25 de octubre.
Se hubiese cambiado por cualquier otra persona, no le importaba si vivía en la más miserable casa o tenía que dormir bajo un puente en las noches y en los días conseguir dinero interpretando melodías de Gary B.B Coleman, el caso era que no quería quedarse allí. Bueno, tal vez estaba siendo un poquito dramático, pero definitivamente no quería pasar los siguientes dos años y medio con una detestable compañía. Además del toque de queda que no tenía efecto alguno, su hermano mayor Jeremías le obligaba a encerrarse en su habitación -en su opinión, más por molestarlo que por protegerlo-, se quedaba viendo las noticias o leía en su habitación y se dormía pasadas las diez. El encierro en esas circunstancias especialmente era muy aburrido, aunque él tampoco era alguien con una amplia vida social. Dentro de su itinerario no había algún alocado cambio que le diera una descarga de adrenalina a alguna de sus emociones, era lo que podía llamarse misántropo involuntario moderno. Los menores de edad debían quedarse en casa hasta que encontraran a todos aquellos que habían desaparecido, hasta ahora iban diez adolescentes varones y cinco niñas pequeñas en menos de dos meses.
La tensión hacía sentir a las personas parte del elenco de la película del payaso asesino, el miedo se ocultaba detrás de los buzones a espera de un encuentro con la suerte, cada vez que un niño salía de casa se temía que fuera la última vez que lo hacía. Además, había otra muchacha que yacía en el Valle contiguo al bosque que marcaba los límites de Mingus, que siendo una ciudad no muy grande había sido muy tranquila hasta ese momento. La chica había sido hallada dos días después de su desaparición con marcas de torturas, ataduras y raspones, la causa de la muerte había sido un golpe en seco con un objeto muy pesado para su tamaño o eso decía el análisis forense, porque de lo que estaban seguros era que ella había sido llevada al valle cuando ya estaba muerta. La persona, que se sospechaba era un hombre de mediana edad, le había asestado un golpe mortal en la cabeza y luego la había abandonado en el valle.
No consideraban la posibilidad de que se tratara del mismo caso, ésta a diferencia de los otros quince, había aparecido. Muchos comentaban a cerca de unos sospechosos tumultos de tierra en los jardines de los vecindarios cercanos y llegó a ser una verdadera fuente de teorías y conjunciones dantescas, más solo se trataba de un nido de topos de campo que se extendía hacia la ciudad. El caos cesó un poco, pero, esa noche, ese veinticuatro de octubre tras encontrarla en ese estado, las medidas de seguridad habían aumentado prácticamente de inmediato, pues la invasión de topos se había convertido en el menor de sus problemas. La policía patrullaba las calles día y noche, y se llevaban a todo joven menor de edad que no estuviera en casa después del ocaso, los retenían hasta que sus padres o tutores fueran por ellos. Él no daba por sentado que su hermano fuera a recogerlo a la comisaría de buena gana, de hecho, no se imaginaba a su hermano sintiendo lástima por él, tal vez, histérico de la emoción se lanzaría al sofá y vería por trigésimo cuarta vez el especial de baloncesto donde jugaba su equipo favorito, sin siquiera molestarse en imaginar a su pequeño hermanito atrapado en una celda por el único delito se haber salido de su casa a deshora. Después de todo a ojos de su hermano mayor, él no ocupaba una parte verdaderamente importante de sus prioridades.
¿No podía salir, sólo porque estaban desapareciendo chicos? Era normal que desaparecieran muchachos, cuando Jeremías tenía su edad escapaba todo el tiempo del colegio, de casa, de la biblioteca y de todo lugar que lo aburría -cualquier sitio-, ahora la excusa para salir era buscar un buen lugar donde comprar boletos para el próximo concierto de un afamado DJ. Aunque tras pensarlo por un rato y con algo más de lógica dentro de la cuestión, no era muy normal que desaparecieran tantos chicos y más en tan poco tiempo, además las seis pequeñas no podían desaparecer por sí mismas ¿o sí?
Él no era un muchacho que contara con una larga lista de amistades, pero prefería pintar una rígida sonrisa en su rostro para amistarse con el matón del colegio a estar encarcelado con su hermano mayor, tampoco quería lanzarse en caída libre a ser víctima de un asesino en serie en potencia solo por satisfacer el capricho de alejarse de su hermano, así que estar o no con Jeremías no era algo debatible. Aunque lo rebasaba por siete años, Jeremías no había entrado a la universidad, ni siquiera había intentado conseguir un trabajo de medio tiempo como niñera, chofer, jardinero o cajero en un supermercado, era cruel decirlo, pero a sus ojos no era el mejor ejemplo de hermano mayor. Lo más curioso es que, aun así, lograba sostener el pago de los servicios.
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Jazz [COMPLETA EN EDICIÓN]
Teen Fiction¿Hasta que punto puede ser normal ver fantasmas? Lucas aún se lo cuestiona, especialmente porque no conocía al fantasma antes de que lo fuera. A pesar de esto se verá embarcado en una aventura y tendrá que buscar ayuda para descubrir qué rayos le pa...