—Vas a ayudarme con mi cabello o no? Se hace tarde. Por favorrrr. —le insistí a Em, quien parecía muy ocupada tratando de ganar un juego en su celular. Rodé los ojos.
—Oh, sí, lo siento! —Saltó de la alfombra del baño donde prácticamente se había tirado para terminar de alisar mi cabello. —Qué tipo de evento es esta vez? Te ves muy bonita. —Emmy me sonrió, mirándome en el espejo.
—Es una boda, gente rica como mis padres; el lugar lo dice todo. —Me encogí de hombros y apliqué un poco de lápiz labial rojo mientras ella terminaba mi cabello. —Me ofrecieron buen dinero sólo por dos canciones.
—Eres tan buena en lo que haces, Livy, no me sorprende en absoluto. —Se rió y asintió con orgullo.
—Tampoco es la gran cosa, —le dije, sonriendo con pena.
—Oh, calla. Eres demasiado modesta para tu propio bien. Ojalá yo no sonara como un pollo que sufre cada vez que canto. Pero es obvio, conociendo a tu mamá.
—Bueno, sí, supongo. —Le sonreí, avergonzada.
A lo largo de mi vida me he sentido extraña por el hecho de que mi madre es famosa. Y como cualquiera podría adivinar, no tuve una infancia normal. Las cosas sólo se volvieron más intensas a medida que crecía.
No me gustaba esa vida. Los rumores, las cámaras, los desconocidos. Esas fueron las razones por las que decidí mudarme; no tenía nada que ver con mis padres, a quienes amaba mucho.
Afortunadamente, la mayoría no prestaba mucha atención a la pequeña hija de Alice Connelly. Mi madre había tenido mucha suerte con su carrera y la forma en que la descubrieron. Se casó joven, ya había tenido a mi hermano, y me estaba esperando. Su vida era tranquila y feliz. Y de un momento a otro, cantar en una fiesta familiar donde se encontraba un representante de la discográfica más importante de Inglaterra, abrió la puerta a una vida llena de música y giras. Su vida seguía siendo feliz, por supuesto, pero no tenía tranquilidad. O privacidad. Fueron esos pequeños, pero grandes detalles.
Y mi padre, siendo dueño de una empresa que existe hace generaciones... Dios. Sí, presión. Pero incluso con todo lo que sucedía, siempre intentaron estar al tanto de nosotros. Y no faltó el cariño. Cada uno brillaba con luz propia y gracias al cielo, papá; al ser un amor de persona y adorar a mi mamá por siempre, no se sintió eclipsado por su fama.
Siempre he idolatrado el amor que se tienen. Es fantástico. Pero, repito, esa no era mi vida. Así que tan pronto como pude convencer a mis padres de que estaba hablando en serio y mi decisión no era para nada infantil, me mudé a Malibú y viví con mi abuela, Luce, durante unos años hasta que tuve la edad suficiente para independizarme e ir a la universidad aquí, en Nueva York. El apellido que llevaba tampoco era común, así que opté por el apellido de soltera de mi abuela cuando volé lejos de mis padres. Notarianni, su hermoso apellido de soltera.
Esa fue la solución a ese problema. No puedo decir que no la extraño a ella o mi hermano, que también se mudó con ella y siguió viviendo cerca. Pero no quería volver allí. Ya no era mi lugar.
Es curioso, como un lugar puede ser la fuente de tu felicidad y también la fuente de tu dolor. El único recuerdo que tengo cerca de mí es Em, a quien conocí allí.
—Listo, como una muñeca. —Em dijo, sacándome de mi ensueño.
—Perfecto. Gracias, Emmy. —Le guiñé un ojo y me apresuré a regresar a mi habitación, agarrando mi bolso y llaves y colgando la correa sobre mi hombro. —Te veo en un rato. Diviértete con James. —La besé en la mejilla y desaparecí por el pasillo.
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Querido Valentine:
RomanceAlguien me dijo una vez que al final todos somos historias. Entonces, cuando la historia va por un callejón sin salida y no puedes decidir la curva que quieres tomar para sobrevivir antes de chocar, incluso cuando sabes que la perspectiva está en ju...