XVIII.

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Unas manos me agitaban repetidamente, y abrí los ojos asustada. Harry me abrazaba, de cerca olía a perfume caro. Me sonrió y dijo en voz baja, como si quisiera que nadie nos oyera:

- Se acabó la película.

+ Me... me quedé totalmente dormida. Lo siento.

- Tranquila, no eres la primera que se duerme con una película.

Me reí y dije:

+ Me voy al piso, deben ser las doce pasadas y...

- Como quieras. Pero puedes quedarte aquí a dormir siempre que quieras. Ya lo sabes.

+ No sé, ¿no te molesta?

- Iré preparando la cama.

Sonreí y me levanté a por un zumo, me lo acabé en diez segundos, estaba sedienta.

+ ¿Tienes pijama? --alzé la voz.

Me tiró una camiseta suya, con un 09 escrito al medio en letras gigantes y azules, y dijo:

- Te quedará perfecta.

Me sonrojé, y me cambié en el baño mientras me hacía un moño alto ya que hacía mucha calor. Entré en su habitación, su cama era muy grande y cabían como máximo tres personas, me tiré, cansadísima y bostezé un par de veces.

- Dios... te queda... ¿llevas algo debajo?

+ Mmm... no. --dije, sonrojada.

- Aún más, Sarah. ¿Lo haces expresamente?

+ ¿El qué?

+ Provocarme.

Su lado salvaje me sedució y sonreí, pícara. Me tapé con la manta y de repente me entró una sensación fría, así que deje el pelo caer por mis hombros y me abrazé a una almohada.

- Puedes abrazarme a mí.

Me relajé, me dejé ir.

¿Que tenía de malo dormir abrazada a Harry?

Mi subconsciente me susurraba: "pues que no es Kevin Crawford..."





El norte, el sur, y la brújula ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora