Pequeñas pesadillas | Countryhumans

VI

Una de las ventajas de caminar con neblina era que ésta cubría bien su rastro y más si evitaban pisar donde la tierra era blanda; la desventaja por su parte, era que tampoco podían distinguir lo que tenían delante pero de alguna manera el grupo se las arregló con el sistema de orientación de Chile para avanzar sin contratiempos el primer día.

Al segundo amanecer la neblina se había disipado y ahora usaban la maleza y los árboles para moverse con sigilo.
El plan en sí era sencillo: salir, explorar el área, recabar información y volver.
—Sí po. Muy sencillo si quitai las trampas, los humanos y a saber qué más weas hay allá.
—Tranquilizate che, te necesitamos con la mente clara—declaró el albiceleste, colocando una mano en el hombro del otro, dedicándole una suave sonrisa—. Sos quien se orienta mejor y no podríamos hacerlo sin ti.
—Aww~
—Cállate, saco de pulgas.
—Órale, esa es nueva. Te estás poniendo creativo~

Argentina le alzó el dedo medio. México se volvió, riendo por lo bajo, mientras que Perú se limitó a rodar los ojos, paciente.
Llevaban un rato caminando y hasta ese momento no hubo incidentes ni situaciones alarmantes... aunque eso sólo acrecentaba el nerviosismo de todos: era como estar sumergidos en un suspenso interminable.

Finalmente Colombia, quien iba al frente, se detuvo y el resto le imitó. Señaló con su cayado el terreno delante.
—Hojas. Son demasiadas ¿no te parece, México?
El aludido fue a su lado y momentos después se puso en cuclillas, tomando una hoja grande para deslizarla con cuidado sobre otras a modo de barrerlas; una de ellas reveló el pico de un cepo. No obstante, el mexicano ladeó la cabeza, curioso.
—Se ve muy oxidado. Si tanto tiempo llevan aquí, tal vez no funcionen del todo pero...

México se irguió y miró a su alrededor, buscando algo; cuando lo encontró, fue a recogerlo del suelo. Se trataba de una piña de bosque que llevó entre brazos hasta el borde de ese terreno, para luego lanzarla.
El estremecedor chasquido no se hizo esperar, seguido por otros en cadena que si bien no respondieron a la misma velocidad, terminaron por revelar el peligro delante, en especial porque la última trampa saltó cerca de ellos, haciendo al grupo retroceder; tanto Colombia como México extendieron un brazo en ademán protector.
—Oxidadas o no, todavía son mortales—declaró el primero.
—Y ruidosas. México con una era suficiente, ¿por qué tenías que accionarlas todas?—reprochó Argentina. Chile inconscientemente lo tenía aferrado por su bolsa de viaje.
—No se puede evitar, están conectadas.

El albiceleste se liberó del agarre del chileno con suavidad, acercándose al de la máscara.
—¡Eso debiste pensarlo antes de detonarlas, pelotudo! Tal vez el ruido ya los alertó, ¿¡sos idiota o qué!?
—Y por dónde querías que pasáramos, ¿¡eh!? ¿¡Tienes mejores ideas o sólo te gusta andar chingando!?
—Es por el patrón que siguen—intervino Perú extendiendo sus brazos entre Argentina y México.

El bicolor señaló al frente. Entre la lluvia de hojas secas y rotas, ahora se apreciaban los cepos cerrados que juntos, formaban una especie de sendero. Colombia miraba la misma escena, impasible.
—No hay que echarle mucha mente: Sigamos ese camino, pero rápido en caso de que ellos escucharan—esta vez miró con severidad al albiceleste y al de la máscara—. Si siguen con sus pendejadas, que también son ruidosas, nos matarán a todos. Que les quede claro.

Ambos se apartaron, uno cruzándose de brazos y el otro apretando los puños, pero visiblemente avergonzados. El tricolor se acomodó su bolsa de viaje al hombro.
—Chile. El mapa apuntaba al noreste, ¿vamos bien?
El aludido permaneció quieto un par de segundos, antes de respirar profundo y sacar de su bolsillo una especie de compás que apuntó al cielo y luego a las cuatro direcciones que les rodeaban.
—Sí. Al salir, sólo debemos girai poco a la derecha.
—Bien. Andando entonces.