XII.

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El sábado por la noche estaba que me comía las uñas de los nervios. Tenía una cita con un mujeriego guapísimo de ojos avellana que interrumpía mis pensamientos desde el día en que lo ví en Johns. Resultaba ser un chico tan díficil de comprender, con tantos misterios y secretos dentro de sí que aveces no sabía como reaccionar ante sus burlas. ¿Y que tenía planeado? ¿Llevarme a un restaurante? ¿Llevarme a un parque? ¿A una heladería? ¿Al cine? Una parte de mí estaba convencida de que el solo quería meterse en mis bragas, pero la ignoraba rotundamente mientras elegía entre el vestido caqui o el vestido morado. Me había duchado y planchado el pelo. Solo me quedaba elegir el vestido y los zapatos.

+ ¿Haces algo esta noche? --Chris entró en mi habitación alejándome de mis pensamientos.

No Chris, me había duchado, me había perfeccionado el pelo lo máximo que pude, llevaba media hora eligiendo un vestido y me había maquillado mucho más de lo corriente. Pero iba a quedarme en casa a ver telebasura, eh.

+ ¿No te acuerdas? ¡He quedado con el imbécil ese!

Ella soltó una risa pillina, y era contagiosa. No pude evitar reírme.

+ No será tan imbécil si le aceptas una cita, Sarah...

Quise gritarla que era porque me dejase en paz todo lo que me quedaba de vida pero había desaparecido por la puerta. Finalmente, me elegí por el vestido morado. El pelo me caía por abajo los hombros y afortunadamente, hoy me lo veía bonito. Mi pelo era algo que cambiaría de mí sin dudarlo dos veces. Estaba preparada, o eso quería creer. El timbre sonó y casi se me sale el corazón.

+ ¡Abro yo! ¡Ni te atrevas, Chris!

Allison esta noche iba a dormir en casa de sus padres. Toda la casa estaba vacía para Chris. Según ella "iba a estudiar toda la noche". Tenía la respiración entrecortada, en menos de cinco segundos tendría adelante al ser más horrible, grosero, intimidante y a la vez sexi de todo el mundo. Solté un pequeño suspiro y abrí la puerta. La imágen que tenía adelante era la del chico más perfecto que había visto jamás. Ya está, Sarah Brooks, pierdes la partida. Con esa mirada de boba enamorada con la que lo estabas mirando, habías perdido mucho de tú dignidad respeto a él. Cuando mis ojos se posaron en los suyos, ví que estaba igual que yo. Sus ojos estaban consumiendo con la mirada, y nunca me había sentido tan deseada. Era como si me arrancara el corazón con tan solo mirarme así. Por un momento me olvidé de que me humillaba y me insultaba cada dos segundos, y era un chico tierno y simpático. Pero como siempre, tubo que abrir la boca. Su boca, oh... era más irresistible de cerca, y me llamaba a gritos que plantara mis labios en los suyos.

- ¿Vas a pasarte toda la noche comiéndome con la mirada o podemos irnos?

Qué verguenza. Y qué prodigioso.

+ P... podemos irnos.

Puso los ojos en blanco y sonrió como un niño de mamá, lo que me pareció exageradamente adorable. Niño de mamá, lo último que era. Al salir, ví una moto vieja aparcada delante de nuestro piso, y negué la cabeza.

- ¿Qué haces? --me preguntó, extrañado.

+ No me pienso subir a esa cosa.

- Que va, no te vas a subir a esa "cosa"...

Me sentí aliviada hasta que dijo:

- ...te vas a subir allí.

Giré mi mirada donde su largo dedo señalaba burlón, y ví otra moto. Pero esta no era una moto vieja e abandonada. Esta era una moto de las nuevas, de esas que llevan los chicos malos en las películas, dando bandazos por las carreteras. La próxima vez tendría que informarme más sobre él antes de aceptar su estúpida cita. Era un chico malo... y aún así me moría de ganas de él. Me tendió la mano y no la rechazé, porque éramos sábado y quería despejarme de lo normal qué era mi vida, y porque el contacto físico con el ojos avellana me ponía ardientemente exaltada.

- Con cuidado.

Gemí cuando me colocó las manos en la cadera, y me ayudó a subir a la moto. Sí eso me estaba desesperando de deseo y tan solo me había intentado ayudar a subir en su moto, no me imaginaba como tendría que estar Cassie ayer, bailando contra su estupefacto cuerpo. Con una sonrisa, él se montó frente a mí y me pidió, con la respiración ajitada:

- Cógeme por la cintura, nena.

Le hize caso, aunque me lo pensé dos veces. Noté sus músculos bajo las dos capas de su chaqueta y su camiseta. Él me cogió las manos, y me las puso por debajo la chaqueta, lo que hizo que notara más sus perfectos músculos.

- Antes de todo...

Encendió el motor, provocando que el ruído me impediera oír lo que iba a decir a continuación. Pero gritó, así que lo oí a la perfección.

- ... quiero que sepas que me llamo Kevin. Kevin Crawford. 

Nos alejamos a toda prisa del centro de Los Ángeles. Estube pensando en su nombre y en su tacto todo el trayecto. Kevin Crawford, un nombre sensual para un tio aún más sensual. Después de varias semanas con encuentros inesperados, sabía su nombre. Y parecía por alguna razón que ese tal "Kevin Crawford" iba a sacudir mi vida, porque cuando se giró a mirarme y apreté más las manos en su cintura, comprendí el significado de desear y a la vez odiar a alguien. Y me odiaba por eso.

El norte, el sur, y la brújula ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora