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"Solo deseo 2 cosas: todo y nada.
Que todo nos haga felices y nada nos haga sufrir."

El día transcurrió tranquilo.

Los días pasaron rápidamente, hasta llegar a las dos semanas de trimestre. Ese día era como cualquier otro. El cielo estaba nublado, oscuro y sin luz. Hacía ver las desoladas calles tenebrosas.

Al llegar al colegio, todos iban de negro. Me extrañó levemente, pero pensé que sería que estaban de luto por que hayamos comenzado las clases.

Matthew, un compañero que había conocido en la clase de historia -en la cual no hacía básicamente nada-, se me acercó.

-Ben, ¿no te enteraste que estamos de luto? A Claire, una estudiante de este instituto, la encontraron muerta ayer.

Ese nombre me sonaba tanto.
Hice memoria y mi mente viajó al primer día de clases. Aquella chica que reprendió a los graciosos.

—¿Cuál fue la causa?

—Desconocida. Aunque la han catalogado temporalmente como suicidio. Según lo que apuntan las pistas, parece que tomó un bote de pastillas antidepresivas.

Los pelos de mi nuca se erizaron al recordar su frase.

«Escuchame aunque sea la última vez que lo hagas»

Con los vellos erizados, entré con Matthew detrás. A primera hora tenía Física y química. No era una asignatura que se me diera bien, al contrario. Ni podía memorizar el método científico. Me senté en una de las últimas sillas que estaban vacías.

La Sra Beth entró, haciendo que el barullo de voces se silenciaran. Estaba tan entretenido cortando en trozos una hoja, que no me di cuenta de que no iba sola. Levanté mi mirada, encontrándome con unos ojos claros. La Sra Beth procedió a presentarla.

—Chicos, ella es Martha, la nueva alumna —escaneó el lugar con los ojos y se paró en mi—. Martha, ve con Ben. El también es nuevo.

Martha simplemente rodó los ojos y con pasos perezosos —que ciertamente me recordaban a los míos—, se sentó a mi lado.

De su mochila negra, sacó una libreta y un bolígrafo, aunque en toda la hora no escribió nada.

Le daba miradas de reojo, las cuales ella solo ignoraba. Sus ojos azules se concentraban en sus manos, las cuales jugaban con el bolígrafo. Su pelo negro, caía en cascadas hasta sus hombros. Los lentes que llevaba se resbalaban sobre el puente de su pequeña nariz, la cual tenía un aro en el lado izquierdo.

A la mitad de la clase, copió todo lo que había en la pizarra. El sonido de la tiza cuando escribía la profesora, hacía que una dolorosa punzada se instalara en mi cabeza.

Me levanté para ir al baño —ya que no hacía falta pedir permiso—, y salí con la mirada de todos sobre mí, incluida la de los ojos claros.

Llegué y me lavé la cara con agua fresca, respirando hondo. Unos suaves pasos hicieron que mi atención se desviara a la puerta.

Me observó y observó, hasta que decidió hablar.

—¿Por qué me mirabas tanto? Odio cuando lo hacen.

Su voz era suave, pero sería y firme. Como nunca nadie me había llegado a hablar.

—Verás, no te lo quería decir por vergüenza, pero... —alzó una ceja, invitándome a proseguir— tienes un moco justo aquí.

Señalé su orificio derecho, a la vez que ella hacía una mueca.

—Sí, aja. No lo vuelvas a hacer.

CULPABLE [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora