Se acercó y unió nuestros labios. Agarró nuestras manos y mi pelo rozó su piel. Dulcemente el beso continuaba. Se separó, pegando nuestras frentes y sonriendo.
–¿Vamos?–Murmuró. Yo asentí con la cabeza y tomé su mano, mirando sus intensos ojos azules, tan profundos como el universo. Noté como el me devolvía la mirada divertido y un escalofrío recorrió mi cuerpo, obligandome a apartar la mirada. Las emociones que sentía al sostener la mano de Calum, los nervios que recorrían mi cuerpo acelerando mi corazón compensando la hipotensión a falta de alimentos, y el hambre, se mezclaban en mi interior, haciendo de mis tripas un volcán a punto de entrar en erupición. Entonces recordé aquella frase que tanto se repetía en mi libro favorito, Corazón de Mariposa, decía así: «Solo una chica. Solo un chico.»
Simple. Pero a la vez tan complicado.
A lo lejos ví a un grupo de chicos y chicas, entre los catorce y los diez y seis años, riéndo, cantándo un tema en inglés de 5SOS, creo recordar que era She looks so perfect, pero con tanto que recordar no estoy muy segura.
Ellos comían, se divertían, se lanzaban gusanitos y pasaban un buen rato. Mi estómago me lloraba, se retorcía de hambre mientras me chillaba que no le diera nada, ni una palomita. Nada.
Delgada, ligera, perfecta. Delgada, ligera, perfecta.
Delgada.
Ligera.
Perfecta.
Nos acercamos y Calum se acercó mas a mí, dulcemente, y con tranquilidad agachó su cabeza para darme un suave beso en la mejilla.
Noté como toda la sangre del cuerpo se subía a mi cabeza, haciendo que me ruborizara y mil mariposas amenazaran con salir de mi estómago.
