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Enji cursaba el último año en la UAー la mejor escuela de magia de Japón ー cuando les avisaron sobre la excursión al pueblo cercano a la institución, esto con el fin de disfrutar del carnaval que se llevaría a cabo. Lo que más emocionaba a los estudiantes era la exhibición de fenómenos que habría.
Como si el hecho de que solo el 3% de la población tuviera magia no los convirtiera en fenómenos a ellos mismos.
A Todoroki no podría importarle menos, lo único que quería era que terminara el año para graduarse y entrar a la policía mágica, ser parte de aquellos que se aseguraban que la magia fuera utilizada únicamente en pro del bienestar social. Si fuera por él ni siquiera acudiría al evento, pero los maestros les dieron órdenes a los de último año de cuidar de los de primero.
Durante toda la semana los alumnos solo hablaban sobre el evento, todos parecían muy emocionados a excepción de Toshinori Yagi, el rubio mago no dejaba de hablar con cualquiera que estuviera a su alcance sobre lo malo que era tomar a las personas y exhibirlas solo porque eran diferente, en especial porque las condiciones en que esas personas se encontraban eran deplorables.
Enji estaba de acuerdo con el rubio, pero no pensaba decírselo jamás, además sabía que de nada servía hablar de eso con jóvenes a los que no les importaba nada más que su cómoda vida, si quería hacer un cambio debía primero llegar a un puesto alto en el Concejo de Magia para entonces impulsar leyes de protección de todas las criaturas mágicas y no mágicas.
Para cuando el ansiado día llegó, Todoroki se arrepintió de nunca mostrar su descontento con el famoso show, el director Nezu le pidió que vigilara a los niños que irían a ver a los fenómenos, lo que significaba que él tendría que entrar al lugar.
Era como cualquier otra carpa del festival, roja por fuera y dentro, con pasillos divididos por vallas de madera, de un lado la valla y del otro lado jaulas conteniendo a las criaturas.
La mayoría eran jóvenes de alrededor de 28 años, todos se veían tristes, cansados, demasiado delgados y sin pizca de esperanza de salir de ese lugar algún día.
Había un hombre con una larga y musculosa cola, otro tenía extrañas protuberancias saliendo de su cabeza, parecían pelotas, más adelante una morena mujer con orejas de conejo.
El recorrido era una espiral y los dueños del espectáculo no paraban de decir que al centro del lugar encontrarían a la criatura más increíble de la exhibición. Enji esperaba ver otra desafortunada y moribunda persona, nada que realmente llamara su atención.
Cuando llegó lo que vió le sorprendió, un rubio niño de aproximadamente 9 años estaba abrazando sus rodillas y con la cara escondida entre sus brazos, sentado en medio de una plataforma flotante ubicada justo a la mitad de la carpa, el pequeño tenía unas hermosas alas rojas saliendo de su espalda, las plumas se veían tan suaves y pequeñas que estaba seguro de que con un solo roce se romperían.
