Capítulo 42

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Me apoyé en la única ventana del pasillo, cerca de las escaleras y lejos del puerta al departamento de Abbi, y suspiré. Mire la foto la chica rubia en mi pantalla con un nudo en la garganta. Sara sonreía feliz mientras yo le plantaba un beso en su mejilla, fue una foto que tomó cuando estábamos juntos. Era mi favorita, le tenía en portarretratos en mi habitación del pueblo. Solté una mueca. Creí que la borraría.

No quería volver a herirla, no como aquella vez. Fui un idiota.

Atendí.

—¿Hola?

—¡Joshua!—saludó ella contenta.

—Hola Sara. —Sonreí por oírla pero al instante mi animo volvió a decaer.

—Espera, antes de que digas nada quiero que oigas las buenas noticias—dijo con voz alta y una sonrisa que reconocería en aún sin verla.

—¿Cuáles buenas noticias?

—No revisaste tu mail, ¿no?

—Mmmh... No. —Rodé los ojos divertido y la vi sonreírme con esa mueca burlona que le gustaba hacerme.

—Pues que bueno que aún siguen enviado correspondencia a la casa porque sino te enteras tarde.

—Okey, soy un irresponsable—cedí sonriendo—. Dime cuáles son las noticias.

—¡Te aceptaron!

—¿Qué?

—Joshua, felicidades—chillo—. Te aceptaron en la Universidad de arte de Escocia.

—No, espera. Déjame procesarlo—pedí alzando la mano como si la tuviera en frente. Sacudí la cabeza y fruncí el ceño—. ¿Te enviaron una carta de la universidad que decía que me aceptaron?

—"...nos alegra comunicarle que ha sido aceptada su solicitud para la Beca en la Universidad"—leyó con entusiasmo y las palabras comenzaron a cobrar sentido con más fuerza al cabo de unos segundos, cuando Sara calló y yo no supe responder—. Joshua te aceptaron, ¿no estás feliz?

—La verdad, estoy algo aturdido—confesé—. No creí, Dios... Sara tenías razón.

Ella rio y yo volví a aquella noche en su habitación, cuando me dijo que le envié la solicitud a su hermana profesora en Escocia, cuando me dijo que podrían admitirme si ella me recomendaba. No le creí. Dios santo. Ella lleno el formulario mientras yo revisaba mi Instagram desde su cama.

Dios santo.

—Lo sé, es gracias a mí. Me darás las gracias cuando me lleves a París a una de tus tantas muestras en galerías.

Alcé las cejas con ironía.

—Si no fueras tú quien lo dice no te creería.

—Pero no puedes, lo dije y se cumplió. Debes creerme. —Pude ver sus ojos brillar con desafió y satisfacción al responder y sonreí. Pero no tuve valor para responder. No como antes porque ya no era lo mismo. Habían sucedido cosas y nos conocíamos tanto que el silenció que siguió fue suficiente.

Me volteé hacia la ventana apretando los ojos y suspiré.

—Sara, hay algo que debo decirte.

Se tomó unos segundo para responder y mi corazón se apretó por la idea de lastimarla.

—Joshua, ya hablamos de esto—dijo con voz baja—. No estamos juntos, puedes conocer personas y... no es... No quiero oírlo.

Tragué saliva y de todas formas lo solté.

—Encontré a Holden.

Silencio.

—¿Él está bien?—preguntó con voz calma.

No te acerques a Holden ScottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora