Neymar Jr X Leandro Paredes.

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Agosto vs Enero

Se encontraba recostado sobre la cama, únicamente con la sábana blanca cubriendo sus genitales y parte de sus muslos. Estaba cansado, pero bastante satisfecho por aquél encuentro con el brasileño.

Lo veía entonces, parado cerca de la ventana con un porro entre los dedos. Al argentino no le agradaba eso, fumar era de las cosas que más le molestaban y sin embargo, no podía reprocharle nada al moreno. No podía; si estaba en su casa, en su habitación y encima recostado en su cama luego de múltiples orgasmos que lo dejaron momentáneamente feliz.

Allí pensó, en qué tan diferentes eran. Por un lado estaba Neymar, aquél jugador estrella que era un poco actor a la hora de las faltas, pero que manejaba esa diestra como ninguno. Destacaba por su gambeta, por su rapidez, por su increíble habilidad. Futbolísticamente hablando, Paredes era inferior a él.

Pero tampoco era mal jugador, eso estaba clarísimo.  Su carrera comenzó temprano, debutando en el club de sus amores, luego de una reserva algo complicada, pero al fin logrando uno de sus sueños.

¿Físicamente? También eran diferentes, el brasileño era un poquito más bajo que él, su tez siempre parecía estar bronceada, como manteniendo en cada momento aquél calor de São Paulo, esa esencia de verano. Leandro era más invierno, sus ojos azulados parecían ser dos bloques de hielo sacados de la Patagonia, su tez siempre blanquecina, como si tuviera algún problema estomacal que lo dejara siempre tan pálido. 

Da Silva Santos Junior era muy verano. Todo en torno a él era cálido, lleno de risas por su personalidad magnética, comodidad. Neymar era esa sensación de placer veraniego, aquél que te da cuando cae una tormenta en pleno enero, esa sensación de calma, pero de sofocacion por la humedad.

Supo allí, que era muy difícil que dos estaciones del año tan diferentes pudieran complementarse.

Porque le parecía absurdo sentirse tan atraído por ese brasileño, no por el hecho de compartir un mismo sexo, sino por lo antes nombrado. 

Quizás era porque muy en el fondo tenía en cuenta que Neymar era para visitar de vez en cuando, en vacaciones cuando pudiera disfrutar del verano, de los carnavales, de las increíbles playas de Brasil.

Porque todo en Ney gritaba Brasil.

Mientras que Leandro tenía ese algo bien argentino en la sangre.

Leandro buscaba tener esa calidez familiera que su país tenía, buscaba esa cosa que únicamente su país tenía. ¿Cómo podía buscarlo en Brasil? No lo entendía.

Simplemente no entendía como estaba tan dispuesto a buscarlo en un país rival, aún sabiendo que quizás no lo encontraría.

Pero se animó, al fin y al cabo; el que no arriesga, no gana.

¿Verdad?

Entonces se levantó, buscó su boxer en el suelo y luego de ponérselo, se encaminó hacía donde él estaba.

Teniéndolo delante suyo, con la ventana abierta y semidesnudo pudo obvervar las luces de la ciudad, y como a lo lejos se reflejaba la Torre Eiffel.

Ahí entendió que no estaban en Brasil, tampoco en Argentina. Que no estaban en invierno y tampoco en verano.

El brasileño le dió una última calada a su porro antes de apagarlo, Leandro mantenía sus manos sobre las caderas del moreno, su pecho rozaba sutilmente con la piel fría del morocho.

Por primera vez, Neymar estaba frío, mientras que Lean estaba cálido.

Qué irónico.

Pensó mientras rozaba su naricita contra el cuello del otro, manteniéndose cerca, sintiéndolo. 

— ¿qué te pasa? — Dulce, cálido, amable. — Piensas mucho, ¿ya quieres dejarme?

— Nunca.  — Murmuró tan rápido como pudo. La risa contagiosa de Ney le hizo sonreír.  —

— Te mato si me dejas. — Amenazó, torciendo su brazo derecho para apoyar su mano sobre una de las nalgas de Leandro, como queriendo mantenerlo allí.  Tan cerca.

Besó dulcemente la piel de su cuello y espalda, acariciándole con sutileza el abdomen. — ¿Vos qué querés? — Se animó a preguntar, claramente refiriéndose a ellos.

— A ti. — Respondió, dándose la vuelta para robarle un beso.

Sentía vagamente el gusto del humo de la marihuana, quizás de esa manera podía llegar a conciderarle como un nuevo sabor.

Y entre besos quitaron una única prenda, hundiéndose nuevamente en ese frenesí caluroso que los dejaba insaciables, porque siempre querían más.

Sus gemidos salían con ganas, tan involuntarios, tan al natural. Se tocaban, rozaban y besaban sin pudor, como si jamás se hubieran probado antes.

Y justo ahí, entre las piernas del morocho, se dio cuenta que aunque quisiera; en agosto no había calor y en enero no hacía frío.












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holis. Aquí mi primer corto sobre ellos, quería hacerlo hace tiempo pero no me animaba.

Gracias por leer hasta acá, espero que lo disfruten.

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