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DISCLAMER: ¡GRACIAS POR LA ACOGIDA, CHICXS!! No sabía si, al publicar, se oiría un eco profundo en la lejanía y la historia se quedaría colgada en la nada después de tanto tiempo desaparecida... ¡pero no!! 😍😍 ¡Sois lxs mejores!! 🥰

Intentaré publicar aún más de seguido, es más, si veo que este capítulo tiene tirón, intento subir el siguiente para principios del finde, ¿cómo lo veis??? 

Por lo demás, gracias por acompañarme a las calles de Camelot, gracias por bailar con nuestras chicas favoritas y muchísimas gracias por disfrutar conmigo de esta historia (y cagaros en Hook como es debido!) Siempre es un placer compartir cualquier relato con vosotrxs, en serio ❤️

Me callo y os dejo con el siguiente capítulo... ¿qué creéis que pasará? ¡Espero que la disfrutéis muchísimo! 

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David y Hood corren escaleras arriba, a duras penas, hasta el primer cuarto vacío. Una habitación con apenas dos mesas, una de ellas lo suficiente grande como para recoger el tamaño de un cuerpo. Emma se adelanta a ellos y con su brazo empuja al suelo todo lo que hay sobre ella. Suena a cristales rotos y cerámica quebrándose, pero le da igual. Se aparta y los dos hombres depositan el cuerpo de Regina sobre la madera. Suelta un gemido de dolor al ser tumbada y recupera algo de consciencia.

"¿Puedes curarte?" El tono de Snow se mueve entre la pregunta y la súplica y Regina ni siquiera responde, tragando saliva del dolor y cerrando los ojos por un instante. Sus manos sobrevuelan su herida y sus parpados se contraen. Es imposible decir si es por el dolor que siente o por la concentración. Sus dedos resplandecen con una luz morada. Sobrevuela la herida, lenta y delicada, y mueve sus manos al ritmo que impone el conjuro, pero cada movimiento es un tormento.

Emma observa, paralizada y tensa, derramando lágrimas que habría deseado poder reprimir. Y presiente el poder, la magia tan extraordinaria que Regina está convocando, pero sabe, antes que nadie, que no surtirá efecto. No puede asegurar si ese presentimiento es suyo o del oscuro, pero sabe que es verdad y permanece observando, en silencio, con un nudo en la garganta. Siendo incapaz de imaginar qué ocurrirá si está en lo cierto.

La magia de Regina continúa peleando. Igual que su dueña. Entra una y otra vez, le atraviesa y trata de sanar un cuerpo que casi ha sucumbido a la muerte. Pero su poder no quiere rendirse y, al mismo tiempo, sus esfuerzos hacen que se retuerza de dolor, que su rostro pierda color y que crezca la mancha de sangre, agitándose ante la dolorosa exigencia de la magia. Gime, deja salir un grito de auténtico suplicio y se detiene. Su pecho sube renqueante y sus manos finalmente se detienen, dejándose caer a un lado. Los ojos de Regina pestañean y un par de lágrimas caen rodando por sus mejillas.

Hood se inclina sobre la mesa, junto a ella, sosteniendo su mano y suplicando: "Mi amor, ¿por qué no funciona? ¿Qué necesitas?"

Regina no contesta, su mirada permanece perdida, en la nada, hasta que vuelve en sí. Su rostro, bañado en desesperanza, es toda la respuesta que Emma necesita. Regina acaba de entender lo que para la Salvadora ya era una terrorífica realidad.

Abre los ojos, mirando fijamente a Snow. La morena traga hondo, aunque simule no estar preocupada ni tan rota como todos los demás. Pero Regina sólo cabecea hacia la espada que ella sostiene. Esa arma desprende una pestilencia mágica, un hedor que nace de forma antinatural del filo metálico.

"La hechizó para matarme." Tiene que tragar saliva y lágrimas para continuar. "Es como veneno. Mi magia no puede curar esta herida..." admite en voz alta. Su cabeza se deja caer contra la madera, derrumbada, y sus ojos se cierran, llenando sus mejillas de lágrimas que se despeñan.

"No eres la única con magia, Regina." La intervención de Emma viene seguida de un paso al frente firme y autoritario. Ahí, apenas a un metro de la mesa, la Salvadora se yergue en todo su níveo esplendor y la habitación sucumbe a un incómodo silencio. Un silencio que estalla en ruido dos segundos después.

Hook estira su mano hasta retener su brazo y tirar de ella con firmeza, gritando sobre las voces del resto: "¡No, Emma, no te arriesgarás a usar magia negra!"

"Cariño, justo por eso Regina se hizo pasar por ti." Murmura Snow con los ojos abnegados y la voz temblorosa, abrazando los hombros de Henry, que es el único que permanece callado.

Emma se suelta de Hook con un violento tirón y le fulmina con la mirada esperando a que se atreva a repetirlo. "No dejaré que ninguno de nosotros muera si puedo evitarlo. No podéis pedirme eso."

"Emma." Esta vez es la voz de Regina, imponiéndose al alboroto que ha sacudido de pronto la estancia. "No te lo pido, te lo ordeno."

Emma se dirige a ella, vacilante, y al mirarla entiende cuan en serio habla. Su mano, temblorosa y manchada de sangre, sostiene la daga a duras penas. Pero su mirada, imperturbable, no alberga duda alguna.

"Regina, escúchame. Puedo hacerlo. Nada está más lejos de la magia oscura que el sanar a alguien... Por favor, deja que..." suplica acercándose aún más a ella.

"No." Insiste removiéndose inconscientemente sobre la madera, poniendo una ínfima distancia entre ellas. "No te expondré así, Emma. No está vez."

"No puedes pretender que..." murmura, sus nudillos blancos mientras se agarra a la mesa.

"Emma, yo te ordeno que no uses tu magia para curarme." Recita con la voz más grave y profunda que su cuerpo, desangrándose con lentitud, es capaz de proferir. La figura de Emma se detiene artificiosamente. Cuando la Salvadora intenta levantar sus manos, se siente atada a esa mesa. Nada que trate de hacer funciona. Ni mover sus manos ni sentarse junto a ella. Su cuerpo se niega a cualquiera de esas órdenes, porque para él sólo existe la voluntad de Regina.

Sus ojos, sin embargo, no están sometidos a la daga y comienzan a derramar silenciosas lágrimas, libres para mostrar una mínima parte del dolor y la impotencia que están resquebrajando su alma.

"Sólo..." musita Regina tragando a duras penas. "Sólo dejad que me despida, por favor."

Continuará...

Como un cuento de hadas (SWANQUEEN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora