Capítulo 4

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последний отдых.

(El último descanso).


Michelle. 

Recibo la llamada que Vanessa me regresa luego de que yo la haya llamado alrededor de cinco veces. Es que, ¿qué tanto hace para no contestarme? Si algo me impacienta es que no acudan a mí llamado, y ella es una de las que le gusta ir en contra de eso.

—¿Dónde andas? —soy la primera en hablar.

—¿Ya están en el restaurante? —Las ráfagas de viento se oyen a través de la llamada, es como si ella estuviera expuesta en un lugar alto. Los detalles no me son difíciles de descifrar.

—Vanessa, acabo de hacerte una pregunta, no la respondas con otra. —Le hablo con cuidado, ya que he notado que su actitud está dañada en estos momentos.

—Ya voy para allá, solo... dame unos segundos —su voz entrecortada es como un activador para mí, en el lado que se preocupa siempre por ella.

—¿Qué ocurre? —Cuestiono esperando a que no haga lo que siempre...

—Nada —...hace. Niega lo que es evidente.

Me veo en el espejo con el celular pegado a la oreja, sintiendo de nuevo aquella relajación y seguridad en mí que me dice que no traicionaré ni por pensamientos a mi hermana.

—Apresúrate, te estaré esperando en el baño.

Cuelgo y me hago a un lado cuando un grupo de tres amigas entran al baño, están alegres, hablan no sé qué cosa entre ellas y me reparan de arriba abajo cuando me ven, las miro fijamente a cambio, sonriendo para que dejen de hacerlo y se vayan.

Retoman su plática, se ven al espejo y como mi maquillaje y mi cabello está intacto, salgo del baño esperando a mi hermana en el pasillo del mismo, me pego a la pared y, «puedes controlarte, es un hombre común y corriente, sí, es una maravilla, pero no puede mojarte más las bragas».

Bien, yo sé que puedo. Incorporo mi espalda cuando veo caminar en mi dirección a Vanessa, luciendo un traje de tacuche en color crema, su falda entubada le llega un poco a la rodilla, la blusa en color vino tinto le queda hermosa, se ve hermosa ella.

—Gracias por venir —me abraza al instante en que está cerca de mí, le correspondo de la misma manera.

—No podría haberte dicho que no —le acaricio la espalda mientras nos separamos.

Las dos mantenemos la misma altura, los centímetros de nuestros tacones siempre vienen siendo los mismos, algunas veces ella los usa un poco más grandes que los míos, por lo que quedamos iguales. Ella es más grande de edad que yo, pero de altura, terminé siendo más grande que ella.

Vanessa se lame los labios, arreglándose inconscientemente su cabello liso, mis ojos la detallan por varios segundos, tratando de descifrar el motivo de su actitud, de sus ojos llorosos y su aura desanimada.

—¿Qué ha ocurrido? —Vulevo a la misma pregunta.— Cariño, cuéntame qué te ha ocurrido.

A veces, soy yo la que parezco mayor que ella, solo a veces. Me vuelve a abrazar cuando una lágrima se le desliza por su mejilla, el pecho me salta y la acojo entre mis brazos.

—No quiero hablar sobre eso, ¿bien? Él me ama, yo lo sé, solo que a veces mantenemos problemas.

Las mismas chicas del baño vuelven a salir, reparan en nosotras hasta irse, y mientras las sigo con mis ojos, arrugo las cejas.

Felonía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora