Alrededor de doce minutos para marcar las cinco de la tarde, dos horas exactas desde el inicio de un turno repleto de trabajo del cual Min YoonGi escapa por un momento, y que bajo la irónica idea de tomar aire fresco se sentó en las escaleras que los fumadores usan con bastante regularidad.
Cualquier creería que no es más que un holgazán que siempre se escapa, pero en realidad es una de las reglas más básicas en su mundo: si no puedes más, date un respiro.
El límite del panorama al que sus ojos se desvían no es más que una pared color marfil a pocos metros delante de él. No es ni por asomo una obra de arte, pero su mirada casi borrosa se concentra en esta durante largo minutos, a la par que sus pensamientos viajan desquiciados por su mente.
Está buscando una manera de distraerse a sí mismo de la reciente sensación que caminaba danzante por los vellos de su piel, produciéndole cosquillas electrizantes que le hacen farfullar por lo bajo.
Le resulta complicado no pensar también en el ardor que vive fogoso en su pecho. Arde, como el alcohol que cae sobre una herida abierta, o como el par de ojos de quien se arrepiente tras horas de desvelo.
YoonGi se restriega la cara con sus manos para luego palmear suavemente sus cachetes, buscando espabilar sus sentidos. La sangre le corre internamente en distintas direcciones, avisando que no era la primera vez en que aquella extraña sensación se apoderaba de él, y que dentro de muy poco, lo haría sentir peor.
Sin embargo, esa calidez no se asemeja a otras veces. Se siente como un roce intencional extendiéndose por su pecho y estómago, haciendo que su boca se reseque y su pulso se acelere. No entiende cómo puede ser tan impredecible, la noche anterior estaba completamente bien, sumido en el silencio y la tranquilidad de su subconsciente.
Alza su brazo para taparse los ojos mientras muerde su labio y resopla en voz alta. Sabe que no escogió el mejor lugar para calmarse gracias al conjunto de sonidos que le rodeaban: el palpitar de las venas en su frente, el claxon de los autos, y los zapatos que retumbaban contra la cerámica mientras se aproximaban.
Hay un pequeño espacio en esa posición que le permite observar la figura que venía hacia él dando zancadas, casi como un corredor profesional buscando cruzar la meta.
Kim NamJoon llega derramando gotas de sudor por la extensión de su cara y cuello, e inclinándose reposa las manos sobre sus rodillas mientras una profunda bocanada de aire se cuela por su boca.
— ¿Qué te pasa? —preguntó mientras estiraba sus brazos y bostezaba para fingir una siesta, y no una crisis existencial por la fecha de su celo o lo que fuesen esos síntomas.
Por su parte, entre jadeos y un ataque de tos que duró solo unos segundos, se incorpora el alfa con ojos brillantes y vidriosos. El semblante de NamJoon solo podría describirse como desesperación, y eso despertó preocupación en YoonGi seguida de las palabras en respuesta del contrario:
—Escóndeme, por favor —pide tras una reverencia frente al pelinegro.
Tras levantarse de golpe, YoonGi empuja por accidente al moreno, quien cae reposando su trasero en el suelo.
— ¡Kim NamJoon, regresa ahora mismo! —gritó demandante una voz que provocó el enderezar en la espalda de ambos por mero instinto, cuales reclutas al oír a cualquier militar de alto rango.
La voz sonaba lo bastante lejos como para darle un chance de escapatoria fácil a NamJoon, por lo que YoonGi aprovechó inmediatamente de levantarlo bruscamente.
Dio un vistazo fugaz a su alrededor, moviendo su cabeza cual gato al que engañan con un trozo de comida. Sonríe al recordar la puerta —cuyo propósito es una incógnita— que está en el piso de abajo, por lo que se apresura en halar al monero por el borde de su uniforme mientras bajan sigilosamente unos escalones, y logra lanzarlo con una fuerza que desconocía tras aquella puerta que escondía lo que parecía un depósito con insumos, en el que el cuerpo —corpulento— de NamJoon apenas y encajaba.
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Diagnóstico al omega » YoonMin
FanficDesde huesos rotos hasta doctores con métodos innovadores, en el Hospital Wolfie todos los días se viven casos de casos. El residente Min YoonGi no creyó que habrían mayores retos que el de salvar una vida, hasta que Park JiMin entró en la suya, arm...