II. Pesadillas

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Vegeta

Desperté a las cinco de la mañana, debía ir a entrenar. No podía distraerme, Kakaroto regresaría en cuatro meses y debía estar listo para pelear con él. Iba a ganarle a ese imbécil a lo que diera lugar, cuando lo derrotara sería el hombre más poderoso del universo y podría convertirme en super sayayin.

Es demasiado humillante que un guerrero de clase baja como Kakaroto pudiera llegar a ser el legendario super sayayin, yo que soy el Príncipe de mi raza me he visto relegado a ser un segundo.

Fui a ponerme mi ropa y armadura para irme a entrenar. Salí de la habitación tratando de no hacer ruido, lo último que quería hacer en ese momento era despertar a la terrícola y atraer el escándalo a mi pequeño momento de paz.

La puerta estaba cerrada. La humana había olvidado darme el código. Maldición, tendría que salir volando por la ventana.

Entrené arduamente hasta que el hambre me atacó con fuerza. No recordaba la última vez que había comida, definitivamente estaba en Namekusein cuando paso. Ni siquiera tenía fuerzas para volar, tuve que ir caminando y toparme con esos horribles Nameks.

—Miralo, allí está. Caminando entre nosotros como si se lo mereciera.

No podía prestarle atención. Tenía que mantener mi posición dentro de la corporación, de lo contrario los terrícolas me echarían de ahí en un abrir y cerrar de ojos. No mataría a nadie, por el momento.

Subí las escaleras y me quedé de pie frente a la puerta cuando recordé que seguía sin tener el código de la puerta. Maldición.

—¡Vegeta! —La peliazul venía subiendo las escaleras cargada de un montón de rollos de papel. —No vi en que momento saliste del piso.

Estaba de mal humor. Llevaba más de una hora sentado junto a la puerta esperando a que ella apareciera. Esa mujer con su felicidad me ponía de mal humor, especialmente cuando aparecía usando shorts tan cortos y una playera demasiado ajustada. Verla de esa forma me recordó todo el tiempo que llevaba sin mantener sexo.

Es justo lo que me faltaba, un recordatorio de todo lo que no podía tener. Me rehusaba a buscar una mujer terrícola si todas iban a ser así de escandalosas y vulgares cómo ella. Aunque deseaba tener sexo con alguien, con el pasar de los años me había acostumbrado a mantener mis inhibiciones a raya.

—El código es 135679. ¿Quieres que lo anote para que no lo olvides?

Me puse de pie sorprendido. No esperaba que realmente me diese el código, pensé que me daría largas hasta que me fuera de ahí. Sin embrago, allí estaba mostrándome toda la confianza que tenía en mí. Qué idiota mujer.

—No. Lo recordaré.

—Bueno. Me ayudas con esto, por favor. —Sin esperar a que le contestará me pasó varios de los rollos que tenía entre los brazos y comenzó a caminar por el piso parloteando. —… me gusta tenerlos cerca, así si se me ocurre una idea no tengo que ir hasta el laboratorio. —Lanzó todos los rollos en la mesa y me arrebató los que yo llevaba. —Gracias, Vegeta. Eres muy lindo. ¡Oh, vaya! Mira la hora. ¿Tienes hambre? ¡Puedo cocinar sin ti!

»Bueno, no sé cocinar. No como tal pero podría pedirle a los robots que hagan algo para ti.

Durante toda mi vida había tenido esclavos que cumplieran con mis necesidades. Lo que significaba que nadie hacía nada por mí sin creer que no moriría si no cumplía con su parte.

Allí estaba esa mujer, con prácticamente ningún tipo de prenda encima, dándome libre acceso para ir y venir por su casa y además, ofreciéndome cocinar para mí, aunque no sabía hacerlo. ¿Qué pasaba con ella?

Te Necesito [Vegebul (Vegeta X Bulma)]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora