Capítulo 14

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 "Todos estamos rotos, así es como entra la luz"
Ernest Hemingway.

. . .

El jueves tenía tanta resaca que tuve tuve que faltar a clases.

Mi madre entró a mi habitación abriendo las cortinas en algún cruel castigo y al mirarme con desaprobación fue suficiente para comprender que estaba enojada y que ya había ido a ver a Abbi. Gemí, me cubrí el rostro con al almohada y permití que me regañé desde la punta de mi cama. No quería ignorarla pero ya no soportaba más. Las nauseas eran lo peor. La sensación de estar a punto de experimentar un estallido de cerebro junto con los gritos entre mi madre y mi hermana eran como meterse clavos dentro de la cabeza. Tenia ganas de lanzarme a la ventana.

Mi madre nos preparo un desayuno "especial", ese que a ella servía cuando había bebido de más, y dedico buena parte de su tiempo a juzgarnos con la mirada. Abbi la ignoraba con el rostro pálido, ella no había sido tan fuerte para soportar las arcadas y corrió hacia el baño tan pronto como se levanto, pero al salir del baño no tenía mejor cara que al entrar. No me atreví a reírme, podría sucederme a mí.

—Me ayudarán a hacer las compras—dijo mi madre y ambos asentimos a regañadientes, sentados en la cocina con los vasos de jugo de pepino y kiwi.

—Ve a darte un baño, hueles horrible—indiqué a Abbi cuando estuvimos solos. Ella me miró con los ojos hinchados y asintió bebiendo de su vaso.—Y maquíllate un poco, das asco.

Bufó.

—Gracias, tú también.—Suspiró terminando el resto de su batido con sabor a suela de zapato y salió arrastrando los pies. Se veía mucho peor que yo y aún no se había quitado el vestido de la noche anterior, pero al menos no perdió sus zapatos como otras veces.

Intenté desbloquear el móvil para responder los mensajes preocupados de Charlie y terminé por descartarlo cuando el brillo me hizo doler detrás de los ojos. Abbi y Sara podrían responder... o al menos esperaba que Sara pudiera responderle.

Unos minutos más tarde, Patrick entro a la cocina con ropa deportiva.

—Buenos días, Joshua.

—Buenos días—contesté extrañado de verlo tarde en la casa—. ¿Hoy no trabajas?

Me lanzó una mirada divertida, supongo que mi aspecto debía serlo, tomó un vaso de la alacena y caminó hacia la jarra con batido que mi madre preparo para nosotros.

—Me pedí el día para descansar.

Asentí mirando como se servía el vaso lleno y oí mi móvil volver a vibrar.

—No tomes eso—recomendé con una mueca—, es asqueroso.

Sonrió.

—No puede ser tan malo.—Se apoyó en la encimera y bebió un par de tragos antes de hace una mueca de asco y esculpirlo de vuelta al vaso.—Okey, me equivoque. ¿Hay café?

Desecho el vaso con tanta cautela como pudo y comenzó a preparar café con lentitud, tomándose tanto tiempo que mi madre volvió a decirme que saldrían con Abbi y no tenía permitido salir ni usar el móvil.

—¿Es en serio?

Ella encogió los hombros.

—Es tu castigo. Abbi tampoco puede usarlo.

—¿Por cuanto tiempo?

—Solo hoy—gruñó Abbi irritada y todavía peor que antes, pero no protesto porque mi madre le lanzó una mirada de advertencia.

No te acerques a Holden ScottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora