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Faltaban solo dos días para el cumpleaños número once de Harry, y el niño no cabía de la emoción. Su Sev le había contado largas historias sobre Hogwarts y sobre lo que enseñaban, sobre sus aventuras pasadas, pero evitando el tema de Lily y los merodeadores, Merlín ampare a Severus si tocaba el tema con el niño y el Lord se enteraba, su pobre laboratorio estallaría con él adentro.

El Lord le dijo indirectamente a James que Harry si iría a la escuela, y que él estaría ahí para cuidarlo siendo el profesor de Aritmancia. Y el pobre hombre no podía estar más aliviado al saber eso.

Faltando solo unas horas para el cumpleaños de Harry, el Lord los invito a él y a su padre a cenar juntos en el jardín. James vistió elegante a su pequeño y luego se arreglo a él mismo, el Lord estaba empezando a considerar sus sentimientos y tenía la vaga esperanza de poder aunque sea ser amigos y que no lo siga lastimando tanto.
Ambos llegaron a la hora acordada y se sentaron en la mesa, a los cinco minutos llegó el Lord y también se sento. Tenía un aire de estaba de buen humor y eso era más que suficiente para estar feliz.

- Buenas noches- dijo este y sonrió de linda manera.
- Buenas noches Tom-.
- Buenas noches Lord- Harry respondió algo contento.
- ¿Comemos? Luego quiero que me acompañen al frente de la casa, tengo una sorpresa para el pequeño que va a cumplir años- pregunto firmemente y la comida se sirvió.
El niño se lleno de emoción, su padre había pensando en él, y comenzó a imaginarse un montón de ocurrencias, desde un montón de sus seguidores bailando, hasta ver a su Sev vestido de blanco. Se le escapo una risita suave y eso hizo que el ambiente se aligere.

La comida pasó sin mucho problema, ya acostumbrados a pasar tiempo juntos, el Lord empezaba a sentir un huequito de cariño por el par que lo acompañaba en la mesa, sobretodo por el niño, que hasta había momentos que lo veía como su propio hijo y no como hijo de esa sangre sucia. Dieron las 23:45 y el Lord se levantó de la mesa con brusquedad.
- Acompañenme, ahora- ordenó.
Los dos se levantaron y acompañaron a el mayor hacia adentro de la casa, en donde a Harry le vendaron los ojos.
El niño se emociono y le agarro la mano a su papi, pero se soltó en el camino, pero otra mano más grande y áspera tomó la suya en lugar de la de su papi.

Cruzaron la mansión y llegaron a la entrada. James ahogo una exclamación de felicidad y dejó que el niño saliera.
El Lord le quito la venda a Harry y este se quedó confundido.

Al dar las doce el cielo se ilumino por completo con fuegos artificiales muggles que el mismísimo Lord había mandado a comprar para impresionar a su niño. James estaba feliz por lo que había pasado y Harry empezó a correr por todos lados fascinado por lo que veía.

Los fuegos artificiales duraron más de una hora. Al terminar, el niño ya estaba durmiendose en los brazos de su papi. Este lo llevó a la cama y le puso el pijama. Una sonrisa ligera apareció en sus labios y se retiro de la habitación luego de darle un beso en la frente al infante ya no tan infante.
Al salir se topo con el Lord.
- Tom... gracias por el regalo, no pensé que a usted le gustaran las cosas muggles- agradecio en voz baja.
- No es nada... y nadie se enterara, ven a mi habitación James- sin dejar que este respondiera se lo llevó a rastra hasta la pieza.

Ya en ella lo abrazo por la espalda de nuevo.
- No entiendo que me han estado haciendo ustedes... pero no importa, me alegra la felicidad de Harry- murmuró entre los cabellos del azabache y se quedó así un rato largo.
Llegadas las dos de la mañana el Lord se fue a la cama y James se quedó a su lado, pero más que otra cosa por voluntad propia.

Entre hortencias, girasoles y rosas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora