EVERYTHING YOU LIKE • sillie

O4. ALL THE GIRLS WITH HEADS INSIDE A DREAM

Sadie ni siquiera supo como es que esa mano terminó en su rostro, mientras salía y caminaba lo más lejos posible de la casa de su compañera de trabajo repasando mentalmente y haciéndole eco en el cerebro aquel comentario que hizo.

No le pareció grosero, no entendía como es que Millie se exaltó tanto, aunque su rostro estuviera tan neutro como el de una vieja pintura, pero ella simplemente abandonó la casa de los Brown careciendo de tolerancia por aquel golpe, no avisó y salió corriendo por la puerta.

¿Quién se creía que era aquella pequeña idiota quinceañera? Le pareció patética de nuevo, golpearía a Lily Rose en el blanco rostro por hacerla hacer parte del trabajo de Millie. Se preguntaba porque no le había devuelto el golpe siendo ella cuatro años mayor, ahora se arrepiente, quisiera volver y estamparle la mano en la mejilla con la misma fuerza.

Cuando dejó de respirar con enojo y su ceño fruncido se fue revisó la hora de su teléfono, aún había algo de sol aunque donde vivía oscurecía bastante temprano, en medio de la calle escuchó a su estómago rugir.

Se preguntaba si Lily Rose habría almorzado ya, tenía hambre y realmente no quería volver a su casa. No hasta las seis, y apenas eran las cuatro con un par de minutos pasados. Almorzaba con Lily Rose casi todos los días, ya que pasaba sus tiempos libres en la casa de la rubia, escuchando música o viendo películas matando su tiempo en lo que su turno en la cafetería de la ciudad llegaba. Hoy era su primer día libre de la semana, sino estaría atendiendo a los muchos clientes que se paraban en el mostrador.

Realmente no necesitaba el dinero, pero odiaba estar en su casa y esos billetes le servirían en algún futuro. Y olvidaba poner diez dólares en su mochila para cualquier cosa que necesitara en el día, como en ese momento que estaba muriendo de hambre.

Suspiró para acercarse a la banca más cercana que tuviera, y llegar a esa banca le tomó unos diez minutos más de caminata ya que seguía en uno de esos lindos y limpios vecindarios. Tomó asiento abriendo su mochila tratando de encontrar algo que comer, pensó en darse por vencida hasta que recordó a la manzana que había guardado de su almuerzo, después tan sólo la limpió un poco con el interior de su chaqueta.

Le dio una mordida cruzándose de piernas, sacando sus enredados audífonos y un libro con la portada medianamente maltratada, puso algo de música mientras leía aquel libro del que ya se había memorizado muchas líneas de tanto leerlo.

Escuchaba a Lana Del Rey mientras memorizaba cada pequeña parte de Orgullo y Prejuicio, haciéndose una nota mental de lo mucho que amaba cada palabra que estaba escrita.

Y así se fue su tiempo escondiéndose del mundo exterior, hojeando entre la página siguiente a la otra, sus azulados ojos paseándose por cada renglón del párrafo y tarareando la canción que escuchaba por los audífonos. Claramente tardó poco en terminarse la manzana.

Cuando notó que ya estaba por oscurecer y quedaba muy poca luz decidió chequear la hora una vez más, faltaban diez minutos para las seis. Decidió caminar lento para atrasar su hora de llegada a unos quince minutos.

Reconoció su casa y como un brillante auto estaba aparcado frente al porche de esta, retrocedió y se quedó en la esquina viendo si la puerta de la iluminada propiedad se abría en algún momento.

Sintió su hombro ser palmeado, se sobresaltó y retiró uno de sus audífonos mirando de quien se trataba.

—¿Trabajas para tu madre ahora? ¿Esperas engatusar a hombres en la esquina con esas medias de zorra también? —Sadie puso sus ojos en blanco. Wyatt tan sólo rió —¿Cómo te va? Tenía días sin verte por aquí, creo que has estado llegando tarde.

Sadie asintió. Sonriéndole con calidez a Wyatt por su preocupación.

—Mis turnos en el café han estado siendo extendidos —el rizado asintió haciendo su crecido cabello rebotar.