Gilderoy Lockhart.

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A la mañana siguiente, el rumor de una inscripción en el muro se había esparcido por todo el castillo y la víctima fue la Señora Norris quien yacía estática y casi sin vida, era el principal tema de todos. El Señor Filch, estaba muy sensible, y gritaba y regañaba a cualquiera entre lágrimas.

Por si fuera poco, estaba el rumor de que Harry Potter era el culpable de esto, aunque para Liliana, solo era la persona que estuvo en el momento equivocado. Además de que Sir Nicolas, le había contado que Harry Potter asistió a su fiesta. 

Así que no creía en ni un rumor, de aquellos momentos.

Caminaba junto a Pansy Parkinson y sus amigas fueron al despacho de Gilderoy Lockharts, quien con su sonrisa deslumbrante las recibió a cada una de ellas. A su alrededor se encontraba una montonera de cartas dirigidas hacia él. Les invito a pasar e incluso les ofreció una taza de té que tenía su propio nombre a cada una.

Algo exagerado y se idolatraba a él mismo, al punto de incomodar para los ojos de Liliana, pero en cambio, para las amigas de Pansy y ella, lo tomaron como si fuera lo mejor del mundo, unas claras admiradoras.

– ¿Y en qué puedo servirles a estas bellas damas?. – dijo mostrando su brillante dentadura.

– Emm... Bueno... – murmuró la niña regordeta completamente enrojecida.

– Queríamos pedirle que fuera nuestro juez. – dijo Liliana de brazos cruzados.

Lockharts acomodó su manto lila con gracia y alzó la ceja interesado.

– ¿Un juez? ¿Así que necesitan al gran Lockharts para que decida algo que ustedes mismas no pueden decidir?

– Si. – asintió Liliana, sentía que era la única que podía hablar ya que las otras chicas, lo miraban bobas. – Será un duelo entre Parkinson y conmigo.

– ¡Eso suena maravilloso!. – exclamó Gilderoy pero luego su semblante cambió a uno serio, como si estuviera pensando en algo. – Para mi, me será un gran honor ser su juez... aunque tienen que recordar que va en contra de las reglas del colegio ¿Saben?

– Si, pero es muy importante su presencia, ya sabe, ¿Qué mejor que alguien como usted decida? – dijo Liliana intentando convencerlo. – Además, si estamos con usted, no hay peligro. ¿No es así?

Lockharts miró detenidamente a cada chica y continuó con una enorme sonrisa. – Bueno, si es por algo que tienen que decidir y es necesitada mi presencia, estaré encantado.

– S-Sera hoy, en en el lago negro, a las cuatro. – dijo Parkinson casi tambaleante.

– Esperamos que pueda asistir. – continuó Liliana.

– No se preocupen, yo, Gilderoy Lockharts, voy a cumplir con mi palabra, mis queridas damas.

Se escuchó un suspiro de parte de las amigas de Parkinson pero Liliana rodeó los ojos, tenía que admitir que era divertido verlo de esa manera, esconderse y luego hablar como si nada.

Después de eso, se fueron dejando al profesor de Artes oscuras por su cuenta, y como era evidente la tomaron del cuello y la llevaron a arrastras a un callejón.

– Mira putita. – dijo la chica regordeta. – Tienes que cumplir tu palabra o te duro que te haré desear no haber nacido.

– Lo único que espero de ustedes es que cumplan su parte. – le miró a los ojos. – Por que créanme que cumpliré mi palabra.

– No te hagas la valiente. – dijo Parkinson. – Te vas a enfrentar conmigo, una con las mejores brujas de Slytherin.

– Vaya... – susurro y una sonrisa apareció en sus labios. – Entonces espero que superes las expectativas que tengo contigo.

La Serpiente Escarlata (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora