Capítulo 3

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Herausfordernde Charaktere.

(Desafiando Carácteres).

Michelle.

La mañana del primer jueves de agosto se siente sofocante, el ambiente manchado de negro, guardando el luto por Larry, quien es enterrado a escondidas por las personas más cercanas a él.

La llovizna comienza a caer en medio del borroso ambiente, repleto de la típica neblina que hace más triste este suceso. Rhosyn a mi lado se mantiene quieta, sin llorar, sin emitir lamentos y sin mostrar algún tipo de vulnerabilidad que sé que esta muerte le provoca. Con mis manos atrás, en mi espalda, veo como la caja es ingresada poco a poco en el agujero de tierra que se hizo; no hay misa, no hay cantos, no hay rosas, ni mucho menos el sonido de algo que pueda despertar las esperanzas en nosotros. Se ha ido, en un lugar que no es normal, porque ni a un funeral apto se puede llegar a tener.

La orden no hace ceremonia en memoria de él, pues fue un encarcelado que se merecía la muerte por la misión fracasada que tuvo, esa que le echaron al lomo sin ser de él. Acá se hace ese tipo de cosas solo para los Agentes honorables, y claro que Larry lo era, pero por ese nuevo líder lo rebajaron hasta el último escalón de mierda.

Cuando la caja ya está hasta el fondo, tomo una de las palas del mojado suelo y empiezo a apalear, toda la tierra echa lodo, metiéndola en el agujero para sellar, bajo las gotas de lluvia que se intensificaron formando una tormenta agresiva.

Lucas es uno de los que me ayuda llenando el agujero, junto a Leah, los dos amigos míos y de Larry. Lo hacemos con afán, sabiendo que nuestro tiempo se ha acabado, probablemente ya estarán en formación los demás soldados.

Rhosyn no hace nada, sigue estática en su lugar y creo creer que la comprendo. Concluimos, todo rellenado y así, con solo eso, nos retiramos del bosque, junto a nuestras armas, corriendo hacia los campos de guerra alertas por cualquier ataque que podamos tener en estos momentos, mientras cruzamos la espesa maleza llena de depredadores.

El uniforme pesa, y más cuando está mojado, al igual que las botas, pero aun así llegamos a donde queremos en menos de cinco minutos. Son las seis de la mañana y tal cual lo pensamos, todos los soldados están trotando alrededor del campo de lodo, emitiendo un canto de guerra, el cual me hace arrugar las cejas observando mi alrededor.

—¡En la marcha estamos ya! —Lidera un Gran Maestro, Axel Reckholder.

—¡En la marcha estamos ya! —Repite todo el batallón a cargo de él.

—¡Firmes y unidos! ¡Fieles soldados! —Su voz es firme, al igual que la de los demás.

—¡Firmes y unidos! ¡Fieles soldados! —Me uno trotando al lado de mi grupo.

—¡Miles de apellidos y una sola familia!

—¡Miles de apellidos y una sola familia! —El corazón me late fuerte. La mirada la mantengo al frente, sin faltar a los modales de un soldado.

Esto se canta solo exclusivamente cuando estamos por ir a una misión de guerra, horas antes o minutos antes, y ahora, según yo, no hay misión suicida en estos meses.

—¡Dispuestos a dejar el honor en alto! —Se pasa por el lado de cada uno.

—¡Dispuestos a dejar el honor en alto!

—Estás en problemas —me dice Axel cuando pasa por mi lado. Lo miro de reojo y no necesito que me diga más para entender a qué se debe el comentario.

—¡Lomos de acero!

—¡Lomos de acero!

—¡Pechos de acero!

Felonía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora