TIEMPO....

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¿Será posible que los efectos de la primera borrachera siempre serán los peores?

O... ¿acaso eso sucede en todas las borracheras, no importa el número?

Para la egipcia que aún estaba envuelta en la colcha que cubría su diminuto cuerpo, todo le estorbaba, en absoluto todo.

Así como también todo le dolía, inclusive el hecho de tener que abrir los ojos, sin embargo haciendo un esfuerzo sobrehumano se levantó sintiendo algo de mareo y unas incesantes ganas de botar hasta el alma, por lo que se dirigió a pasos rápidos en dirección al baño, no pasando por alto la pequeña molestia que sentía en su cuerpo, especialmente en su entrepierna.

Sin embargo ahora lo más importante había sido correr a tiempo para botar todo aquello que su cuerpo ya no resistía 《esto es deprimente, por poco hasta vomito mi ropa y los zapatos》 pensó para si misma, por que tal parecía que la noche había estado tan pesada, que ni aliento de quitarse los zapatos; al parecer tuvo.

Lo bueno es que no volvería a tomar, bueno... no hasta ése punto y si podía huirle a cualquier punto mucho mejor para ella, por que en definitiva aquello era horrible, además de que la fuerza que ejercía en las arcadas aumentaba su intolerante jaqueca.

Sin embargo como todo, que siempre tiene un final o eso se decía, aquellas ganas de vomitar cesaron, deseando largarse a la mansión del polaco, por lo que llegando hasta la habitación nuevamente se percató que en la mesita de noche había una pastilla y un vaso de agua, con un mensaje muy contundente 《Tomame / Bebeme》a lo que no hizo caso, ya que no confiaba en nadie y aunque podía ser un analgésico para calmar esa jaqueca que ahora la mataba y que muy probablemente la había dejado el ruso, simplemente no la tomó por que no sabía que había pasado en ése transcurso en el que ella estaba inconsciente por la bebida.

Por lo que sin más, percatandose que lo único que recordaba que había llevado había sido de que su celular, el cuál también permanecía en el bolsillo de su pantalón, tomó el gabán que había visto tirado cerca a la puerta de la entrada a la habitación, el que inmediatamente recogió para finalmente marcharse.

Pues no había más nada de ella, además de que también pasó por alto el incómodo dolor que sentían sus piernas, sus glúteos, su cuerpo... y es que; ¿quién sabe como mierda habría caído anoche? o... ¿y si Andreį se había aprovechado y la había torturado hasta desfallecer? Quizás esa podría ser una razón por la que extrañamente él se había portado un tanto amable la noche anterior.

Mientras en Auchwitz- Birkenau, bajo la atenta mirada del polaco, Andreį y el ya mencionado esperaban que el desayuno fuese llevado a la mesa que daba al jardín y también de cierto modo a la entrada del recinto; percatandose el mayor de muchas cosas y teorías que abarcaban su cabeza.

-¿Que tal tú noche? -indagó el polaco, llamando la atención de un Andreį que estaba sumergido en el abismo de sus pensamientos más turbios o así él los denominaba.

-Nada fuera de lo común, como siempre aburridora -le explicó evitando de cierto modo su mirada, sabía que Apoloniusz sospechaba cosas, las cuáles conociéndole en cualquier momento él vomitaría.

Apoloniusz que conocía a sus hijos como la Palma de su mano, aún sin importar que éstos fuesen un par de tímpanos de hielo, sabía cuándo algo estaba fuera de lugar o cuándo algo les perturbaba, al punto de quitarles el sueño y es que aparentemente en Andreį todo estaba en orden, sus actitudes y acciones seguían siendo las mismas y más aún después de la muerte de su esposa, pero aun con toda esa supuesta calma, algo pasaba, algo que quizás ya él sabía que pasaría.

-¿Chocolate? -preguntó dejando de un lado aquél tema, al tiempo en que tomaba la jarra de chocolate para esté servirse la segunda taza de aquél humeante y espeso líquido, al que sabía Andreį le encantaba, sin embargo le había causado extrañeza el que estuviera acompañando su desayuno con café.

La BRÚJULA del DEMONIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora