Esa noche llegué tarde a casa por un imprevisto en el trabajo. Mi secretaria había cometido un error en redes con un contrato esencial para la empresa y no me quedó de otra que quedarme hasta después de hora para solucionarlo. Afortunadamente pudimos arreglar todo.
Cansado, con sueño y hambre fue que llegué, pero todo estaba apagado y raramente silencioso. Calculé que todos estaban durmiendo. Cené algo rápido que había en la heladera y subí a mi habitación, ansioso de poder descansar junto con el amor de mi vida.
Quité los primeros botones de la camisa, caminando a ojo cerrado hacia la cama. Linda sorpresa la que me llevé, pues estaban durmiendo los tres diablitos junto con la niñera. La tele estaba encendida y no había rastros de Lionel.
— Hola, Rodri. — Saludó la niñera en voz baja. — Leo me llamó temprano, me pidió que me quedara con ellos, pero sabes como son y no quería dejarlos solos en la habitación hasta que uno de ustedes dos aparezca. — Explicó frotándose los ojos. —
— ¿A qué hora se fue Leo?
— A las tres de la tarde, por ahí. — Respondió sutilmente, acomodando el cuerpecito de Ciro para después cubrirlo bien con las frazadas.
— Perfecto. Quédate esta noche, ya es tarde para que andes sola. Mañana te llevo yo hasta tu casa. — Respondí dejando que ella se vaya con tranquilidad a una habitación de huéspedes. Caminé hasta el baño de la habitación y una vez con el pijama puesto, me uní a la cama con los tres nenes.
Y aunque estaba cómodo, algo me faltaba, algo me hacía sentir que estaba pasando algo más. Rara sensación.
Al otro día no fui el primero en despertarme. Mateo estaba recostado sobre mi pecho, mirándome con esos ojos intensos y sus rulos cayendo sobre su frente. — Hola papi. — Saludó, estirandose para recibir un beso que dejé sobre su cabecita. — Papá no vino anoche, ¿y si nos hacemos los enojados porque no vino a dormir con nosotros?
— ¿Para qué fingir? — Fruncí falsamente el ceño, escuchando su risita junto con los quejidos del más chico.
Pero fue una mañana entretenida, el desayuno fue divertido y tuve la oportunidad de llevarlos al colegio, pues por los horarios a veces se me complicaba y no siempre podía darme estos lujos.
Cabe decir que de las treinta llamadas que marqué, Lionel solo respondió una, diciendo que estaba en la casa de Leandro y que tan solo se habían pasado de copas.
Hay más.
Me decía una vocecita en mi cabeza que ignoré.
Feo error.
Las cosas desde ese momento empeoraron. No sé que pasó, pero nunca estaba en casa y cuando estaba, nomas era un hola y chau.
Su distancia poco a poco comenzó a afectarme.
Siempre tenía algo de que quejarse o reprochar, siempre vivía enojado o con pocos animos de una charla o mimos. Estaba frustrado y ya no sabía que hacer.
Traté de no pensar en una infidelidad, pues creía que Lionel era la persona más leal del mundo.
Creía.
Pero si me acercaba, ponía excusas tontas para no tocarme, para no dejarme tocarlo.
Con los nenes jamás tuvo faltas de atención, con ellos era el mejor padre del mundo, pero conmigo estaba distante, frío.
— ¿me vas a decir que te pasa o vamos a seguir así un par de meses más? — Si no es ahora, no es nunca. Pensé mientras desajustaba los cordones de las zapatillas.
— ¿Qué queres decirme? — Desinteresado, como si todo estuviera bien en nuestras vidas.
— ¿Quién sos? — Pregunté al retirar las zapatillas, parandome en frente de él, que ya estaba acostado.— No sé si tengo al amor de mi vida acá o a un completo desconocido, Lionel. ¿Quién sos vos?
— Yo soy el mismo de siempre.
Trató de defenderse, quitándose el anillo de bodas para dejarlo sobre la mesita de luz. Acción que jamás me había molestado antes, pero que ahora no podía tolerar. — No quiero pensar cosas que no son, tampoco quiero quitar la imagen perfecta que tengo de vos, ¿pero tenes algo que decirme?
— ¿Qué insinúas? — A la defensiva, otra vez. — ¿qué estoy con otra persona?
— No sé, pero nunca estás en casa, no compartimos ni una cena en estos últimos dos meses y encima tengo que aguantar tus saliditas con Leandro. Lo banco, bien ahí que salió de esa relación de mierda y que ahora quiera disfrutar, pero vos ponete límites. Tenes tres hijos y un marido que esperan por vos, me tenes a mi que estoy detrás tuyo como un perro queriendo una mínima de atención, y disculpa que te largue todo así nomas, pero me tenes harto. Estoy que no aguanto más y vos no ayudas, Andrés, no ayudas.
— Ya no sé ni quien sos. — continúe al verlo en silencio. — ¿cuando fue la última vez que tuvimos sexo? ¿Cuándo fue la última vez que me tocaste o que me dejaste tocarte? Ni siquera me das dos besos al día.
— Perdón. — Fue lo primero que escuché de su boca antes de verlo arrodillado en la cama, con sus manos sobre mi cintura y su cabeza apoyada sobre mi pecho. — Pero no penses que estoy viendo a alquien más. Yo te amo a vos, Rodri.
— ¿Y si no hay alguien más entonces qué? — Lo aleje un poco. Necesitaba esto. — Mirame a los ojos y decime que en estos dos meses no estuviste con nadie más.
Él levantó su cabeza para mirarme, pero no dijo nada. En sus ojos no había ningún tipo de brillo y su boca parecía seca, sabía que no iba a decir nada.
— Perfecto, si no hay una solución para esto voy a buscarla yo. Mañana presenta a tu abogado, nos vamos a divorciar.
Y si, fue mi último recurso. Agarré mi pijama y salí de la habitación sabiendo que mi matrimonio estaba arruinado por una aventura que Lionel no estaba dispuesto a aceptar. Fue su error, debe pagar.
Yo tan solo me debía a acostumbrar a las quejas de Ciro al dormir y a las preguntas incómodas de Mateo.
Sabía que aunque me doliera en el alma, no podía continuar así.
.
uyuyuy.
Es una pequeña adaptación de una historia que tengo pero que nunca publicaré jajdkajs.
¿No creen que después de un quiebre es muy difícil volver a lo "normal"? Si tu pareja no quiere aceptar su error y vos no podes insistir más, evidentemente todo llega a su fin.
Ojalá algún día me anime a publicar esta historia completa, es una joyita.
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one shots
De TodoHistorias cortas sobre futbolistas. Vení a hundirte en miles de emociones con nuestros protagonistas.