Capítulo 35

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-¿Cómo fue la última ecografía, Laura?-preguntó María una vez los platos estuvieron repartidos.

Will limpiaba la boca de Alberto mientras miraba a Laura con curiosidad. No pudo ir a la reunión con la ginecóloga de Laura, por lo que también quería saber lo que dijo.

-Bien, Carmen dice que el niño está bien y todo va en orden. Me dio una ecografía para vosotros, luego si queréis os la doy.

Will asintió sonriendo a todo lo que decía Laura. Charles lo miraba divertido.

-¿Ya habéis pensado en nombres?-preguntó sabiendo que ese tema estaba lleno de polémica.

-¡Yo quiero que se llame Eva!-dijo Alberto levantando la vista de su comida y sonriendo con su cara llena de tomate.

Todos rieron ante el comentario del pequeño mientras Will le limpiaba de nuevo la boca.

-Alberto está muy emocionado con su nuevo hermanito o hermanita. No deja de abrazar a su hermano, ¿a que sí?-explicó Laura.

El niño asintió y siguió comiendo.

-No tenemos decidido el nombre todavía. Preferimos saber primero el sexo del bebé antes de pensar nada-dijo Will.

-Ay, no dejéis que os pase como a tu padre y a mí. Estuvimos convencidos de que Will era niña hasta el mismo día del parto, pero luego nació con un precioso amiguito y tuvimos que ponerle el nombre del bisabuelo de Charles.

Toda la mesa rio mientras Will se sonrojaba y se quejaba ante la anécdota que su madre había explicado. 

-Luego, cuando estaba embarazada de Percy, no dejé que me pasara lo mismo y fui cada mes a revisar si el niño seguía siendo niño o había cambiado de sexo mágicamente.

Ahora era solo María quien reía. Dejó de hacerlo cuando vio la seriedad con la que había dejado la mesa y recordó lo mucho que extrañaba a su hijo. Comió un trozo de lasaña, aguantando las lágrimas de tristeza y culpabilidad. Su marido agarró su mano, como llevaba haciendo desde hacía algunos años. Will carraspeó entonces y sacó otro tema de conversación, para aligerar el ambiente. 

Una vez terminada la comida, Laura se acercó a María para preguntarle algo que le rondaba por la cabeza desde hacía dos meses:

-María, ¿puedo beber té?

La mujer se sorprendió ante esa pregunta.

-Claro que puedes. No más de una pequeña taza al día, pero sí que puedes.

-¿Puedes ayudarme a convencer a Will? No ha dejado de leer libros de maternidad y está convencido de que hará daño a nuestro hijo si bebo té. Es que me encanta y Will es muy pesado con que no puedo beber-solicitó Laura haciendo un ligero puchero. 

-Ay, pobre niña. Su padre era igual. No fue hasta que me quedé embarazada de Julie que por fin dejó de darme la lata con lo de la comida. Ven, vamos a hablar seriamente con mi hijo.

Mi amor no es ciego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora