Capítulo 4. La concubina pedida expresamente por el príncipe heredero

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Si antes era difícil disimular el miedo, ahora ya no podía ocultarlo estaba aterrada, esto se desvió hacia otro asunto que no entraba en su imaginación.

Por instinto, se removió para alejarse de su contacto pero él la sujetó con fuerza demostrando que sus intentos de zafarse son fallidos, inútiles... como una indefensa presa frente a su depredador, era como Serena se sentía.

La miraba con unos intensos y rojos ojos que parecían contener una constelación. Una mirada que no ocultaba la intensidad que emanaban y que la aturdió.

Hasta que sintió su frialdad, la soltó con brusquedad haciendo que ella caiga sentada sobre la cama, como si fuera algo que no quisiera tocar, algo que le diera antipatía.... disgusto.

¡Esa es la línea su línea! es a ella a quien no le gusta que la toquen personas insignificantes y no agradables.

Aunque para Serena él no es alguien insignificante, desagradable sí es.

Dorian fue hacia el balcón con indiferencia, sólo cuando llegó a los ventanales él giró y la miró haciendo que la brisa fresca del ambiente baje a cero,

—Los guardias de este palacio serán reemplazados hasta que el emperador decida que hacer contigo. —él dijo con dureza a la vez que Serena sintió una ola helada que la corroyó.

Su autoritaria voz le cayó como un trueno y la desesperación reinó en la habitación, lo que acaba de oír, ella misma lo causó, si hubiera sido más dócil, apacible con él podría haberlo manejado y que estuviera de su lado.

«Lo he arruinado»

Saliendo del trance estático en el que estaba, corrió hacia él y lo abrazó por detrás para detenerlo, impedir que se retire de la habitación de esta forma y vaya con el emperador.

Tiene que hacer algo y hacer las paces con él.

—No, espera ha sido mi error no volverá a suceder —dijo desesperada.

Debe cambiar su aptitud, sino quiere tener problemas con él en el futuro

¿Por qué no llevarse bien con él?

—......

—Desde ahora obedeceré —aseguró ella aferrando sus delgados y frágiles brazos alrededor de él —No me escaparé.

La habitación se mantenía en silencio, era incomodo no predecir ni saber cómo se tornaría la situación más adelante porque reemplazar los guardias del palacio implica que estará más controlada.

Sin embargo....

—Puedes poner más guardias no escaparé más —aceptó Serena.

Lo que más detesta es la vigilancia y presión de los guardias.

—.......

¡Es frustrante! No recibir una respuesta de su parte.

Dorian no habló nada, lo único que Serena obtuvo de él fue una fría reacción, soltándose de ella se deshizo de su abrazo, y sin voltear si quiera a verla saltó por el balcón, dejándola atónica

— ¿Es qué es un Iceberg? —musitó ella contrariada.

Efectivamente, su repentino cambio de aptitud no afectó al príncipe en la forma que Serena esperaba, y comenzó a darse cuenta que quizás manipular al futuro emperador no será tan fácil como lo hace con el actual emperador.

(...)


Es imposible no darse cuenta, inconscientemente le agrada tenerla cerca, oler su fragancia a rosas, sentir su blanca y suave piel que cada vez que la ve tiene la oportunidad de tocar, su aire de pureza que refleja favorece su angelical rostro por contradictorio a su mal carácter.

La Princesa Del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora