Gio X Rodri 2da parte

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El horario de entrenamiento sería a las cuatro y media estos dos días, antes del partido. El plantel estaba un poco tenso por la molestia del capitán, parecía que Lautaro y Dybala eran los candidatos para la titularidad y eso estaba bien, ambos se fueron ganando poco a poco esto, aunque Álvarez merecía sumar minutos.

Hablando de Álvarez.

Después de ese beso que me dió pude saber que no estaba tan interesado en el sexo masculino, sino que tan solo un hombre lograba ponerme de cabeza.

Y ese hombre estaba sentado en frente de mi, con el mate ya frío y un par de frutas picadas en un plato. Yo estaba sentado en el medio de Montiel y Joaquín, mientras que él estaba al lado de Paredes.

De un momento a otro, nuestras miradas cruzaron y ninguno pudo esquivarla. Rodri mantenía esa sonrisa pícara, mantenía la mirada fija aún cuando tomó un durazno de la mesa y lo acercó a su boca.

El jugo de la fruta cayendo lentamente por su mentón, su mirada intensa, sus gestos.

Por dios, que manera explícita de provocarme.

No pueden juzgarme.

Con el cuerpo temblando me levanté de la silla y anuncié que iría a la habitación por otro par de medias, aunque nadie parecía prestar atención a lo dicho salí lo más rápido que pude de la recepción; dando pasos rápidos, sintiendo el pulso acelerado y un calor que comenzaba agobiarme, sumándole el ligero dolor en la entrepierna. El pasillo se hacía largo, pero segundos después el silbido del ex de Racing hizo eco por el lugar vació y ahí, por intuición lo supe.

El chamuyo, las miradas, los toqueteos; Rodri podría ser así de denso con todos, pero había algo diferente cuando lo hacía conmigo y no, no la estoy flashando.

Lo confirmé cuando dejé la puerta de mi habitación entreabierta y el después de dos segundos apareció, poniéndole el seguro y finalmente acercándose a mi.

¿hablamos? no.

Las palabras no hacían falta, no era el momento.  Ambos sabíamos que era lo que necesitábamos, ¿para qué más vueltas?

Susurró despacito, con sus manos sobre mi cuello y su respiración profunda.  Y después de tanto rogar, sus labios sobre los míos se sentían exquisitos, no hay otra manera de describirlo. Los gemidos involuntarios, los roces, el calor.

Era como un desahogo, fue así realemente. Necesitábamos nuestros cuerpos desnudos chocándose con frenesí, ruidos obscenos largados sin pudor, labios hinchados, cuerpos marcados y demasiado sudor.

Fue el desahogo de meses de provocación, de excitación.  Acabar sobre su abdomen, con el cuerpo temblando ante su tacto fue sin dudas lo mejor que sentí hasta ahora.

Y sin sentimientos de por medio, se puso la campera de entrenamiento y subió el cierre hasta el cuello, evitando la vista a las marcas descuidadas que dejé. Besó mi boca y con una sonrisa abandonó la habitación.

Finalmente ya no sentía las ganas de estar encima, había sido una provocación mutua que terminó como tenía que terminar.




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Tardé mil años, una disculpa Ajsjdjsjsjs

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