EXTRA

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Martha

–Hablaremos de la adolescencia. La adolescencia empieza desde los doce, hasta los dieciocho. En ese transcurso de tiempo, empezamos a recibir libertades y a su vez, responsabilidades. Algunas personas dicen que la adolescencia es mágica, cada una tiene una esencia única. Por eso, no todos solemos saber sobrellevarla, nadie nos enseña. Los únicos que verdaderamente te ayudan, son tus padres. Pero en ese momento, también nos alejamos de ellos.

»Nuevas personas llegan, y otras se marchan. Todos pasamos por eso. A lo que quiero llegar, es tan mágica, como trágica. No todos tienen una adolescencia buena, su mente juega con su estabilidad emocional, y eso le juega malas pasadas. Seguramente todos los presentes alguna vez en vuestra vida habéis pensado: ¿Qué pasa si me voy de este mundo, se preocuparán? Quién no los haya tenido que me lo niegue –hizo una breve pausa, y en cuanto vio que nadie hablaba, prosiguió–. Quiero que uno por uno me digáis una palabra que defina la adolescencia.

Todos los alumnos comenzaron a hablar, decir la palabra que para ellos era la definición de adolescencia. La que más destacaban eran difícil, duro, malo, y más sinónimos. Pero, yo creía que la palabra era otra, otra muy diferente.

–Aprendizaje.

Todos en la sala callaron y voltearon a observarme. Supuse que se sorprendieron de que hablara, incluso algunos creían que era muda.

–¿Por qué piensas que esa es la palabra adecuada? –indagó el profesor Malcom interesado.

–Bueno, como bien dijiste la adolescencia es tan mágica, como trágica. En este maravilloso tiempo para algunos y horroroso para otros, solemos equivocarnos en nuestras decisiones. Pero, cuando nos equivocamos aprendemos. Yo me encerré en un escudo invisible que creé sin siquiera saberlo, alejándome de muchas personas. Aprendí que no debo de hacer eso, no. Debemos hablar de nuestros problemas con alguien que verdaderamente te vaya a apoyar. Y no necesariamente un psicólogo, puede ser una persona que al igual que tú también esté escondida del mundo exterior. Porque no hay nada mejor que dos personas heridas para completarse, dos corazones rotos uniéndose, convirtiéndose en uno.

Asintió con aprobación, para recolocarse sus anteojos rectangulares y seguir hablando sobre las épocas de nuestra vida y lo duras que son. Yo no le presté mucha atención, ya que mi mente parecía tener vida propia al irse de aquel lugar. Todo lo que había mencionado era verdad, me encerré en un oscuro mundo donde nadie podía dañarme, pero me dañé a mi misma al hacerlo.

Estaba cansada. Tanto física como mentalmente. Cansada de... todo. Definitivamente necesitaba un descanso, por lo que decidí alejarme del mundo un poco, pero sin encerrarme en ese «oscuro mundo». La campana sonó y me preparé para salir de la clase de ética, para empezar a caminar por el gran pasillo embotellado de estudiantes. Alguien tiró de mí e hizo que volteara. Era una chica de mi estatura aproximadamente, de pelo y ojos castaños. Tenía una nariz respingona, labios medianos con forma de corazón y pómulos marcados.

–¿Necesitas algo? –pregunté a la extraña tras haberla inspeccionado.

–Ehh, sí sí. ¿Podrías ir a la cafetería del instituto a las doce, por favor?

Su aguda voz inundó mis oídos, y la miré confusa. ¿Para qué querría que fuera?

–¿Para...?

–Para hablar. Quiero hablar sobre tus palabras de antes. Realmente me has impresionado.

Entonces la recordé. Recordaba haberla visto por el aula más veces, aunque no había puesto mucho interés en mirarla. Ni a ella, ni a nadie.

Asentí, queriendo hablar lo mínimo posible y salí de allí para dirigirme a una cafetería que se encontraba a unas manzanas de la escuela.

CULPABLE [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora