—Oh, casi no se te notan los nervios —comentó JungKook en medio de una sonrisa ladina mientras sus manos estiraban con delicadeza el cuello de la camisa de quien se encontraba frente a él, un rubio cuyas manos empezaban a sudar de tan solo pensar en las posibilidades de un día que comenzó tan solo seis horas atrás.
En respuesta a aquél comentario, JiMin le dedicó una mirada llena de esperanza.
— ¿Eso crees?—se apresuró a decir, alzando su cara regocijante y mostrando su semblante lleno de luz e ilusión.
El alfa hizo un puchero, aguantando las ganas de apretar los mofletes del omega hasta dejárselos rojos.—Segurísimo, JiMinie. Lo único que se te nota a leguas es que serás el maestro más guapo del mundo a partir de hoy —afirmó, ignorando el hecho de que realmente el omega sí se encontraba ligeramente nervioso.
JungKook esperaba que la confianza en su tono le diera ánimos al rubio como si de poderes se tratara, y que tras pasar la puerta de salida llevara consigo la mayor seguridad posible, para así tener un maravilloso día.
Por su parte, JiMin le dedicó una grande sonrisa al menor, aspiró hasta llenar sus pulmones y salió a la calle, con la mochila llena de expectativas y pensamientos que le acompañaron en su trayecto.
Estaba enormemente enternecido por la atención que este le había dado luego de darle la noticia, quizás por la manera en la que este dejó un desastre en la cocina —cuyo esfuerzo por limpiar seguro sería enorme—solo para prepararle a JiMin un desayuno en forma de animalitos, servido en una nueva lonchera azul y rebosante de cariño.
Pero a medida que pequeños detalles como ese se hicieron presente desde hacía varias noches, crecía en JiMin una flama de culpa. Porque a pesar de que adoraba ser el centro de atención para JungKook, de que le ayudaba a preparar el material para sus actividades como docente, no podía ignorar el hecho de que se exigía mucho.
Se notaba el cansancio en su mirada, en el negro de sus pupilas, en el jadeo y los gruñidos que lanzaba el alfa dormido. Y eso, le hacía sentir mal a JiMin.
Claro, estaba agradecido como nadie, pero también quería que su pareja estuviese tranquilo, sin generar la mínima pizca de estrés en su cuerpo, pese a que internamente, su omega ya había olfateado el aire lleno de tensión, que intentaba ocultarse para no afectarlo.
Quizás era porque JungKook lo había llamado solecito después de un tiempo sin hacerlo, aunque no fuese malo, le hacía retorcer las tripas ligeramente, pero no como solía ser.
Se había mantenido ocupado con sus planificaciones para dinamizar sus clases para los cachorros que comenzarían a ser sus estudiantes, algo que ayudó a disfrazar ese nudo en estómago hasta convertirlo en emoción y nervios.
Creía firmemente que su vocación era esa: enseñar. Desde muy joven tuvo sentido ayudar a otros usando diferentes métodos según la persona, porque comprendió que no todos seguían el mismo ritmo. Tuvo compañeros que leían, repetían y otros que usaban gestos o creaban canciones para memorizar, aunque para él no tenía sentido inventar una canción sobre las células o recitar en voz alta la tabla periódica doce veces si al final del día esa persona vaciaría el conocimiento en una hoja de papel y ¡zas! Adiós información, hasta nunca.
Por ello, cuando terminó su carrera se propuso a enseñar, pero hacerlo de verdad. Y con ese pensamiento en mente cruzó el umbral de la escuela cubierto de una capa de confianza.
Claro que, una vez que tuvo en frente a quince cachorros de entre seis y siete años revoloteando a primera hora del periodo escolar, no fue la confianza lo único que lo ayudó a presentar, sino también el instinto paternal que vivía dentro de él.
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Diagnóstico al omega » YoonMin
FanficDesde huesos rotos hasta doctores con métodos innovadores, en el Hospital Wolfie todos los días se viven casos de casos. El residente Min YoonGi no creyó que habrían mayores retos que el de salvar una vida, hasta que Park JiMin entró en la suya, arm...