"Cuando me mira, flores florecen en mis pulmones y no puedo respirar"
—Un recuento de Perséfone y HadesNo tengo palabras.
Mi café en mano; yo mirándolo pero al mismo tiempo enfocándome en nada en absoluto. Me siento ansiosa. ¿Qué está mal conmigo?
—Hola, Liv. —me sonrió antes de soltar una carcajada. Asumí que la razón de su risa era por mi expresión.
Qué idiota, Liv.
Se te meterá una mosca a la boca si no la cierras.
Alinea los chakras.Enarqué una ceja, lanzando mi sorpresa al bote de la vergüenza y devolviéndole la sonrisa.
—Vaya que la ciudad hace de las suyas.
—Estoy feliz de volver a verte. —respondió.
No te sonrojes, no te sonrojes, no te sonrojes.
—Gracias, supongo. —fruncí el ceño.
Uf, qué grosero sonó eso.
—¿Cómo estás? Desperté casi de buen humor ese día hasta que me di cuenta de que ya te habías ido.
—Nunca paso la noche. —Le expliqué, encogiéndome de hombros.
—¿Por qué? —me miró con curiosidad escrita en sus ojos antes de tomar una galleta del plato y morderla.
—Porque... —Espera, ¿qué? ¿Ahora te dedicas a confesarle tus líos a todos? No. Me di mil bofetadas mentales. —No importa. —Suspiré, de repente tensa. —¿Qué estás haciendo aquí, Oliver? —le pregunté de la manera más amable que podía surgir esa pregunta. No quiero ser grosera, aunque sé que siempre lo soy cuando se trata de esto, pero así es como he vivido durante un tiempo y no puedo cambiarlo. No quiero.
La pregunta lo toma por sorpresa porque se calló un momento, procesándola antes de responder con toda la alarmante calma del mundo sumergida en su voz. —Te vi desde la ventana y no pude evitar entrar.
—¿Por qué? —pregunté, claramente confundida.
—Porque.. —meditó un momento antes de terminar. —Porque no puedo dejar de pensar en ti.
No me hagas esto.
No te sonrojes, no te sonrojes, no te sonrojes.
Demasiado tarde, tonta.Negué con la cabeza, desvaneciendo cualquier tipo de pensamientos. —Ni siquiera me conoces bien.
—La intención es hacerlo. Cualquiera sabe lo que se siente querer conocer bien a otra persona.
—Yo no hago esto. —respondí, articulando mi mano entre los dos.
—¿Una segunda cita? —sonrió con diversión en sus ojos.
—Ni siquiera hemos tenido una primera cita. No una de verdad.
—No veo algún problema para cambiar eso. —enarcó una ceja.
Suspiré, cerrando los ojos; recordando todos los rechazos a los que me había acostumbrado con el tiempo antes de mirarlo de nuevo con lo que esperaba fuera una mirada de disculpa. —No hago citas. Pasé una noche increíble contigo, pero.. no salgo con nadie y claramente tampoco soy la novia de nadie.
Me miró fijamente por unos momentos. Si lo hubiera conocido bien en ese momento, me habría dado cuenta de que esta es la máscara que se pone cada vez que se siente desconcertado por algo. O por alguien.
ESTÁS LEYENDO
Querido Valentine:
RomanceAlguien me dijo una vez que al final todos somos historias. Entonces, cuando la historia va por un callejón sin salida y no puedes decidir la curva que quieres tomar para sobrevivir antes de chocar, incluso cuando sabes que la perspectiva está en ju...