EXTRA

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Martha.

Leer siempre ha sido algo que me apasiona. Incluso tenía un fetiche raro con oler las hojas de los libros que me había comprado recientemente. ¿Sabías que un libro te tiene que atrapar con la primera frase? «¿Qué habita en tí?» Esa es la primera frase del libro entre mis manos.

Una frase sencilla, sí. Pero lo que de verdad me hechizó fueron sus primeros párrafos.

«Cinco palabras. Ocho sílabas. Dieciocho letras. Una duda. ¿Sabes la respuesta? Tal vez.

¿Por qué no lo compruebas? Hazlo.

¿Todas las personas tienen conciencia de como realmente son? Digo, no todos nos conocemos mentalmente.

Mentalmente. Porque físicamente podemos visualizar nuestro cuerpo con los ojos cerrados. ¿Alguna vez te viste en un espejo? Seguro que sí. ¿Alguna vez te comparaste con alguien? Apuesto lo que sea a que la respuesta a esta pregunta es afirmativa. Pero, la verdadera duda es: ¿Sabes qué habita en tí?

Yo no lo sabía, o puede que sí.»

La verdad era que nunca un libro me había interesado tanto desde Orgullo y Prejuicio. Aquel libro lo leí cuando tenía once años, y todavía no había encontrado nada que le superase ni que estuviese a su altura.

En la biblioteca en la que estaba, todo era silencio, cosa que me ayudaba a concentrarme y a poder crear una imagen en mi mente de la situación en la que se encontraban los personajes, lugar en el que estaban, vestimenta, etc. En resumen; me ayudaba a centrarme en la lectura y nada más. Pero el glorioso silencio fue interrumpido.

—¡Hola! ¿Me puedo sentar?

Asentí animadamente.

Hacía unos días que no la veía —tres, siendo exactos—, y desde que la conocí y me contó algunas cosas sobre ella, la mayoría malas, me preocupaba mucho su salud mental. Quería ayudarla, darle el apoyo que yo no tenía y que cuando lo necesitase verdaderamente me lo dieran.

—¿Cómo estás, Eli?

—Bien —su mirada se desvió al libro que en ese instante de encontraba en la mesa—. ¿Qué leías? —indagó mientras lo agarraba.

Lo que habita en mí de A.G.

Hizo una mueca de confusión.

—¿Por qué escribir bajo un pseudónimo cuando puede hacerse famoso a la vez que su historia?

Me encogí de hombros.

—No sé, supongo que los sucesos que narra están basados en hechos reales que le han ocurrido a él y son tan escalofriantes que no quiere revelar su identidad.

Maybe.

Comenzó a leer el prólogo o introducción. A medida que iba bajando la vista, su expresión pasaba de extrema confusión a alto interés. Algo así como una escala cromática.

—¿De dónde sacaste esto? —indagó, alucinada.

Lo pensé un momento, para después responder.

—Pasaba por el mostrador y vi a alguien que lo devolvió. Me llamó la atención la portada y lo comencé a leer. Y bueno, estabas presente en lo demás.

Tss, que suertuda eres. Yo lo único que encuentro en el mostrador es a la vieja cascarrabias con gafas ovaladas que como no me calle me va a matar con la mirada.

Solté una risita. Efectivamente, la Sra. Leonor estaba asesinando a Eli desde su puesto.

Entregué mi carnet de la biblioteca a Leonor y registró el libro, recordándome que tan solo tenía un plazo de treinta días para devolverlo. Si el plazo caducaba, tenía un punto menos —en total eran treinta puntos. Y si los puntos se agotaban, tenía una pequeña sanción. En fin, reglas para mantener el orden.

Salí de la biblioteca acompañada de Eli, teniendo un nuevo libro que leer. La chica me comentó que a una manzana había una cafetería, donde servían chocolates muy ricos. Y, como hacía tanto frío, decidimos pasarnos por uno.

Cuando los compramos, nos sentamos en un banco del parque que había en frente de la cafetería y empezamos a hablar de temas triviales. También me comentó que quería estudiar derecho, ya que creía que en este mundo la justicia era solo una palabra la cual no se cumplía. Yo, le conté que quería estudiar contabilidad, ya que era bastante buena en matemáticas.

—¿Enserio eres buena en matemáticas?

—No es por presumir, pero sí, para mí son fáciles.

Abrió la boca, impresionada.

—Pero...

—¿Pero...?

—Creía que querías estudiar psicología.

Negué con la cabeza.

—Pues no, sí que se me da bien reflexionar y ayudar a las personas, pero me gusta más las matemáticas.

—Sí, se te da bastante bien. La verdad es que me ayudaste bastante y no te lo agradecí. Gracias, muchas gracias.

—Por nada. Y, como me has contado que se te da mal las matemáticas, si quieres, podría ayudarte a aprobar el curso.

Me miró emocionada y feliz.

—¿De verdad harías eso por mí?

—Claro, ¿por qué no? Cuando quieras empezamos las clases. Aunque, te aviso de que mi paciencia es poca.

—¿Y tú quieres ser profesora de mates? —preguntó burlona.

—Yo no dije que quisiera ser profesora.

Frunció el ceño, confundida.

—¿Entonces?

—Bueno, contabilidad tiene muchas ramas, pero me gustaría estudiar para administrar las empresas.

—Vaya, cada día me sorprendes más.

Sonreí, caminando con ella por el parque y viendo a los niños jugar.

—Ya ves, soy toda una caja de sorpresas.

Río.

—Tambien eres un poco egocéntrica.

—Bueeeeno, eso también.

Reímos y seguimos caminando.

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Bueno, pues aquí está otro extra. La verdad es que llevaba escrito desde hace bastante tiempo, y pensaba escribir un capítulo, pero la verdad es que estaba muy agobiada y me sentía decaída y sin ánimos de seguir escribiendo.

Un beso culpable


                                                                         A.G.

CULPABLE [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora