La lluvia golpeaba tan fuerte como la noche anterior, todos se encontraron en el taller y al no querer arriesgarse a pescar un resfriado, decidieron quedarse con Dante, Basil y Henry en los garajes. Basil estaba cambiando la llanta de su Jimmy rojo, Dante se sirvió otra taza de café con leche e invitó a Olimpia a acompañarlo, esta accedió, y Henry llamó a su hijo para que le ayudara con las herramientas para continuar su trabajo con el Spark GT.
—Pásame el gato, hijo -dijo estirando la mano por debajo del auto.
El muchacho tomó el gato de la mesa de herramientas y se la pasó a su padre, así con todas las herramientas que él le pedía, hasta que llegó el momento que Lucas tanto temía: La conversación.
—¿Cómo te va en la nueva escuela? ¿Te atrasaste mucho?
—No mucho, papá, de hecho, no lo sé... me suspendieron el primer día.
—Oh... bueno, es difícil adaptarse, es la primera vez que cambias tu estilo de vida.
—No cambió con la nueva escuela, cambió cuando mamá y Lydia se fueron.
Y ahí fue, cuando Henry decidió que la conversación debía cortarse, pero Lucas quería seguir, quería sacarle todo lo que pudiese, porque a pesar de que llevaba mucho tiempo en la incertidumbre no lograba acostumbrarse a ella.
—¿Quieres decirme algo?
Olimpia estaba manteniendo una agradable conversación con Dante, lejos de misterios y crímenes. Estaba teniendo una conversación de personas normales, sin embargo, cuando la cuestión de Henry se escuchó en voz alta, se puso en alerta, y con su café con leche en las manos, se acercó a Lucas y a su padre, pero a pesar de que ella y los otros dos hombres ahora eran testigos de lo que podría convertirse en una discusión, ellos siguieron mirándose como si fueran enemigos, uno con temor y el otro con ira.
—No es justo lo que haces, Lucas.
—¡No es justo lo que tú hiciste, papá! ¿Aún puedo llamarte así?
—¿Por qué ahora, hijo?
—Sé que fue tu culpa, yo llamé a mamá antes del accidente, ustedes discutían... y luego las dejaste ahí solas.
—Lucas, por favor -dijo Olimpia tomando la mano del joven, pero este la rechazó con brusquedad.
—Aunque sea, déjame explicarte, porque hasta ahora esta es la única oportunidad que me has dado... y no es exactamente una oportunidad agradable.
—Señor Ramírez -dijo Olimpia tratando de que no se le echara más leña al fuego, pero al parecer ya era tarde.
Henry se levantó del suelo y se paró delante de Lucas, su expresión era impasible, casi triste. Conservó la distancia con el muchacho, no intentó ni siquiera tocarlo. Lucas se conservó erguido, a pesar del viento helado estaba sudando y sus manos temblaban, pero no era por el frío precisamente.
—Discutíamos todo el tiempo y la razón no la revelábamos porque no queríamos que tú o Jeremías se sintiera culpable...
—¿Qué...?
Lucas trastabilló, se sintió débil. Culpable.
—Tu escuela nos costaba... -comenzó Henry lanzando el gato a la mesa- Lydia tenía una beca de apadrinamiento, pero necesitábamos pagar tu educación en ese pomposo colegio y la única forma de hacerlo era... que Jeremías esperara a que tú te graduaras del bachillerato para entrar a la universidad, él accedió, pero tu madre no estaba de acuerdo y cada tanto lo sacábamos a discusión, porque ella insistía que desde siempre tu hermano hizo un sacrificio por ti, gracias a él te tenemos, desde siempre te ha cuidado, pero nunca se quiso mostrar débil... ¿sabes cómo se está manteniendo la casa? ¿Sabes cómo hay comida en el refrigerador? Además de lo poco que puedo ganar con el taller, tu hermano convirtió la casa en una... sala de reuniones, aunque odia las fiestas, yo no estoy de acuerdo, claro que no, pero ha hecho un esfuerzo por buscar un buen trabajo, los chicos que entran ahí pagan para estar en la casa, no sé si lo recuerdas, pero tu madre también fue su madre y tu hermana también fue la suya. A él también le dolió, Lucas -esto último lo dijo con severidad, como un regaño-, pero no se derrumbó porque no quería que sintieras que dejaría de ser fuerte para ti. Esa noche discutimos sobre eso y nos quedamos sin combustible, acabábamos de hacer un viaje largo por el cumpleaños de Lydia y habíamos olvidado llenar el tanque de regreso, yo solo me bajé del auto y fui sin su compañía porque, hacía frío, tu hermana estaba resfriada, con una fiebre de cuarenta y tu mamá no la iba a dejar en el auto sola, no la iba a bajar y en cualquier caso es mejor cuando los niños están con su madre, ¿y si pasaba algo?... no cometí más crimen que abrir la puerta del auto y caminar cinco kilómetros hasta una gasolinera, pero la discusión no tuvo nada que ver con lo que les pasó.
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Jazz [COMPLETA EN EDICIÓN]
Novela Juvenil¿Hasta que punto puede ser normal ver fantasmas? Lucas aún se lo cuestiona, especialmente porque no conocía al fantasma antes de que lo fuera. A pesar de esto se verá embarcado en una aventura y tendrá que buscar ayuda para descubrir qué rayos le pa...