Capítulo 10. Hora del baño.

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Se encontraba en el palacio imperial, de pie e incólume frente al podio, tenía que presentarse de inmediato ante el emperador ni bien llegara a la capital pero por otras razones más personales aplazó la audiencia.

Ahora mismo estaba en la sala esperando a su padre. No tuvo que esperar mucho, después de algunos minutos el guardia anunció su entrada.

—Las buenas noticias ya me fueron notificadas por Mafiel  —dijo Darius  —Tu asistente de confianza.

Entró y se sentó en su asiento. Dejó escapar un largo suspiro cuando recostó su espalda contra la butaca que adornaba

—Entonces vine en vano —apoyó sus caderas en las orillas de una cómoda de estilo oriental situado a lado de un canapé

La sala de audiencia privada incluye un enorme escritorio en el fondo y un sillón que es donde Darius está sentado, a su izquierda hay una mesa regencia, la pared a su detrás cuelga un cuadro con marcos de oro donde el paisaje principal es una batalla sangrienta, la luz naranja del atardecer y un caballo negro montado por el primer emperador y fundador de Roottensolli mientras sostiene una espada.

En el centro hay cuatro sillas, cinco sillones individuales y un canapé largo, lo muebles era de una manufactura muy ostentosa, con telas de mayor grosor y con acabados metálicos.

—No tan en vano, es bueno verte. Después de todo pudiste salir herido o asesinado por esos traidores —suspiró con aflicción.

El rostro cansado de Darius se tornó apesadumbrado, la preocupación era percibible en su cara y Dorian que lo notó hizo una mueca.

—Si en las guerras no me sucedió nada, es muy poco probable que muera allí   —dijo confiado como si el peligro no fuera nada para él.

Pero Darius no piensa de la misma forma que su hijo, es su heredero y no puede ocurrirle nada, sino el imperio se vería debilitado e inestable ante la decisión de nombrar a un nuevo sucesor.

Y en caso de que hubiera pasado algo trágico, en este momento el imperio estaría en un caos, a su mente le vino el segundo príncipe que pasaría a ser el heredero al trono por derecho de sucesión.

—Lo sé pero aun así no pude evitar preocuparme.

—.....

El silencio se extendió por toda la sala y el emperador comprendió que Dorian no está cómodo con el tipo de conversación familiar y afectuosa que está desviándose del tema central de la audiencia.

—Aunque no estoy descontento con tu trabajo... —Darius decidió cambiar de tema —Debiste haber dejado algunos traidores vivos para enjuiciarlos y demostrar a todo el pueblo lo que le sucede a los traidores si algo similar vuelve a ocurrir en un futuro.

—La noticia de la masacre ya corre por todo los rincones del imperio. —no tiene necesidad de ser indulgente con nadie, todos en esa reunión clandestina merecían morir.

—Al menos debiste dejar vivos al duque y a su hijo  —sopesó el emperador ante la pérdida de una ejecución como muestra de advertencia que hubiera servido para entretener a los ministros, a los leales militares y a la aristocracia.

—Me venció el placer de acabar con ellos —no va a decirle el motivo por el que ni se detuvo a pensar en siquiera dejar vivo al hijo del duque porque..

Ni él mismo se traga y entiende lo que lo llevó a enfurecerse como para aniquilar a los rebeldes. El asunto del grupo de los rebeldes pasó a segundo plano, solo quería desparecerlos matándolos.

— ¿Por qué? —quiso saber.

Intrigado, Darius fijó la mirada en Dorian en busca de una respuesta, aunque no se sorprende, conoce muy bien a su hijo, sabe cómo es, se deshace sin remordimientos y a sangre fría de sus enemigos.

La Princesa Del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora