La oscuridad era absoluta, pero eso significaba que faltaba poco para el amanecer.
Los seres humanoides aún merodeaban aquel árbol, algunos a paso errante y otros simplemente parados frente al tronco, dirigiendo sus masas deformes hacia arriba en espera de que alguna de esas pequeñas representaciones sufriera una caída fatal.
Contrario a aquellos primitivos deseos, los countries ahora estaban despiertos y alertas, unidos al tronco por las cuerdas y distribuidos entre dos ramas cercanas para repasar el plan que cierto tricolor expuso.
Uno todavía no estaba del todo convencido.
—Decime otra vez. Tenemos que atraer a esos pelotudos sin cara, cuidando de que no nos chupen como fideos.
—Sip.
—¿Sólo vos y sho?
—Sip.
—¿Como carnada?
—Ándale, eso mero.
—¿¡Y me lo decís con esa calma!? Vos porque tampoco tenés cara y porque te gusta shamar la atención, pero yo aprecio mi vida—barbotó el albiceleste en un susurro—. ¿¡Por qué tengo que ir también!?
México liberó una suave carcajada para luego pasarle de largo, no sin antes darle una palmada en el hombro.
—No te lo "tomés personal, che". Eres ágil como yo, ¿recuerdas? Tienes las mismas posibilidades~
—La concha de la lora, te acordás de eso...Mientras Argentina intercambiaba un par de palabras con Chile y Perú, sentados sobre la rama de arriba, México fue a reunirse con Colombia en el tronco, quien miraba al frente, hacia el riachuelo.
—¿Estás seguro de que quieres ir por esa ruta?
El tricolor asintió.
—Es nuestro camino de regreso. Debo asegurarme de que podremos cruzarlo—Colombia le miró de reojo, esbozando media sonrisa—. Ustedes asegúrense de que esas cosas no me sigan.
—Cuenta con ello.
El colombiano asintió, retomando su expresión neutral. Una suave brisa nocturna se internó entre las ramas, agitando la copa del árbol y sus ropas.
—Es curioso, México—éste le miró—. Sabes mucho sobre ellos, incluyendo sus puntos débiles. En cambio, Perú no parecía tener ni idea—notó al de la máscara tensarse levemente—. ¿Tal vez en El Nido no había seres así?
—... Yo...
El del cayado negó suavemente.
—No tienes que explicarme nada. Como dije el primer día, cada uno tiene su propia historia—declaró, avanzado por detrás de él para luego detenerse un momento—. Sólo espero que sus verdaderas historias no sean una amenaza en el futuro.México apretó los puños. Colombia por su parte fue con el resto, dispuesto a hablar sobre los últimos detalles.
El plan era sencillo en esencia: mientras México y Argentina distraían a los pseudo-humanos, Colombia, Perú y Chile se dispersarían para apagar o romper las pantallas de los televisores encendidos, uno por la ruta que atravesaba el río y los otros por el camino que llevaba al océano.
Sólo tenían un intento y debían coordinarlo con precisión, pues en cuanto esos seres notaran la desaparición de una sola señal emisora, irían directamente tras ellos.Minutos más tarde, el albiceleste descendía a rapel por el tronco, ayudado por una de las cuerdas y asegurándose de hacer bastante ruido.
Uno a uno, los seres sin rostro dirigieron su atención hacia él y mientras que algunos empezaron a acercarse, otros arañaron la madera produciendo aquellos extraños zumbidos; podía percibir las ondas que emitían en las ramas y hojas más cercanas.Procura tener al menos dos metros de distancia. Si su zumbido llega a alcanzarte, te noqueará.
Argentina tragó grueso. Recordando la advertencia de México, se detuvo entre algunas ramas y movió la soga; mientras se desataba, el resto de la cuerda fue cayendo hasta alcanzarle. Avanzó con cuidado por una de las ramas, formando un lazo y cuando alcanzó el final lo lanzó hacia la rama del árbol vecino; debajo suyo, algunos de ellos se balanceaban, expectantes. Una vez que su cintura estuvo firmemente atada, probó la resistencia de la otra rama, sintiendo cómo su corazón palpitaba ansioso.
Por más que intentó no hacerlo, terminó echando un vistazo hacia abajo y el estómago se le revolvió: si calculaba mal, sufriría una buena caída que le dejaría a merced de esas cosas. Cerró los ojos, tomando una profunda respiración para calmarse y esperó.
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Pequeñas pesadillas | Countryhumans
أدب الهواةLes contaré una historia... Todos, sin importar la edad o género, le tememos a algo, ya sea horrible y peligroso o pequeño y no muy amenazante. Quizás alguno de ustedes crea que no le teme a nada y tal vez esté en lo cierto... pero pronto se retract...