Instrucciones

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De: IloveMarioMin64@gmail.com
Para: DivaAzulexy777@hotmail.com
Asunto: Al fin tengo internet

Hola Al, finalmente me dieron la contraseña del Wi-fi ¿Puedes creer que tengan un mejor plan de Internet que el de mi apartamento?

Tengo la espalda adolorida ya que esta semana ha sido terrible. No sé cómo hacer prácticamente nada de lo que Lysandro me pide y no he terminado una cosa cuando ya me está exigiendo otra. El otro día por ejemplo, intenté lo de la leche pero no funcionó. Es culpa de esa bestia que no se queda quieta para que yo pueda hacer mi trabajo. Francis, una de las empleadas de aquí, me dio algunos consejos pero ni siquiera así lo logré. Me falta técnica en las manos según dijo, por lo que intenté observar a Robert que es todo un experto en el asunto. Él lo hace ver tan fácil, un par de bombeos y trabajo terminado.

En fin, espero que la estés pasando mejor que yo. Deseame suerte porque la necesito. Abrazos psicológicos.

Alexy termino de leer aquel correo electrónico en estado de shock. Su hermano, su torpe y friki hermano estaba en una especie de secta de orgía ranchera y él seguía sin entender en qué momento ocurrió todo aquello.

Cuando le comentó el asunto a Rosalya tras la primera llamada que le hizo a su gemelo. La mujer no le había dado importancia alegando que posiblemente todo era un malentendido. Dijo que su cuñado era un hombre muy responsable y serio. Lo que lo hizo calmarse por unos días. Sin embargo, este reciente correo volvía a despertar a su alma chismosa.

"¿En qué demonios estás metido ahora Armin?" reflexionó mirando con preocupación el ícono en el contacto de su hermano.

_En la granja_

Lysandro estaba impresionado, por decirlo menos. Armin tras una semana seguía allí de alguna manera. No es que hubiese hecho un solo trabajo bien, por supuesto. Prueba de ello el hecho de que las gallinas aún lanzaban picotazos cuando el ojiazul pasaba cerca de ellas o el relincho asustado de los caballos si intentaba acercase a ellos con un peine. Ni hablar de la vez que confundió el abono con pesticida. Pero apesar de todo el desastre aún seguía allí y no parecía tener planes de irse.

El albino tuvo que admitir para si mismo que era algo de admirar. A leguas de notaba lo irritado y molesto que estaba el programador pero aún así persistía en realizar las tareas que se le asignaban. Sin embargo, entre todas había una que evidentemente se le dificultaba más y era la que intentaba realizar en ese momento.

— Ok, esto ya es algo personal ¿Puedes al menos fingir que te caigo un poco bien?— le dijo el citadino molesto a la vaca que se negaba a cooperar.

A Lysandro no le extrañaba que aquello fuera así. Margarita era el animal más dulce pero terco de todo su ganado y aún no entendía porque el pelinegro la había elegido entre todas las demás para aprender a ordeñar.

La vaca bufó demostrando su desacuerdo en participar de los planes del hombre, lo que ocasionó una mueca indignada por parte de este.

— No puedes seguir culpandome por lo de ese día ¿Cómo iba a saber yo la cantidad exacta de comida que tenía que darte? Además solo fueron un par de horas de aguantar hambre. Estás gorda no te va a afectar mucho— intentó razonar el de ojos azules con la res que se mostraba sumamente ofendida. Tan ofendida como se puede ver una vaca, claro está.— ¡Vamos! necesito un poco de leche, ni siquiera te estoy pidiendo que me des para alimentar a un pueblo. Con medio vaso me conformo— trato de negociar pero la vaca no se veía dispuesta a ceder.

— Así jamás vas a lograrlo— decidió finalmente intervenir el capataz dando unas suaves palmadas en el hocico a Margarita quien parecía estar feliz de no tener que lidiar más sola con aquel citadino.

— ¿En serio? No me digas, jamás me hubiera dado cuenta— respondió con sarcasmo Armin dejando todo el veneno de su frustración salir con aquellas palabras.

El de ojos desiguales se dedicó a observarlo entonces con mayor detenimiento. El pelinegro se veía hecho un desastre sentado en aquel banquito de madera en el que intentaba ordeñar a la vaca. Su cabello parecía un nido de pájaros en plena mudanza y la ropa que le habían prestado estaba hecha un desastre ¿Eso era aceite? ¿En que momento se había acercado Armin a los tractores? Tenía que prevenir a Robert de aquello, no fueran a tener a un tractor reprogramado correteando por todo el lugar.

— Te recuerdo que puedes irte cuando gustes— advirtió colocándose de cuclillas para estar al mismo nivel que el otro.

— No lo haré, necesito que me ayudes con mi videojuego— respondió este enojado soltando la ubre de la vaca de la que aún no tenía resultado alguno.

— Bueno, eso parece estar lejos de ser posible— comentó el albino mirando el balde vacío debajo de Margarita.

— Contigo siendo tan injusto si lo creo— reclamó el más bajo mientras masajeaba sus adoloridas manos.

— ¿Disculpa?— indagó elevando una de sus blancas cejas en gesto de incredulidad.

— ¡Estás siendo injusto!— expresó el citadino mirándolo con resentimiento— Yo te estoy pidiendo que hagas algo que ya has hecho antes y sabes hacer bien. Tú por otro lado quieres que yo haga algo que no he hecho en mi vida y ni siquiera me dices cómo.

¡Oh! Ahora que lo meditaba, el programador probablemente tenía razón. Su propuesta no era del todo justa. No cuando solo había dejado a Armin a manos de sus empleados y se había desentendido del asunto.

— Tienes razón, lo siento— aceptó acercándose al otro y tomando sus delicadas manos entre las suyas para masajearlas.

El de ojos azules se sonrojó un poco, azorado por la acción del otro pero no hizo intentó alguno de quitar sus manos. Después de todo los dedos del contrario se sentían realmente bien sobre su magullada y cansada piel. Lysandro por su parte no se percató de esto mientras observaba con algo de culpa las pequeñas heridas y raspones adornando las manos que no estaban acostumbradas a aquellas labores. Armin después de todo era un hombre de oficina, terco como una mula, pero una mula de oficina después de todo.

Suspiró y luego en un suave movimiento se posicionó detrás del ojiazul que se sonrojó aún más sin comprender que estaba sucediendo ¿Acaso Lysandro lo estaba abrazando por la espalda?

— Tus movimientos deben de ser concisos— habló con suavidad el albino por sobre su hombro mientras guiaba las manos del otro sobre la ubre del animal y le enseñaba la acción con paciencia.

El más bajo comprendió entonces que el contrario estaba enseñándole como hacer la tarea. Pero aún así su sonrojo no disminuyó. Era difícil poder prestar atención sintiendo el cálido cuerpo del otro tan cerca.

Una especie de intimidad surgió entre ambos con el más alto prácticamente susurrando instrucciones al oído del otro mientras sus manos guiaban a las más pequeñas en la acción.

— Tienes que ser lo suficientemente firme para no hacerlo con mucha fuerza, el fin es estimular, no dañar— indicaba el de ojos desiguales con voz baja.

— Si— fue todo lo que pudo responder el ojiazul intentando memorizar los consejos.

— Debes hacerlo con seguridad y cariño, recuerda que es un trabajo de ambos pero tú estás dirigiendo. Así que con paciencia. Arriba y abajo, una y otra vez, con suavidad y ves, ahí está— concluyó el más alto mientras la leche comenzaba a salir poco a poco de la ubre para llenar el balde.

— ¡Wow! ¡Lo estoy haciendo! ¡Lo estoy haciendo!— chilló el programador entusiasmado por el logró.

Lysandro a su vez sonrió un poco por la alegría inocente del hombre, recordando cuando a él su madre le había enseñado como ordeñar de manera correcta.

Armin por su parte no cabía de la emoción, tanto que olvidó por un momento el reto. Ya luego lidiaría con el hecho de tener que hacer aquello sin su ayuda.

Mientras los dos estaban en su propio mundo, ninguno se percató del avergonzado, sonrojado y viejo Robert, quien había presenciado toda la escena en silencio mientras ordeñaba otra vaca a solo un par de cubículos de distancia.

EL JUEGO (LysMin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora