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"La muerte es tan hermosa,
que nadie a vuelto de ella."

Ben.

Suspiré derrotado y me dejé caer sobre la cama.

Había pasado una semana desde que no veía a Martha, y de alguna manera me preocupaba. Desde que me confesó aquello, no había dejado de pensar en su estado.

—Entonces...

—Eh...¿Si?

Math suspiró seguramente cansado y me lo repitió, como llevaba haciendo todo el día.

—¿Si? Te preguntaba que qué nota habías sacado en el proyecto.

Eso me deprimió aún más.

—Cero.

El frunció el ceño.

—Pero si incluso te dejé el piso... Espera, espera... NO HABRÉIS UTILIZADO EL PISO PARA OTRA COSA, ¿VERDAD?

El que frunció el ceño luego de eso fui yo, con el dolor de cabeza aumentando aún más.

Ugh. Maldita migraña.

Su móvil sonó y se apresuró a leer el identificador de llamadas. Tan rápido como lo hizo, sus ojos brillaron con algo indescifrable.

—¿Te importa si lo cojo? —negué a lo que él carraspeó— Hola... Ehh si, claro... ¿Debe ser hoy? Pero... Oh, entiendo. Está bien... Cuidate.

Colgó y sus ojos ya no tenían ese brillo inusual.

—¿Quién era?

—Si te digo, te burlas de mí.

—Vamos, solo dilo.

—Era una simple chica.

Así que era eso, una chica. Pero por su deprimida cara pude notar que no era una simple chica.

—¿Qué pasó? Digo, no soy psicólogo pero una que otra vez podré escucharte.

Su expresión pasó a una mueca de confusión.

—¿Eso quiere decir que normalmente no me escuchas?

—No, no lo hago.

Se sorprendió por mis palabras sin filtro, pero ya estaba acostumbrado, por lo que simplemente me habló de su problema.

—Esa chica me gusta desde hace un tiempo. Yo no me atrevía a hablarle, pero un día me armé de valor y le pedí su número. Empezamos a hablar hasta el punto de ser amigos. Hace unos —hizo cálculos mentales— tres días, le pedí una cita.

Ya iba entendiendo esto.

—Dejame adivinar, te dejó plantado —miró al suelo, lo que hizo que confirmara mis sospechas—. Siempre puedes ir a por el plan B.

Levantó la mirada interesado.

—¿Cuál es el plan B?

Una sonrisa ladina se apoderó de mis labios.

—Cogerte a una chica que se parezca a ella.

Rodó sus ojos.

—Y yo que tenía fe en tí.

Sonreí falsamente, y le di palmaditas en la espalda.

—Todavía te queda un poco de fe, y lo sabes.

Sonó el timbre y me dirigí a la clase —que por cierto, estaba sola—, con la esperanza de encontrarme con ella.

Me senté en el sitio habitual, y comenzé a sacar los materiales. Me concentré en el lápiz que se encontraba en mi mano, ignorando el eco que hacían las voces del pasillo. Alguien entró y se sentó a mi lado, a lo que yo sonreí.

CULPABLE [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora