muerte!

—Para eso estoy yo, además de que Haymitch sabe hacer bien su trabajo, aunque tu no lo creas.

En ese preciso momento, Haymitch entra tambaleándose en el compartimento.

—¿Me he perdido la cena? —pregunta, arrastrando las palabras.

Después vomita en la cara alfombra y se cae encima de la porquería.

—¡Haymitch! —en vez de hacer que sus alumnos confíen en él hace todo lo contrario.

— ¡Seguid riéndoos! —exclama Effie Trinket; acto seguido se levanta de un salto, rodea el charco de vómito subida a sus zapatos puntiagudos y sale de la habitación.

El tributo - Peeta MellarkWhere stories live. Discover now