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El exterior se iluminó con la caída de un rayo y el posterior rugido del trueno hizo retumbar las ventanas, de pie frente a ella Izuku miraba la lluvia cayendo el exterior, recordando que fue una tarde así cuando creyó que todo terminaría para él, sin saber que era en realidad solo el comienzo.
Años atrás en la peor época de su vida Izuku se había encontrado parado en una esquina de alguna calle a la que no sabía cómo había llegado, en ese momento solo era consciente de dos cosas, la lluvia que lo empapaba de la cabez a los pies y de la urna en su manos, la cual tapó con su chamarra, en un intento de mantener a Midoriya Inko seca.
Hace casi un año a la peliverde le fue diagnosticado cáncer, siendo solo ellos dos las cosas se volvieron complicadas, Izuku tuvo que abandonar la universidad para hacer varios trabajos y de esa manera poder pagar las cuentas de hospital que aumentaban de manera alarmante.
Al final, después de luchar y sufrir mucho dolor, Inko murió.
Ahora se encontraba solo y sin hogar debido al embargo que sufrió a causa de las deudas, una noticia que le había ocultado a su madre, daba gracias que esta se encontraba hospitalizada, de esa manera le ahorró más sufrimiento al saber que su hijo no tenía donde vivir.
A estas alturas no tenía idea de cómo seguir adelante, si es que aún había un adelante.
Le llevó un par de minutos darse cuenta que la fría lluvia ya no golpeaba su cuerpo, miró hacia arriba encontrándose con un paraguas que era sostenido por un chico a su lado, el joven era alto, de ojos heterocromáticos, al igual que su cabello.
Su primera impresión de Todoroki Shoto fue que no encajaba para nada en aquellas calles, con su traje hecho a medida y sus finos zapatos, de pie junto a un pequeño chico que llevaba una playera desgastada y una chamarra que había visto días mejores.
Shoto lo llevó a un pequeño café donde le compró una bebida caliente, aún ahora Izuku no sabe porque aceptó la ayuda de un desconocido tan fácilmente, tal vez estaba tan cansado y triste que no le importaba lo que pudiera pasarle si resultaba que el chico era una mala persona.
Lo llevó a un hotel de alta gama, pidió una habitación y dejó a Midoriya frente al elevador, subió solo hasta el cuarto y después de varias semanas tuvo una noche de verdadero descanso, a la mañana siguiente, tomó una ducha aunque tuviera que volver a ponerse la misma ropa del día anterior, salió del lugar dispuesto a dejar la tarjeta en la recepción y huir del lugar. Lo que no esperaba era encontrar a Shoto esperándolo diciéndole que le parecía demasiado invasivo subir por él y por eso decidió quedarse abajo esperando.
Todoroki no sabía que lo llevó a ayudar a aquel pequeño pecoso, la tarde anterior le contó un poco de su vida, supuso que una razón para ayudarlo fue que al hablar de su infancia con su madre, sus verdes ojos se iluminaban y una pequeña sonrisa adornaba su redondo rostro. Shoto pensó que solo por tener esos hermosos recuerdos Izuku era rico de una forma que él jamás podría entender y solo por eso valía la pena ayudarlo y protegerlo.
A lo largo de los siguientes meses, Shoto ayudo a Izuku con sus deudas, aunque le peliverde se empeñaba en regresarle todo el dinero aún si el más alto insistia en que no era necesario, pero entendía que el peliverde no quería que lo ayudara por lástima o que pensara que solo eran amigos por interés, así que le propuso que una vez terminara la carrera de veterinaria y comenzará a trabajar podría pagarle al ritmo que más le acomodara.
Lo que Izuku no se imaginó en ese entonces es que ahora, años después de aquel encuentro, cuando ya poseía una clínica veterinaria propia y con muy buena fama, también estaría casado con su salvador.
A la distancia pudo ver un nuevo relámpago, lo que lo sacó de sus recuerdos, miró a Shoto sentado en el sofá, en su mano derecha sostenía un libro mientras que con la izquierda acariciaba al pequeño conejo que tenían de mascota, el cual amaba acurrucarse en el regazo de Todoroki, Izuku vio la dorada alianza brillar en aquella mano y pensó en aquella canción que al escucharla le hacía pensar en la manera en que el destino se manifiesta, en especial en la estrofa que definía a la perfección cómo se conocieron.
"Que en la noche lluviosa y sin techo, lo esperaba el amor de su vida."
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