Capítulo: Sé que no estás bien.

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— Volvamos a adentro — me dice

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— Volvamos a adentro — me dice. Él se pone de pie y me da la mano para ayudarme a pararme.

Volvemos al edificio donde mi grupo está por salir.

— ¿Pasa algo? — le pregunto a Victoria.

— Nos quedaremos aquí, mañana nos iremos temprano.

— Vamos por nuestras cosas para después ir a nuestras habitaciones, así que ve por tu mochila — me indica Víctor pasando por un lado sin siquiera verme.

— Ahora vuelvo — le digo a Raúl, dejándolo atrás al irme y seguir al pelinegro.

— ¿Tienes algún problema conmigo? — le cuestiono al alcanzarlo siguiéndole el paso a su lado.

— ¿Por qué tendría un problema contigo?

— Bueno, porque no paras de darme malas miradas.

Víctor para su andar planteándose frente a mí — Por tu culpa ya no podemos ver a las rosas.

— ¿Todo esté show es por las rosas? — pregunto sarcásticamente — Te das cuenta de que pareces un niño al cual le acaban de quitar un juguete.

— Tú no lo entiendes

— No, no lo entiendo, pero sé que eso no es normal y puedo pasar algo malo — me acerco más a él en forma desafiante — Deja de actuar como un niño, lo que hice fue por precaución, no por querer quitarles su entretenimiento.

Me voy sin dejar que diga una sola palabra más, sintiendo el enojo bajar a medida que me alejo de él.

Una vez tengo mi mochila vuelvo al edificio donde Raúl me espera justo en la entrada, con la mirada perdida en el suelo.

— Despierta — le chasqueo los dedos delante de sus ojos ganándome su atención y una sonrisa cálida — Te quedaste dormido con los ojos abiertos — río mientras lo ayudó a levantarse.

— Pues, gracias por despertarme — bromea tomándome de la mano para adentrarnos nuevamente al edificio.

— Bien, estas son sus habitaciones. Supongo que deben estar cansados por el viaje — nos dice el señor.

— Ella se puede quedar en mi habitación — comenta de la nada Raúl.

— Si a la señorita no le molesta, no hay ningún problema.

Siento la mirada de Azael recaer en mí, trato de no mirarlo, pero no puedo y giro un poco la cabeza para observarlo. Con ese ceño fruncido, los brazos cruzados y un semblante sumamente serio, mirándome fijamente.

— Bien, síganme — nos pide el señor.

Lo seguimos por unos pasillos hasta llegar a uno donde solo hay puertas que terminan al chocar con la pared.

— Esta será la habitación de ustedes tres — el tipo habré la puerta dejándole el paso a mis compañeros y antes de que el Alcalde se meta a la habitación, me da una mirada extraña; una mirada que me deja con una sensación rara.

Belleza Letal (primer libro) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora