3: Ojitos que interrumpen.

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— ¿Interrumpo?

Apoyado con una mano sobre el marco de la puerta, y acompañado de una enfermera, JungKook los observaba detenidamente. El alfa iba con la cabeza levemente agachada pero sin dejar de fijar su mirada en el par, a los cuales juzgó estarían riéndose debido al brillo que resaltaba en los ojos de su omega.

Quiso esconder el ardor que se instaló en su pecho y evitar que su lobo interno gruñera, él jamás había sido particularmente celoso, pero no podía olvidar que aunque JiMin fuese su pareja —por dos años— él aún no lo había siquiera marcado.

— ¡Volviste! Eso fue rápido. ¿Cómo te sientes? —JiMin se acercó al castaño dejando atrás al interno que seguía parado en la habitación como un adorno. 

La atención de YoonGi se fue hacia algo más, cualquier cosa que pudiera distraerlo de la sensación que vomitaba su ser desde lo más profundo. El nudo que se formó en su estómago era similar a la indigestión, y la causa de ello eran los pasos que resonaban en la cerámica a medida que el omega se acercaba al recién llegado.

Un bufido se le escapó de los labios sin planificación, y se dedicó a oír muy pocas partes de la conversación de la que, claramente, no formaba parte.

—El doctor Jung pasará en una o dos horas con los resultados y muy posiblemente podrán irse a casa —aclaró la enfermera hacia la pareja, percatándose también de la presencia de YoonGi—. Y también quiere verte, señor Min, urgentemente.

¿Por qué todos se molestaban con llamarlo señor? Se alegraría de escucharlo una vez que estuviese casado y con tres cachorros.

—Entiendo, permiso —arrastró las palabras casi tanto como sus deportivos por el piso, evadiendo a toda costa los ojos color avellana que lo acechaban, sabiendo que si se los cruzaba su lobo estallaría en cólera.

Una vez fuera y con la puerta cerrada detrás de sí, YoonGi finalmente recargó su espalda, y aspiró fuertemente mientras sus manos revolvían sus negros cabellos. Todavía se sentía en el aire el tranquilizador aroma de lirios, que parecía seguirlo a donde fuese, y además el mismo que había estado rodeándolo a solas con el omega que lo transmite, hasta que se fue disipando hasta juntarse con otro olor.

Recordó entonces que «muy pronto podrán irse a casa», palabras amargas que le provocaban emociones entremezcladas. Solía imaginarse la era donde todos eran lobos salvajes y libres, que peleaban con tal de cortejar a sus parejas destinadas, pero solo pensarlo le daba escalofríos por lo troglodita que sonaba todo aquello; aunque a JungKook le costase mantenerse en equilibrio, YoonGi dudaba poder vencerlo en un duelo de garras y mordiscos, y eso lo hizo sentir aún peor.

Sin embargo, la cereza en el pastel del sufrimiento era la imagen de HoSeok esperándolo impacientemente con un bisturí en mano si se atrevía a no llegar a tiempo. Y así, YoonGi se encaminó tan rápido como pudo mientras le enviaba un mensaje de texto al susodicho cuyo paradero no conocía, gracias a que aquella enfermera tampoco tuvo la decencia de explicarle dónde encontrarlo.

Tuvo que caminar sin rumbo por varios minutos hasta que HoSeok finalmente le indicó irse a su despacho a través de un mensaje de texto. Una vez dentro, cerró detrás de sí la puerta con sumo cuidado, había un aura bastante irregular en el aire: seriedad.

— ¿Me necesitabas? —preguntó YoonGi toscamente, llamando la atención del beta que volteó inmediatamente a verlo justo como la alfa del exorcista. El pelinegro se removió incómodo con la mirada que le dio HoSeok, sus ojos parecían dispararse atentamente a él con una sonrisa... digamos diabólica.

—Siempre te necesito, Min. ¿Cómo te fue?

Claro, diabólicamente chismoso era su gesto.

—Te descubrí, me hiciste parecer un tonto frente a JiMin con eso de las preguntas de rutina que claramente ya había contestado —confesó el alfa lanzándose a la silla de cuero que usaba el doctor, un largo suspiro se alargó fuera de sus labios.

Diagnóstico al omega » YoonMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora