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Escuchaba un vago goteo viniendo de alguna esquina, probablemente era otra fuga que se había originado por las lluvias recientes; a ese eco le acompañaba el ocasional silbido del viento que se dispersaba entre los túneles.
Eran sonidos a los que estaba acostumbrado, por lo que su mirada se mantuvo enfocada en la vieja libreta frente a él y en los planos extendidos sobre su mesa de trabajo.

De la misma manera, ya podía identificar el caminar de algunos de sus compañeros. Por ejemplo, acababa de escuchar unos firmes pero presurosos pasos acercarse y cuando el recién llegado estuvo a punto de hablar, él alzó la vista.
—¿Qué sucede, Argentina?

El aludido parpadeó, confundido, aunque pronto retomó su postura.
—Hay otra pelea. Cerca del comedor.
—¿Asunto?
—El mismo de siempre—el bicolor rascó su nuca—. Intentamos separarlos, lo que me preocupa es que varios los incitan a continuar.

Colombia suspiró, resignado, para luego levantarse de su asiento y seguir al albiceleste por el corredor.
Conforme se acercaban al lugar, el revuelo era mayor; se abrieron paso entre algunas representaciones que hablaban a gritos hasta llegar al centro del círculo que se había formado.
Un country con su labio partido trataba de zafarse del firme candado de Brasil, mientras que otro, cuya nariz sangraba, lo fulminaba con la mirada mientras Canadá lo sostenía fuertemente; en medio de los cuatro, Chile mantenía los brazos extendidos a los lados con expresión crispada.
—¿¡Cómo te atreves a llamarme cobarde!?
—Tch... Porque eso es lo que eres.
—¿¡Por no querer ir a ese lugar!? ¡Nadie sabe lo que hay ahí!—le espetó a quien Canadá sostenía—. Si tú quieres que te maten, perfecto, ¡pero no metas a mi hermana en esto!
—¿¡Entonces la sacrificarás quedándote aquí!? ¡Tarde o temprano los humanos los encontrarán y asesinarán!

Se escucharon varios murmullos.
—¡Es una locura!—gritó alguien.
—¡Quedarse aquí es mucho peor!—le respondieron.
Colombia y Argentina observaron el movimiento, impasibles. Quien sostenía Brasil logró liberar un brazo, intentando acercarse aunque sin conseguirlo.
—Lamento que perdieras a tu familia, Irlanda, ¡pero no estoy dispuesto a dejar que me quites la mía! ¡Mucho menos por un maldito rumor!
—¡Yo no estoy dispuesto a dejar a Escocia en este horrible lugar!

El irlandés golpeó el costado de Canadá y al encogerse éste se deshizo del agarre, esquivando al chileno y dispuesto a irse contra Inglaterra, quien seguía forcejeando con Brasil para liberarse. Varias representaciones lanzaron gritos enardecidos, intentando unirse a la pelea, a duras penas siendo contenidos por otros.

Lo que sí detuvo el posible altercado fueron las acciones tanto de Colombia como de Argentina: uno apuntaba su lanza directo al pecho del tricolor y el otro había acercado una daga al cuello del inglés.
Argentina chasqueó la lengua.
—No me gusta atacar a mis compañeros. Pero si empiezan a amenazar nuestro refugio, eso puede cambiar.
Los orbes del colombiano emitían un brillo desafiante.
—Mírense. Peleando sobre ideas y no sobre planes. ¿O es que alguno de ustedes piensa ir en la siguiente misión?
Ambos países contuvieron la respiración, retrocediendo o relajando sus posturas. Poco a poco, los murmullos se fueron apagando aunque no así algunas expresiones contrariadas.
—Yo... Lamento mi reacción—empezó Irlanda, alzando ambas manos—. Y lamento empezar la pelea, Inglaterra, pero no me retracto: quedarse aquí es igual o más peligroso que irnos.

Colombia le sostuvo la mirada varios segundos más, antes de bajar su lanza.
—Ve a que te revisen esa nariz.
Le hizo una señal a Canadá con la cabeza y éste se alejó con el tricolor por uno de los corredores; era obvio que iba a vigilarlo el resto del día.
Argentina por su parte apartó la daga del otro.
—Vos sólo tenés el labio hinchado. No necesitás ir a la enfermería ¿cierto?
—... Supongo que no.
—Bien, ve con tu hermana entonces. Sha buen quilombo armaron aquí.

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⏰ Última actualización: Aug 16, 2022 ⏰

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Pequeñas pesadillas | CountryhumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora