—Liv. Liv, ¿estás escuchándome?
...
—Oh, Dios mío, LIV.
—¡Te escuché, Em! —le resoplé al celular mientras intentaba aprisionarlo lo mejor que podía entre mi hombro y mi oído.
—Trato de no morir aplastada por toda esta gente abochornando el metro. Si me ayudas esperando a que llegue al apartamento, te prometo que iré a otra estúpida cita doble contigo —dije, poniendo los ojos en blanco, mi exasperación creciendo.Escuché un chillido de alegría al otro lado de la línea.
—¡Bien, vale! Te adoro, ¿lo sabías?
Casi puedo ver su sonrisa frente a mí antes de colgar.
Dejé escapar un largo suspiro mientras abrazaba mi cuaderno contra mi pecho e intentaba sostener mi bolso con la otra mano. ¿Cuándo me vino la brillante idea de tomar el metro en hora pico? Estoy llena de malas decisiones. Sonreí aliviada en cuanto vi llegar el vagón. Si tengo suerte me situaré cerca de las puertas y así conseguiré un lugar digno aunque esté de pie. Me apresuré a entrar y me apoyé en una de las barandillas, cerrando los ojos por un momento antes de volver a mi estado de alerta habitual. Miré alrededor, observando a las personas con caras aburridas y amargadas que me rodeaban. Me temo que esta vez no hay una cara sin ninguna de esas características para dibujar.
En eso divagaba hasta que mis ojos se enfocaron en él.
Estaba sentado en el suelo, apoyado en el respaldo de un asiento. Tiene los auriculares puestos, por supuesto. No lo culpo. Incluso en medio del bullicio noté su mirada perdida al pasar por las paredes del metro. Mhmp, no parece molesto; pero tampoco feliz. Dejé mi bolso a mis pies, rápidamente empujando mi celular en mi bolsillo y apartando un mechón de cabello de mi cara con exasperación antes de abrir mi cuaderno, tomar el lápiz y comenzar a dibujar.
No es gran cosa, Liv. Tus dibujos de extraños en el metro siempre son improvisados y no todas las personas lo toman como un cumplido cuando les entregas el boceto.
Oh, no importa.
Me ahorré los pensamientos para otro momento y seguí dibujando, desde el gorro negro que adornaba su cabeza hasta la forma en que parte de su cabello sobresalía debajo. Exactamente del mismo color. Me concentré en sus cejas y la forma de sus ojos; ojalá pudiera verlos de cerca. Delinee la nariz y los labios antes de aplicarle los retoques correspondientes. Me resultó más fácil dibujar la forma de su sudadera y chaqueta, pantalones rotos y sneakers.
Le dan el look perfecto de cabrón. Vaya, vaya. Quizás lo sacaron de la página de un libro. Aunque, por supuesto, decir que tiene la pinta perfecta de cabrón sin conocerlo.. No le gustaría a mi madre, quien siempre me ha dicho que no juzgue un libro por su portada, pero después de todo lo que he pasado, es difícil para mí no hacerlo.
Terminé el boceto justo a tiempo y sonreí, apreciando mi trabajo. Me di la vuelta para identificar mi parada. Por suerte no está llena de gente. Antes de que se abrieran las puertas tomé mi bolso, arrancando la página de mi libreta después y obligándome a caminar hacia él.
Noté que fruncía el ceño cuando mis zapatillas entraron al campo de visión en el piso que él miraba y lo vi quitarse un auricular mientras miraba hacia arriba, el color de sus ojos casi me hizo jadear. Verde. No sólo verde, verde mar. Y sus pestañas... Tan negras como su cabello.
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Querido Valentine:
Roman d'amourAlguien me dijo una vez que al final todos somos historias. Entonces, cuando la historia va por un callejón sin salida y no puedes decidir la curva que quieres tomar para sobrevivir antes de chocar, incluso cuando sabes que la perspectiva está en ju...