Desde huesos rotos hasta doctores con métodos innovadores, en el Hospital Wolfie todos los días se viven casos de casos. El residente Min YoonGi no creyó que habrían mayores retos que el de salvar una vida, hasta que Park JiMin entró en la suya, arm...
Bajo un caparazón duro, el corazón se protege, manteniendo un equilibrio único entre lo frágil y lo fuerte.
Cuando las palabras se atascan en un bucle mental pero no salen de la boca, ese caparazón se ablanda. Cuando las lágrimas son agrias y desenfrenadas, la culpa ataca: reír se convierte en el pecado más grande.
Cuando se pierde a quien se necesita y se ama, el lobo se conecta a través de lamentos. Sus quejidos se aferran al pecho, donde una de sus garras se clavan para callarlos.
Jeon JungKook estaba agarrándose con su mano libre firmemente al ramo de rosas que llevaba para su madre, buscando un ápice de fortaleza en la fotografía de su padre para regresar a casa al terminar la visita, justo como cada aniversario solía.
En aquel lado de la ciudad se vislumbraba el sol en lo alto del cielo, acompañado del viento que corría contra su humedecido rostro, haciéndole sentir que podía barrer ligeramente la soledad que lo seguía como una sombra atormentada.
Días arrebatados que eran solo una fantasía, logros en una escalera muy alta, sonrisas ficticias y miles de posibilidades que debería haber podido experimentar.
En cambio, ¿qué recibía él? Solo pesadillas en las que está frente a un espejo pero el reflejo no se asemeja en nada a él. JungKook había dejado de contar la cantidad de noches en las que esos sueño lo volvían un noctámbulo, o esas en las que le suplicaba a la Madre Luna que le diera un poco de paz a su corazón, la verdad tras el espejo o que por simple justicia divina pudiese enfrentarse con el responsable de la muerte de sus padres.
Cuando se dio finalmente un respiro con la garganta seca, decidió que era mejor regresar a su hogar, donde lo estaría esperando aquél dulce omega que no rechistó para volverse su amigo apenas cruzaron palabras en su viejo vecindario de Busan. Si bien JungKook se consideraba bastante vacío en tantos aspectos, sabía que cada vez que regresara sus pasos ahí estaría Park JiMin con los brazos abiertos y una taza de té tibia.
Sin embargo, lo único que escuchó al dejar sus zapatos a un lado de la entrada fue el sonido de la alarma desactivarse cuando la puerta se cerró detrás de sí. Luego de quitarse la chaqueta negra, dio un fugaz vistazo y se encontró con la cocina deshecha, una taza en el piso y agua de limón regada por la encimera de granito.
— ¿JiMin? —llamó con su voz rasposa al omega, confundido.
Se mordió el labio, con una sensación incómoda posarse en su estómago. Caminó de prisa hasta la habitación, sin rastro de aquél aroma que lo calmaba en los peores momentos. Consternado por el paradero de su pareja, decidió revisar su teléfono celular en busca de algún aviso, pero su bandeja de mensajes estaba prácticamente vacía.
Carraspeó su garganta, y en un pequeño de hilo de voz lo volvió a llamar.
— ¿JiMinie?
Claramente, sin obtener respuesta alguna. Gruñó en voz alta mientras cerraba los ojos, tras tres exhalaciones se apresuró en marcar el número del omega en su teléfono, un presentimiento extraño posándose en él a medida que los segundos pasaban sin escuchar la suave voz del rubio.
Se dio cuenta que aunque había marcado, no había presionado el botón de llamar.
Juntó sus labios en una fina línea, esta vez, marcando correctamente. Sin embargo, fue el buzón de voz lo que terminó escuchando.
— ¿Qué pasa? —comenzaba a exasperarse, y el sentimiento que su lobo le transmitía no lo tranquilizaba en lo absoluto.
La adrenalina que sentía mientras tecleaba un mensaje era sospechosamente ridícula. Ver los puntos suspensivos en movimiento eran una señal de que el omega estaba contestándole, provocando en JungKook una mezcla entre desesperación y alivio, subiendo un sabor amargo hasta su bilis.
"La señal está inestable, estoy en un bus camino a casa :) <3."
Aunque podía vivir sin estar pegado a JiMin todo el tiempo, esta vez JungKook sintió algo totalmente diferente. Un mal presentimiento se posaba en él, una necesidad incontrolable por querer tenerlo entre sus brazos en el preciso instante en que cruzara la puerta de la entrada, un hambre voraz por aquella calidez que solo un abrazo del omega podría ofrecerle, impregnando todo su mundo en una calma que, de alguna manera, sentía perder ligeramente.
Sin explicaciones o palabras de consuelo, solo bastó la atención de Park JiMin. Algo que el alfa de JungKook le exigía desde que el omega apareció finalmente con una mirada que ocultaba muchas cosas perfectamente.
Pero pensó que quizás era un paranoico, y que un beso con los ojos cerrados antes de dormir esa noche su corazón nuevamente se fortalecería.
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