"Encuentra un corazón que te ame en tus peores momentos y unos brazos que te sujeten cuando estés por derribarte."
Vivir.
Esa palabra, que muchos dicen conocer. Según ellos, conocen vivir, aunque solo es eso, una palabra.
Vivir lo hacemos todos, unos más que otros. Y esos son los que viven de verdad. Los que no se arriesgan, tomando decisiones que ni siquiera te hacen cuestionarlas de lo fáciles que son, no viven. Ellos sobreviven.
En mi verdadera casa —léase centro—, me encargué de inculcar estos lógicos y no tan lógicos pensamientos. Si utilizas la palabra vivir con alguno de ellos, te llevarás de regalo un discurso.
Yo no me consideré que sobreviví, pero tampoco que viví. Me considero gris. Ni blanco, ni negro, una mezcla de ambos.
Estába sentado en el comedor esperando a que sirvieran la comida cuando los señores de la casa entraron. Se sentaron cada en la cabeza cada uno, estando el Sr Mcfly a mi derecha y la señora a mi izquierda.
Estaban serios, como siempre. El aura de mi padre adoptivo, era serena, en cambio la de mi madre adoptiva, era nerviosa.
Aún no sabía cómo podía mirarlo a la cara y hacer las cosas que hacía.
Buscaba en la mesa cada imperfección, aunque no la hubiera. Cada segundo cambiaba los cubiertos de lado a lado, giraba su vaso y movía la silla intentando que todo estuviera perfecto.
El señor debió ver mi cara de confusión, porque cuando ella se retiró para ir al baño, me lo explicó.
—Tiene una especie de TOC, trastorno obsesivo compulsivo.Todo a su alrededor tiene que estar ordenado y limpio —explicó pacientemente—. Aunque tú no veas ni una mota de polvo, ella sí la ve.
Asentí en signo de comprensión. Al volver a la mesa, sus gestos dieron credibilidad a lo que él me había dicho.
Empezamos a comer en silencio. A veces, extrañaba mi antigua casa. Los gemelos Ivanov peleándose, las chicas intentando coquetear conmigo, los chicos mirándome con envidia, los pequeños correteando a mí para que les diera la lección del día —porque sí, cada día tenían una lección distinta de mi parte—, pero sobre todo, las noches que transnochaba con Noah para poder salir sin que ningún guardia nos viera.
Incluso los más minúsculos detalles que más detestaba, como el color grisáceo que envolvía el edificio, los anhelaba.
—Ben, ¿cómo te va el curso? Creo que deberías de apuntarte a algún deporte para ejercitar más tu cuerpo.
Tragué el último pedazo de comida y me limité a asentir. No tenía ganas de hablar con desconocidos.
Observé el comportamiento de Fedor Mcfly. Era un hombre de semblante serio y sereno. Por lo que había tenido la dicha de contarme Sara, una empleada que llevaba allí años, trabajaban de detectives.
Si hubiese tenido que describirlos con una palabra, sería serenos. Se concentraban siempre en lo que debían y no perdían los estribos.
Tan admirables como sus trabajos. Pero, a diferencia de su marido, Juliana Kaya era más fácil de entretener. Ambos eran iguales, casi sinónimos, pero Julia -como me había pedido que la llamara-, era más desconcentrada y hiperactiva debido a su TOC, cosa que no pasaba desapercibida.
Me preguntaba si no había tenido complicaciones en su trabajo. Terminé de comer el primero, y subí a cambiarme para ir con Matth a clases.
Sí, había clases por la tarde.
ESTÁS LEYENDO
CULPABLE [#1]
Mystery / Thriller«¿𝘗𝘰𝘳 𝘲𝘶𝘦 𝘣𝘶𝘴𝘤𝘢𝘳 𝘢𝘭 𝘤𝘶𝘭𝘱𝘢𝘣𝘭𝘦 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘭𝘰 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘦𝘴 𝘵𝘦𝘯𝘦𝘳 𝘥𝘦𝘭𝘢𝘯𝘵𝘦?» En un desconocido pueblo llamado Surmant, miles de misterios empiezan a...