¡¿BIZQUITO?!

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En definitiva, la egipcia sabía que demorar más de un día en un único lugar traería como consecuencias el ser descubierta, pero es que también era tedioso y muy cansino, el vivir todo el tiempo huyendo de una situación a la que sin medir las consecuencias debía enfrentar.

-¿Como me encontraste? -indagó con cautela, aún en el mismo lugar, pero con su mirada puesta en el helicóptero de su propiedad que estaba frente a Andreį, lo que le resultaría casi que imposible alcanzarlo sin tener que cruzarse con él.

Que para ése momento, ante la pregunta que fue hecha, giró su cuerpo en dirección a la morena, que en más de una ocasión había detallado y no por que ella despertase en él alguna clase de lívido.

En realidad se debía a esa peculiaridad de su belleza, ya que Leto aunque pequeña y delgada, gozaba de un color de piel trigueña oscuro, que la hacía ver hermosa.

Debido a que esté le acentuaba muy bien a su porte en general, además de que su cabellera, la cuál normalmente usaba en su textura natural, como lo eran sus largos risos, la convertía en una belleza poco común, ya que hoy en día eran pocas las mujeres que él conocía, capaces de portar tanta naturalidad sin apegarse, de hecho no conocía a ninguna, no del cabello.

Por que si mencionaba a Evangly, ella siempre fue una belleza natural, de la que siempre se sintió cómoda con lo poco o lo mucho que tenía, así siempre le dijo y así siempre le encantó.

Por que en realidad no depende de lo que la mujer o el hombre se hagan, si no de la confianza que impongan ante los demás, para que éstos con gustos compartidos o no, lo acepten.

-De una manera tan peculiar que nadie había analizado, es muy... -se quedó mirándole, lo poco que dejaba ver de su rostro y que se vio descubriendo que estaba sin una gota de maquillaje; transportandose en pensamientos de que en definitiva ella sería la indicada.

》Prometedor llamarte el escorpión cola negra del desierto de Libia, así que digamos que fue la primera pista que me dejaste o quizás tú amiga dejó -la miró sonriente, haciéndola que frunciera un poco su ceño, pues por un instante en que inmediatamente se recompuso la hizo dudar, al punto de llevarla a creer por un instante tan estupida teoría por parte suya.

Lo que causo una sonrisa aún más grande y siniestra, cuándo el masculino vio, como por su cabeza surgió aquella tan particular duda, de la que disimuladamente dejó aún lado.

-¿Vienes a matarme? -indagó procurando que él se perdiera en aquella pregunta, que lo llevaría a encontrarse con la realidad que ella provocó y así lograr almenos una ventaja de escape.

Por que si regresaba, conociendolo acabaría con todos, los que allá dentro le importaba, por el simple placer de también causarle dolor a ella.

Por lo que de manera ventajosa, aquello que había planificado sucedió tal como lo había previsto, por lo que se dirigió a toda prisa hasta el helicóptero, sin embargo las grandes zancadas, producto de la facilidad de su estatura, hicieron que Andreį le diese un puñetazo en la costilla, lo que la desestabilizó al punto de llevarla al suelo en una caída un tanto dolorosa, debido a lo caliente que estaba aquél recinto.

Pero que al masculino le daba igual, como tampoco se detendría por que fuese mujer, claro que no, ella era la causa de su sufrimiento y un género no detendría los planes del demonio, como tampoco detendría las aberrantes y atroces ganas de causarle dolor, aunque sea en un mínimo.

-Antes vengo a usarte, querida mierdita -respondió con sadismo y con ojos obscuros que detalló con tanto esmero, pues en ése momento estaba siendo presa de sus manos, las cuáles posaban en su garganta y que cada vez más la ajustaban con fuerza, sintiéndose ahogada y con varias lagrimas producto de la presión, las cuales se acumularon en sus orbes.

La BRÚJULA del DEMONIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora