XI. Debo irme

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Bulma

Habían pasado varias semanas desde nuestra segunda cita, quería repetir todo lo ocurrido esa noche pero no podía presionar a Vegeta para hacerlo.

Jamás en mi vida había conocido a un ser tan asocial como él, parecía padecer de ansiedad social y era bastante grave. No podía culparlo, no había conocido otra cosa que entrenamientos, derramamiento de sangre y fortalecer un orgullo que prácticamente estaba perdido. Supongo que era una de las desventajas de crecer en el ejercito de Freezer.

Una de esas madrugadas en las que ninguno de los dos podía dormir, me metí bajo su ala buscando su abrazo, por suerte ya no debía pedirlos, él sabía perfectamente lo que yo deseaba, y le pregunté al respecto, de cómo había sido crecer en el ejercito.

—No era muy diferente a estar en casa. Cómo Príncipe solo me codeaba con los guerreros de mi padre, pocas veces se me permitió interactuar directamente con el pueblo. Formaba parte de mi educación.

—¿Cómo ibas a ser rey si no conocías a tu pueblo?

—Somos una raza guerrera, sabía y sé muy bien que necesitamos los sayayin. Es cuestión de sangre y costumbres muy arraigadas y que pocas veces se transgredían. —Apartó la mirada hacia el otro lado, solía hacerlo cuando sentía vergüenza. —Al menos con Freezer no tenía la presión de ser un líder aunque lo deseaba. Y con el tiempo me acostumbré a su brutalidad, era mayor a la que estaba acostumbrado a ver pero no importaba.

»Había conseguido un lugar al cual pertenecer cuando mi planeta había sido destruido. Me sentía bien allí e incluso, antes de saber la verdad sobre lo que había pasado, llegué a considerar a Freezer como mi segundo padre.

Por todo eso y cada una de las cosas que descubría sobre él, no podía evitar sentir todo ese amor que se estaba acumulando en mi pecho.

Era la forma en la que me hablaba de su vida, en esas pocas ocasiones, siempre en susurros y con una nostalgia que apenas dejaba entrever. Era la forma en la que me tocaba y dejaba fuego bajo mi piel. Se trataba de dejarlo ser el hombre que quería cuando estábamos solos.

Tenía que decírselo, ya no podía fingir que nada estaba ocurriendo entre nosotros. Era demasiado y mucho más de lo que había pedido, pero el sentimiento estaba allí. Le diría a Vegeta que lo amaba, aún cuando sentía un profundo temor a no ser correspondida.

Que Vegeta llegará a sentirse cómodo conmigo no quería decir que sintiera lo mismo. Solo era producto de todo el tiempo que habíamos pasado juntos, el problema estaba en que no deseaba ser rechazada. Nadie querría eso de todas formas, pero allí estaba dándolo todo por recibir un poco más de su cariño.

—¿A ti qué te pasa?

—Nada.

—Cuando estás pensando mucho alguna cosa te chupas el labio inferior —Levanté una ceja, no sabía que él prestará tanta atención a mis gestos. —Es molesto así que mejor ve a freír tu cerebro a otra parte.

—¡Eres una bestia! —Me puse de pie y fue a sentarme en el balcón.

Él podía pretender que no le importaba en lo más mínimo lo que pasaba conmigo pero yo sabía que sí estaba deseoso de saber que me pasaba, de lo contrario no estaría siguiéndome con la mirada a dónde quiera que voy.

Le di la espalda y él volvió a su libro, estaba tirado en el sofá leyendo y parecía muy despreocupado.

—¡Oye, Bulma!

—¿Sí?

—Quiero profiterol, no sé qué es pero según esta estúpidez que te gusta leer dice que es de las mejores cosas de la Tierra.

Te Necesito [Vegebul (Vegeta X Bulma)]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora